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Patrick O’Sullivan, decídete
En las cocinas del Potrero de Ábrego se cuentan en las noches de invierno historias peregrinas junto al fogón donde borbotea la olla. Los hombres las acompañan con una copa –o dos o tres– del recio mezcal serrano que se acostumbra allá, al tiempo que las mujeres beben a tragos lentos su té de menta o yerbanís. Don Abundio es dueño de un rico acervo de esos relatos más antiguos aún que él, que anda rondando ya las nueve décadas. (“Yo no me quito los años –suele decir cuando habla de su edad–. Son ellos los que me quitarán a mí”). Hace su narración con voz grave y pausada, y no cambia nunca la expresión del rostro, sea la historia trágica o de risa