Fue una de las colonias que surgieron en el segundo cuarto del siglo XX, durante la segunda fase de expansión que vivió lo que hoy es Ciudad Juárez.
Sus primeros atisbos vinieron de una seguidilla de desarrollo de propiedades que, al dividirse la ciudad por secciones, crecieron a expensas de las acequias.
Colindante con barrios tradicionales como la colonia Hidalgo, El Barreal o Barrio Cuauhtémoc, la Colonia Partido Romero, ocupa actualmente cerca de 140 hectáreas de terreno.
Es un núcleo poblacional dividido de oriente a poniente por la avenida 16 de Septiembre, que actualmente sufre los estragos del lento e implacable abandono.
Al igual que su sección sur, de la cual Norte Digital hizo ya una cobertura, la sección norte de esta colonia presenta grandes rasgos de deterioro.
Caminar por sus vialidades, incluyendo varias principales, es encontrarse invariablemente con espacios baldíos, viviendas abandonadas o burdas tapias inundadas de basura, escombro y olvido.
Incluso en un pequeño tramo de construcciones ubicadas a los costados del camino en plena calle Mejía, se puede notar el paso del tiempo.
Un ejemplo es el panorama que muestra el cruce de las calles Mejía y Honduras, espacio donde se ubican tres propiedades de diferente condición.
La primera en la esquina sur poniente, consistente en unas tapias de lo que alguna vez fue una amplia vivienda de adobe.
Escombro, basura, ramas, ropa y zapatos viejos conviven en el desolado espacio de esta propiedad que es vista por vecinos de la zona como riesgosa.
Sin ningún techo de por medio, los deslavados muros apenas si resguardan de la vista el gran cúmulo desechos que la inunda.
Dentro de uno de esos cuartos, los restos óseos de un can parecen vigilar todo movimiento ajeno a su atmósfera, con congelada pose de ladrido.
Un desvencijado colchón, algo de ropa vieja extendida y latas vacías parecen ser atisbo de presencias ajenas en el lugar.
“Nosotros llegamos aquí hace 20 años; esa propiedad debe tener como 15 años sola, y pues la verdad sí preocupa porque seguido se ve gente, como que ahí hacen su ronda”.
Así se expresa don Jacinto, vecino de la zona quien manifiesta preocupación a la vez que desencanto por unas autoridades poco dispuestas a poner orden.
Esa preocupación lo llevó a instalar tablones para impedir el acceso, que fueron retirados por alguien que aseguró ser el encargado de dar el mantenimiento.
Junto a esta desvencijada propiedad, otra en la misma categoría de “no habitada” se nota más resguardada del atisbo callejero.
En contraesquina, una vivienda deshabitada, de amplio espacio, luce ventanas enrejadas y cadena con candado en el acceso principal.
Según vecinos de la zona, es del mismo propietario –o quien se aduce como tal– de la primera propiedad.
La instalación de un medidor digital de la CFE, ubicado en la esquina, parece tener como objetivo “generar antigüedad” para un futuro reclamo de propiedad.
A media cuadra entre la Honduras y Ecuador, por la misma calle Mejía, otra propiedad de adobe a medio derruir se muestra a la vista.
Más basura acumulada y asoma al atisbo de todo aquel que desee acceder a tomar nota de los estragos.
Un amplio relente de vapor mohoso inunda el interior plagado de escombro, maleza y madrigueras de bichos, producto de la humedad dejada por las lluvias.
Afuera, un medidor de electricidad, similar al antes mencionado, pareciera confirmar la suposición de una maniobra diseñada para reclamar la propiedad más delante.
En la esquina de Argentina y Mejía un panorama similar asoma desde una propiedad húmeda y semiderruida.
Bocabajo, semienterrado entre escombros y basura, a primer golpe de vista asoma el destripado vientre de un desvencijado, roto y mohoso sillón.
Llantas, maleza, ropa vieja, latas, botes diversos, tablones rotos… complementan el panorama poco acogedor de lo que, probablemente, alguna vez fue una cómoda y acogedora vivienda.
Son los restos de un pasado cuyo rostro, otrora amablemente familiar, muestra hoy la vistosa cicatriz de un taciturno, paulatino e inexorable abandono.
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