Francisco Rivera Paquirri, murió en septiembre de 1984, en una plaza de toros de nombre Pozoblanco. Era un hombre apuesto, español y se le admiraba porque supuestamente toreaba como los grandes, aunque no concuerdo con la fiesta brava, ahí está su aporte a la historia de los que aman la seda, la sangre y el sol.
Además de ser un matador connotado se ligó a una gran artista española de nombre Isabel Pantoja, bella mujer que alcanzaba un nivel de pasión que contagiaba y enchinaba la piel. En 1983 un hombre dijo:
¡Hay en Sevilla una boda
la mejor del mundo entero.
Se casa Isabel Pantoja
con Paquirri el torero!
Apenas 30 minutos duró la corrida. En una escena dantesca, el toro lo coge por la pierna izquierda con el pitón derecho, el torero como recurso único tomó al toro por el cuerno restante, es decir, la hebilla del cinturón y la cara de ambos quedaron hacia enfrente, parecía como si el astado portara una GoPro en sus cuernos.
Mientras Paquirri abrazaba al toro columpiándose, el pitón se introducía más en la pierna lacerada. Para esto, cinco toreros de Pozoblanco se introdujeron al ruedo para distraer al animal. Cuatro individuos espontáneos entraron al coso y levantaron al torero envuelto en polvo y lo llevaron a la enfermería.
Lo sobresaliente no fue la cornada, eso sucede seguido. En este negocio, el torero sabe que le van a pagar por matar o porque lo maten. Como decía Soledad Quintana cuando regresaba llorando: “quién te trae en la calle”, es decir, que cada quién es sastre de su destino, si trabajas en eso, ese es tu riesgo.
Una vez en el hospital, Paquirri estaba rodeado de media docena de médicos opinando. La escena no correspondía al nivel de dolor que cualquier persona puede sentir en ese momento, mientras que el tamaño de la herida ni siquiera se podía calcular en centímetros; una regla se perdía en el tamaño del orificio.
En una escena de película, el matador pidió hablar con el director de la cuadrilla de los médicos: “doctor, quiero hablar con usté, por favor, tranquilos… la cornada es fuerte, tiene al menos dos trayectorias, una pa’ acá y otra pa’ allá, abra todo lo que tengas que abrir y lo demás está en sus manos”.
Él sabía la trayectoria de la herida y pedía ser abierto. Todavía sentenció: ¡eh, tranquilos! Es obvio que el trabajo del anestesiólogo tuvo mucho que ver, sin embargo, el matador, con la calma de un rosario, y con borbotones de sangre emergiendo por su pierna, aun se dio el lujo de beber agua. Su mirada era estoica, no lloró, tenía conocimiento de que estaba en peligro de muerte y sabía lo que iba a pasar.
El día de sus exequias, su féretro recorrió por última vez las calles de Sevilla y la plaza de la Maestranza tenía innumerables admiradores, el número de asistentes me recuerda al día que murió Pedro Infante en México.
Hagan de cuenta: Yasmín Esquivel, la comadre del presidente, sabe la trayectoria de la cornada, se ha amparado para que el comité de ética de la UNAM sea integrado… una juez le concedió el amparo y por lo pronto no se puede decir nada.
Traducción: le están atando las manos a la institución. La comadre de AMLO sabe que su último paseíllo está muy cerca, ya que su herida tiene varias trayectorias, una pa’ acá y otra pa’ allá, está sangrando de varios sitios. Alguien debe detener la hemorragia o tal vez veamos desfilar el féretro de su renuncia por los pasillos de la SCJN. ¡Olé, Yasmín!
Según el portal de Mexicanos Contra la Corrupción, ocho de cada diez contratos en esta administración son por adjudicación directa. Uno de los beneficiados es José María Riobóo, marido de Yasmín Esquivel.
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