No exagero si digo que Juan Ruiz de Alarcón (Taxco, 1581-Madrid, 1639) es nuestro primer dramaturgo en toda la extensión de la palabra, aunque durante algún tiempo estuvo olvidado tanto por la crítica española como por la mexicana, pero que poco a poco se fue ganando el lugar que tiene en las letras hispánicas. Este escritor tuvo una vida muy difícil debido a su físico, por su baja estatura, su cabello rojizo y las deformidades de su cuerpo. Luego sufrió su condición de indiano en una España barroca, lleno de envidias y egos superlativos. Este escritor publicó 20 textos dramáticos entre comedias y tragedias y después se dedicó a vivir de su trabajo en la burocracia real.
La obra de la que quiero hablar es considerada por muchos críticos como su obra maestra, me refiero a La verdad sospechosa. Sé que a unos 400 años de distancia desde sus representaciones y publicación, es difícil leer este tipo de textos por primera vez, pero si se dejan llevar por la lectura e imaginan las situaciones propuestas por Alarcón, disfrutarán una obra estupenda. Desde el inicio un personaje advierte a Don Beltrán, que su hijo, Don García no siempre dice la verdad. Y justamente esto es lo que va a causar una serie de enredos en la pieza.
De alguna manera la obra tiene un carácter didáctico en el sentido de que hay consecuencias por decir mentiras que, al tratarse de una comedia, no son tan funestas como si se tratase de una tragedia, pero igual hay un desencuentro con los deseos que se persiguen. Y aquí entra otro elemento interesante, el de la subjetividad en la percepción de la belleza. Don García y su escudero, Tristán, pasean por la ciudad y ven a un par de damas en un carruaje. Don García le pide a Tristán que consiga el nombre de la más bella con el chochero, al regresar le da el nombre de la que a él le parece más bella de las dos y ahí se empieza a generar el enredo. No ahondaré más en la pieza para que tengan oportunidad de leerla y adentrarse en ese mundo de apariencias de los Siglos de Oro y del periodo Novohispano.
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