Los automovilistas que se formaron durante esta mañana a las afueras del centro de verificación vehicular ubicado entre el perimetral Carlos Amaya y la calle Mijes, en la colonia Azteca, ya se consideran “expertos en las filas del engomado ecológico”.
Para algunos, este es el segundo o tercer esfuerzo para intentar obtener el engomado ecológico, una estampita que se coloca en el vidrio delantero para certificar que el vehículo cumple las emisiones contaminantes máximas permitidas por las normas mexicanas.
Además, algo también importante, protege al ciudadano de hacerse acreedor a una potencial multa superior a los 2 mil 200 pesos.
Todos en esta fila, que se extiende por la calle Mijes, da vuelta por la Acolhuas y termina hasta la calle Quichés, han sacrificado horas de sueño y se han formado desde la madrugada.
El primero en la fila, el conductor de una camioneta pick up color gris, no quiso arriesgarse, por lo que llegó a ese punto desde las 22:00 horas de ayer.
Enseguida de él, están varios conductores que se levantaron a las cuatro de la mañana para alcanzar lugar. Algunos incluso llegaron con sus hijos, aprovechando el periodo vacacional de las escuelas.
Al final de la calle Mijes y principios de la calle Acolhuas, permanecen aquellos que tuvieron algunos minutos más de sueño, que se despertaron a las cinco de la mañana y tuvieron que conformarse con un lugar muy atrás de la larga fila para ser atendidos.
En la calle Acolhuas, ya se encuentra la mayoría de los que prefirieron llegar después de las seis de la mañana y que ahora temen que esos minutos de descanso adicional se conviertan en interminables horas de espera bajo el sol.
Entre los primeros conductores persiste un sentimiento de cordialidad, pero con los minutos empieza a convertirse en molestia. En el lugar, uno de los empleados verifica la máquina de inspección, pero no hay señas de que puedan abrir pronto.
Cuando el reloj marcó las ocho de la mañana, hora indicada para que los centros de verificación comiencen a trabajar, hay ciertas cuestiones operativas por resolver y a los ciudadanos se les informa que el servicio, probablemente, empiece hasta las ocho y media de la mañana.
Además, el descontento comenzó a incrementarse cuando, enfrente de los madrugadores, comenzaron a llegar personas que aseguraron que habían venido a este mismo lugar la tarde de ayer y que, al no alcanzar lugar, les dieron un número con el que iban a ser atendidos esta mañana.
El problema fue que algunos de los que madrugaron, también habían llegado a este mismo lugar ayer y nadie les informó algo relacionado con los números; incluso, les dijeron que iban a atender “hasta donde alcanzara”.
Por lo anterior, la misión del día era llegar lo más temprano posible y resistir durante la madrugada para que sus vehículos fueran de los primeros en ser revisados, pero el hecho de que hubiera algunos con número, frustraba sus planes.
Al final, se logró a un acuerdo: Los que habían llegado primero esta mañana comenzaron a ser atendidos, mientras que se iba a buscar un espacio para aquellos que ayer no pudieron concluir el trámite.
Molestias aledañas
Mientras los vehículos pasaban por la calle Quichés, uno de los vecinos que habita con el sector, miraba con molestia a quienes intentaba realizar el trámite, no porque estuvieran estorbando su propiedad o algo semejante, sino porque estaban financiando al mismo Gobierno Municipal que, desde su perspectiva, los había abandonado.
Con una manguera y una carretilla llena de tierra, trataba de acomodar la subida con la que salía de la calle de su domicilio. Por las lluvias recientes, la tierra en el lugar se aflojó y estaba batallando para poder salir con sus vehículos.
Por lo anterior, acompañado de su hijo, buscaba la manera de hacer que el camino para salir fuera un poco más seguro y cómodo.
Se molestó porque desconoce totalmente el propósito con el que el Gobierno Municipal recauda este tipo de impuestos y que, a fines prácticos, no representan un beneficio para la ciudadanía en sus actividades cotidianas.
“(Los funcionarios) son buenos para venirnos a cobrar y a multarnos cuando no cumplimos, pero mire, no son para ponernos aquí ni un poco de tierra para que podamos pasar o arreglarlos los postes de alumbrado; ni modo que digan que no son suyos”, dijo.
No quiere que vengan a ayudarle a arreglar a su calle, desde hace años perdió la esperanza de que vinieran a arreglar, solo pedía ser escuchado y manifestar que lo recaudado realmente no tiene impacto en los problemas de la ciudad.
Formarse para evitar la mordida
Más allá de que los ciudadanos estuvieran dispuestos a cumplir el trámite con el propósito de garantizar que la ciudad cumpla con emisiones bajas para el tránsito de vehículos o que con lo que recaudado se puedan financiar proyectos ambientales, la principal razón para hacer el trámite es otra.
Algunos conductores entrevistados por Norte Digital dijeron que acudieron por el engomado para evitar ser multados por las autoridades encargadas de supervisar el cumplimiento de la revisión ecológica.
Señalaron que es incómodo tener que llevar dinero en los bolsillos con el propósito de tener que dar “mordida” para evitar la sanción, por lo que la mejor opción que tenían era “andar legal” y cumplir con el trámite, por más tedioso que fuera.
En punto de las 8:40 horas, el conductor de la camioneta gris, que esperó desde las 10 de la noche, fue el primero en pasar a realizar el trámite correspondiente.
Aquí solo hay una máquina, que aunque es efectiva y funciona correctamente, por lo compleja que puede llegar a ser la revisión, tarda entre 5 y 7 minutos en concluirla.
Para los que están hasta el final de la fila seguirá la espera, que podría extenderse por más de seis horas.
“Todo un día de vida perdido”, dijo uno de los conductores formados.
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