Detrás de su aparador de cristal, rodeado de refacciones para instrumentos de cuerda, así como de guitarras, vihuelas, panderos, tololoches, maracas y demás instrumentos que escapan a la vista, se encuentra Felipe Ramírez, dueño de la tienda de reparación “Guitarras Ramírez”, que el pasado 16 de enero cumplió 50 años de servicio.
El local se encuentra ubicado cerca del corazón del Centro Histórico. A un costado de la explanada donde se colocan numerosos comerciantes en los alrededores de la Plaza Velarde, para ser exactos, en el 270 de calle Corregidora.
Según el señor Felipe, el taller abrió un 16 de enero de 1974 cuando su padre, Oscar Ramírez, se aventuró en el negocio de la fabricación de guitarras luego de que cerrara su antiguo lugar de trabajo. Al menos es lo que le contó su familia al señor Felipe, debido a que el nació seis meses después de la apertura.
Cuenta que desde pequeño tuvo interés por dedicarse a lo mismo que su padre. No sabe con certeza el año, pero recuerda que, aunque conseguía otros trabajos, siempre terminaba volviendo al taller.
Mencionó que en un inicio, más que taller de reparación, el negocio se enfocaba mayormente en la fabricación de los instrumentos, con materiales provenientes de esta misma frontera, especialmente de El Paso, Texas.
Elaboraban dos tipos de guitarras: las comerciales y las finas. Felipe narra que durante años le tocó atender a cientos de músicos que tocaban en las cantinas que se ubicaban por el centro y que era común verlos llegar y salir uno tras otro. Sin embargo, señala que la especialidad, tanto del negocio como de su padre, era la realización de las guitarras finas.
Este tipo de guitarras, que para fabricarlas requieren un proceso de entre 3 y 6 meses, y materiales tan especializados como madera de rosa, son mayormente utilizadas por concertistas de música clásica y su precio ronda los 2 mil 200 dólares.
Pese a la calidad de sonido que salía de los instrumentos hechos por Felipe y su padre, relató que aproximadamente desde 2005 se dedicaron únicamente a la reparación de los instrumentos debido a la baja demanda que había. Además, el aumento de la violencia impactó directamente la afluencia de su clientela, que venía principalmente de El Paso.
Aunque acepta que las guitarras son un instrumento que nunca pasa de moda, reconoce que el negocio de reparación dejó de ser redituable desde hace mucho tiempo.
Señaló que anteriormente los programas artísticos de las escuelas, principalmente de las primarias, así como los músicos de los centros nocturnos del centro, acudían periódicamente a su tienda para adquirir alguno de los distintos instrumentos musicales que ofertaba, que iban desde armónicas hasta vihuelas.
Sin embargo, las primarias dejaron de pedir instrumentos, los músicos ya no tocaban en el centro y los que surgen, según cuenta Felipe, prefieren utilizar instrumentos “bonitos” que se vean bien a simple vista y no aquellos que sean de calidad, por lo que recurren a aparatos comerciales que, en el mejor de los casos, necesitan mantenimiento a los pocos meses de uso, si no es que tienen que ser reemplazados por otro.
Felipe explicó que aquellos que desean reparar su instrumento, primero reciben un diagnóstico sobre si vale la pena hacer el trabajo o si es mejor conseguir uno nuevo. Después, una vez que se da el visto bueno a la reparación, lo lleva a su taller en el que, dependiendo de la complejidad del pedido, tarda algunos cuantos días en dejar el instrumento descompuesto como uno totalmente nuevo.
El lugar donde sucede y sucedió, la magia
Detrás de una puerta de madera, escondida en una de las paredes de la tienda, Felipe nos da entrada al lugar más importante del negocio: el taller.
Una mesa donde coloca las guitarras, un serrucho eléctrico y una pulidora que utilizaban anteriormente en la fabricación de las guitarras, son las herramientas que sobreviven el paso del tiempo.
En los estantes permanecen más refacciones de guitarras que utiliza en sus reparaciones, pero detrás hay tablones de maderas finas que se quedaron sin ser utilizados.
Muestra algunos de los instrumentos que están en proceso de reparación, destacando entre ellas, una morisca con fondo de armadillo y un guitarra al que cambiara toda la tapa, proceso más complejo, pero que gracias a sus años de experiencia puede realizar sin problema alguno.
Además, en otro estante que está al fondo del taller, una docena de guitarras finas, hechas de madera de rosa y con el sello de fabricación del señor Oscar Ramírez, están dentro de bolsas de plástico que absorben polvo de años de permanecer guardadas, esperando al comprador ideal.
Felipe muestra una de ellas, una pieza única de color avellana que cuenta la etiqueta de fabricación del señor Oscar Ramírez y que indica que fue hecha en la década de 1990. Además, Felipe presume uno de los detalles más importantes de estas piezas: la cabeza en forma de dos corazones, sello característico de las guitarras fabricadas por los Ramírez.
Mirando una foto rescatada de un reportaje anterior, Felipe recuerda los tiempos en los que de joven realizaba los trabajos junto con su padre, que partió del plano terrenal algunos años atrás, y uno de sus hermanos.
Menciona que fue el único de su familia que sigue la tradición familiar porque ni sus hermanos ni sus hijos quisieron aprender el oficio de la reparación, mucho menos el de la música.
Si bien es cierto que admite que el taller le representa una carga económica importante, asegura que le es imposible cerrarlo por el recuerdo al legado de su padre, además que pesar de que la clientela es poca, todavía le permite pagar los gastos de su madre.
Sobre su manera de llevar dinero a casa, señala que durante los ratos que no atiende el taller trabaja como chofer de plataforma, además que su esposa también trabaja, por lo que le permite mantener una vida llevadera a su familia.
Al preguntar sobre lo que pasara una vez que Felipe acompañe a su padre fuera del plano terrenal, responde con resignación que con él, también se irá el negocio. Mientras tanto, el encargado del último taller de reparación de la ciudad, pide a los músicos locales que por favor, cuiden sus instrumentos y que, si realmente quieren tener un sonido de calidad, Felipe los recibirá con los brazos abiertos para reparar cualquier falla de sus instrumentos de cuerda.
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