Había una lluvia fina que amenazaba en convertirse en aguacero, con un cielo rayado por descargas eléctricas, que cesó a las 21:00 horas, cuando inició la vigilia por las familias de las 23 personas masacradas el 3 de agosto de 2019 en la tienda Walmart, en el Paso, Texas, realizada por los Mensajeros.
Justo en las márgenes del Río Bravo, frente al mítico Puente Negro, el cruce de mercancías por ferrocarril, los integrantes del colectivo evangélico «Ángeles Mensajeros», desplegaron sus enormes alas para cobijar a hombres, mujeres y niños, que celebraron la vigilia.
Algunos sostuvieron una hoja impresa con las fotografías de los 23, todos en sus rostros gestos de mejores tiempos; unos a lado de su pareja, otros con sus hijos, todos con una sonrisa.
«La esencia de una vigilia es pedirle a Dios algo específico, esta ocasión, es pedir que las familias de los fallecidos reciban el consuelo de Dios, en el entendido que no solo fue una masacre de 23 personas y otras 23 que resultaron lesionadas», adelanta Carlos Mayorga.
Mayorga, dirigente del colectivo Ángeles Mensajeros, ve más allá de un suceso trágico que enlutó a éstas familias: «Fue un acontecimiento que hirió a dos países, a dos ciudades y a dos fronteras».
Y es que ¿quién no tiene un pariente en una y otra ciudad? El Río Bravo es el cordón umbilical que une a Juárez y a El Paso; por sus puentes viajan las mercancías y la cultura; donde se comparten el comercio y varios de sus problemas.
La liturgia de la vigilia, con sus oraciones seguidas con los acordes de una guitarra de uno de los pastores y las veladoras que llevaban en sus manos, hicieron sentir el peso de la solemnidad del acto.
«Padres de muertos de Walmart, Dios trae consuelo y paz», «Jesucristo perdona a asesino de Walmart» y «Consuelo y perdón en familias asesinadas en Walmart», son de los ruegos de ángeles y vigías. La palabra clave y difícil: perdonar.
En los rezos se suplicó por la paz y el consuelo de los familiares afectados, por las almas de los asesinados y el perdón de Dios al asesino, Patrick Wood Crusius, supremacista envenenado por el odio racial, quien disparó contra los «Invasores hispanos».
La vigilia se cerró a las 22:00 horas, con rezos, cantos y con el acto de nombrar todo: a las personas fallecidas, al victimario, el dolor, el de las comunidades angustiadas, nombrarlo para asimilar el tamaño de la tragedia y para mantenerlo en la memoria, conjurar su repetición.