El paisaje desértico aquí es único. Por todos lados hay vestigios de flujos de lava y ceniza que cubre tres imponentes conos volcánicos que se elevan hasta 130 metros de altura, así como fracturas estructurales, montañas bajas y cráteres hoscos que se entremezclan con los arenales arrastrados por el viento, en lo que un día fueron enormes lagos.
Aquí bien se puede tomar el pulso de un planeta vivo, inquieto.
A 50 kilómetros al oeste de Ciudad Juárez y a menos de dos kilómetros de la zona limítrofe con Nuevo México, durante millones de años se han ido formando los caprichos geológicos que sólo pueden ser visitados por expertos. Imposible hacerlo sin un GPS y a bordo de unidades todo terreno 4×4.
El recorrido se inicia en Santa Teresa hacia el poniente. Casi 30 kilómetros de brechas, entre cactus, arena y matorrales propios del ambiente desértico de la región.
El traslado de ida parece no tener fin hasta que de pronto, en medio de la nada y ante los ojos de los intrépidos exploradores aparece como por arte de magia, un enorme cráter que la mirada recorre a 180 grados. En medio de este gran cráter hay tres joyas preciadas, tres volcanes. Uno enseguida del otro.
Es la zona conocida como el maar de Potrillo, un cráter meridional en forma de depresión de 5 kilómetros de largo por 3 kilómetros de ancho el cual sirvió de escape de gases volcánicos durante el periodo Glacial, hace unos 20 mil años.
El campo volcánico Potrillo alcanza unos 500 kilómetros cuadrados del desierto de Chihuahua, cuya vida silvestre se puede apreciar con las huellas de las víboras al acecho de las madrigueras de los roedores y el sobrevuelo de aves de rapiña en busca de su presa.
El centro de atención de la expedición se centra en los tres volcanes.
Se cree que entre 20 mil y 40 mil años atrás ocurrió aquí la última erupción.
Desde entonces el campo volcánico del Potrillo se ha quedado inmóvil, dormido, dejando tras de sí un paisaje plagado de monumentos y restos de piedra volcánica, basalto, que nos hablan de la violencia geológica del pasado.
El magma al rojo vivo debió surgir desde 80 kilómetros debajo de la superficie, a través de gargantas y fracturas estructurales en la corteza terrestre, para cambiar todo el aspecto del paisaje a lo que es actualmente.
ZONA INEXPLORADA
El silencio del entorno se rompe con el crujir de las piedras a cada paso durante el titánico esfuerzo por subir a la cima del cráter.
Se estima que en este campo volcánico hay de 3 a 5 metros de espesor de capas de basalto extendido por toda la zona.
El geólogo Oscar Dena, coordinador del Centro de Investigación Geológica de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, contempla el panorama mientras el resto del grupo de investigadores recorre la zona en busca de xenolitos o algún otro rastro procedente del centro de la Tierra.
“Estamos en esta zona identificada como Potrillo Maar donde hay una cantidad considerable de roca volcánica sobre una área muy grande. Tenemos un anillo que bordea la zona donde están los basaltos y escorias, y en el centro del anillo hay diferentes protuberancias o volcanes, con cráteres más pequeños”, dice.
A unos 20 kilómetros al norte, en territorio de Nuevo México, (al oeste de la Montaña Franklin) se ubica el Kilbourne Hole el cual desde la década de los 60 ha sido estudiado por especialistas norteamericanos y donde han sido encontradas en la superficie rocas provenientes de 50 kilómetros de profundidad, las cuales son estudiadas para obtener información sobre los procesos internos de la Tierra.
Del lado mexicano, en el Potrillo Maar, el equipo de ingenieros de la UACJ apenas se está organizando en busca de evidencias que puedan ser correlacionadas con la actividad del Río Grande Rift.
El Río Grande Rift es una falla estructural activa que se origina en las montañas rocosas de Colorado y se extiende hacia el sur, por más de 950 kilómetros a través del corazón de Nuevo México, hasta el estado de Chihuahua.
Hace unos 29 millones de años, el choque de placas tectónicas provocó que la tierra se hinchara, se agrietara y se deformara. Incluso en algunas partes la corteza terrestre se levantó cientos de metros produciendo las cadenas montañosas que existen en la región.
“Este tipo de maar es más o menos algo similar a lo que observamos en la Luna. Cuando se habla de maares lunares, se refieren a este tipo de ambiente. De hecho en los que se ubican aquí muy cerca en Nuevo México, los astronautas que fueron por primera vez a la Luna fueron entrenados en ese lugar haciendo caminatas en estos maares volcánicos”, explica el geólogo Dena.
“El maar del Potrillo, el 20 ó 15 por ciento se encuentra en territorio norteamericano y el resto en territorio mexicano de Chihuahua”, añade el especialista.
ACTIVIDAD SISMICA
El grupo de expertos del Centro de Investigación Geológica de la UACJ tiene interés de estudiar la zona para conocer los procesos geodinámicos que lo formaron, y saber qué implicaciones tiene con la historia geológica de la región.
“Esto nos lleva a colación por la actividad sísmica que hemos tenido recientemente, que si bien no va a ser catastrófica ni cataclísmica, sí es natural que tengamos ciertos temblores porque tenemos un proceso dinámico que tiene lugar en esta zona”, dice Dena.
Al pie de una de las laderas del volcán del extremo oriente, Óscar Dena afirma que “relativamente estas estructuras son muy jóvenes, tienen entre 20 y 40 mil años, en comparación con la Tierra que tiene 4.6 billones de años. Todo este sistema es muy reciente”.
Al tratar de buscar antecedentes, el geólogo de la UACJ considera que “tenemos literatura de la década de los años 60, aunque el maar de Potrillo no ha sido estudiado a detalle como los campos volcánicos aquí muy cerca en Estados Unidos”.
“En el norte del país tenemos una serie de eventos volcánicos, a lo mejor no tan dramáticos como este, pero lo podemos ir viendo simplemente de la carretera de Juárez a Chihuahua, donde se aprecia la estructura de volcanes ya apagados pero no tan explícitos como este anillo que bordea este maar”.
“No hemos visto un campo tan extendido de basaltos, al menos en la carretera de Juárez a Chihuahua, pero sí hay mucha ocurrencia volcánica en todo el estado. De hecho gran parte de la riqueza minera se asocia a eventos volcánicos, no del Río Grande Rift sino de un proceso de subducción, como en la sierra de Chihuahua”.
“Acá en Potrillo es otra provincia tectónica que también presenta volcanismo pero causado por otro tipo de actividad ignea que a diferencia de la que tenemos en la sierra, esta todavía está tomando lugar, está ocurriendo”.
Los investigadores de la UACJ se avocan a investigar en el Potrillo Maar todo tipo de materiales y su geomorfología. Ellos tratan de establecer la estructura que tiene la corteza terrestre del lugar.
“Entender geológicamente dónde estamos parados, eventualmente ayuda a generar estrategias de protección civil así como hacer zonificaciones para la actividad de la explotación de hidrocarburos no convencionales como el fracking, o convencionales como los procesos de la minería, o simplemente protección de los acuíferos e inclusive bancos de material para la construcción, e inclusive ayudar a proveer el marco geológico básico-científico que permita desarrollar ingenierías y aplicaciones industriales que generen derrama económica para el estado.
Los volcanes dormidos del desierto del norte de Chihuahua no representan peligro alguno para la población de Ciudad Juárez. Algún evento de erupción está descartado, según los geólogos de la UACJ. Se trata de una zona cuyo paisaje es inigualable pero al mismo tiempo tentador para la exploración de los especialistas.
Sin embargo más al sur del estado, en la región oriental de Camargo, existe algo similar pero de proporciones aún más gigantescas. Se trata de una sierra volcánica de 3 mil metros cuadrados con unos 300 volcanes monogenéticos, testigos mudos de lo que millones de años atrás fue Chihuahua, el estado grande.
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