En el desierto ya floreció el toloache, esa planta blanca y misteriosa que despierta pasiones, locuras y hasta leyendas. Su nombre científico es Datura inoxia, pero en los barrios del norte todos la conocen por su fama ancestral: la del brebaje del amor imposible.
Dicen las abuelas que cuando alguien anda medio embobado por otro, “le dieron toloache con el dedo”. Y aunque la ciencia advierte que esta flor es tóxica, el folclor mexicano insiste en atribuirle poderes para enamorar, amansar o encantar al más duro de corazón.


Pero, atención: en los tiempos modernos, el hechizo cambió. Ya no se trata de hervir calzones ni de preparar menjurjes dudosos —que además huelen a pecado y peligro—, sino de dejar que la magia natural del desierto haga lo suyo. El nuevo romance es más simple: respirar el aroma del toloache en flor, dejarse embrujar por sus trompetas blancas y, si acaso, compartir la foto en redes con un buen filtro y un pie coquetón.
El dicho tiene historia. Se usa para hablar de quien perdió la cabeza por amor sin explicación aparente. En el norte, se dice con picardía y algo de burla: “a ese ya lo embrujaron”, “le dieron toloache con el dedo”. Porque sí, en la cultura popular mexicana, la línea entre el amor y el embrujo siempre ha sido delgada.
La flor del deseo… y del peligro
El toloache crece silvestre entre piedras y caminos áridos. Su flor blanca abre al atardecer, como si esperara la luna para soltar su perfume. Pero, ojo: detrás de su belleza hay veneno. Sus alcaloides —escopolamina y atropina— pueden causar alucinaciones y confusión. Lo de los brebajes, mejor dejarlo en las leyendas.
Así que, ya lo sabes: si ves florecer el toloache en los baldíos o a la orilla del río, tómale foto, pídele un deseo, pero no lo pongas a hervir.