A José Joaquín Fernández de Lizardi (Ciudad de México, 1776-1827) le debemos muchas cosas en la literatura mexicana. Fue un autor que inició en México el deslinde de los escritores y los mecenas, apostó al patrocinio de los lectores, con lo que podemos pensar que inicia una profesionalización de los escritores, aunque el recorrido haya sido largo. También hizo convivir en los estertores de la Nueva España una literatura que aprovechaba el bagaje intelectual europeo con los localismos, regionalismos y vocablos coloquiales en una obra, aunque el máximo antecedente es El Quijote, en la América hispánica tardó tiempo en asentarse como una apuesta válida. Lizardi dejó varias obras, pero de la que quiero ocuparme esta vez es de El Periquillo Sarniento (1816).
Lizardi se sacó esta novela de la chistera al no existir una tradición ni medianamente sólida en la Nueva España, gracias a las restricciones de la Corona española y la Iglesia. Sin embargo, con lo que contaba este escritor era un conocimiento amplio de la literatura latina, de los clásicos neoclásicos y de lecturas de sus contemporáneos. Uno de los principios claros que tiene este escritor es que su obra sea dulce y útil, como recomendaban los antiguos. A saber, además de entretener, debía instruir y por eso encontramos pasajes en la novela que enseñan sobre astronomía, por ejemplo, un padre vicario le enmienda la plana al Periquillo cuando se pone a hablar de cometas sin saber nada al respecto.
A pesar de que no podemos hablar de Lizardi como un escritor romántico, sí que en su obra ya se encuentran esas inquietudes que lo comenzaban a distanciar del neoclasicismo, sin romper totalmente con él, pero sabiendo que en el nuevo orden que se respiraba en el mundo, luego de la Revolución francesa, de la Independencia de Estados Unidos y de los ánimos que se caldeaban en las colonias españolas en América, los preceptos eran insuficientes. Hasta el mismo hecho de incluir vocablos regionales, denotaba el rompimiento con esa postura neoclásica y comenzaba a crear una tradición totalmente americana, mexicana. En este espacio tan breve es imposible hablar de todas las aportaciones de Lizardi a la literatura mexicana, pero sirva para invitar a su lectura porque sigue siendo importante para nuestra historia literaria.
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