“Le arrancaron el corazón por la espalda”, testimonio en juicio de banda de La Chely

El 6 de diciembre de 2023, agentes de la Policía Municipal y de la Fiscalía General del Estado (FGE), atendieron el hallazgo de los restos desmembrados de una persona, que habían sido abandonados dentro de una cobija, así como bolsas negras, en un terreno baldío del cruce de las calles Hacienda Remanso y Libramiento Regional, al suroriente de la ciudad.

Los agentes periciales acordonaron el área, pero para quienes pasaban por la zona, era inevitable observar aquellos restos humanos que estaban descomponiéndose, al tenor del frío juarense que comenzó a helar los primeros días de diciembre de aquel año.

Tras más de dos años de aquel hallazgo, dentro del juicio oral 104/25, que se sigue en contra de Félix Iván L.C., Joana Michelle A.G., Jorge G.M., Jaqueline Seremi B.A., Michelle Angélica P.V. y Edgar R.R., el Ministerio Público presentó el testimonio de un testigo protegido, quien presenció la forma en la que los imputados, acusados de ser miembros de una banda del crimen organizado, le quitaron la vida a Jorge Rentería Rodríguez.

El testigo, quien en la pantalla de la sala 9 de Ciudad Judicial se ve completamente borroso, alcanzándose a distinguir únicamente que porta una chamarra de color rojo, comento afirmativamente: “Fui testigo del homicidio de la víctima de este juicio”, afirmó.

Empezó su relato señalando que los hechos iniciaron en la tarde del 5 de diciembre de 2023. Eran cerca de las seis de la tarde, cuando recibió una llamada del Querubín (Edgar) quien le dijo que se alistara, “que iban a poner un tendedero” y que estuviera atento, que pronto estaría afuera de su casa.

A los pocos minutos, llegó Querubín y le pidió que saliera. El testigo mencionó que antes de salir, su esposa lo tomó de la camisa y solamente se despidió diciéndole “cuídate mucho, por favor”.

El testigo refirió que accedió a acompañarlo debido a que Querubín lo tenía amenazado: “ir” por su familia, dijo que fue la advertencia que el hombre le puso para que accediera a ayudarle “con un jale”.

Contó que después de 10 minutos de caminar llegaron a una casa, la 10460 de Condominios del Valle, ubicada en la colonia Hacienda Las Torres Universidad. Una casa al fondo, pegada a una barda de color azul, con un portón metálico y un patio delantero en el que había un árbol.

Al llegar, dijo que se sentó en un sillón y que Querubín le entregó una cuerda “para cuando tuvieran que hacer el jale”. Declaró que en el lugar había otras cinco personas a las que reconoció por sus apodos; Checo (Félix Iván), Chucky (Jorge), Michelle, Mich (Michelle Angélica o La Chely) y una mujer que, en ese entonces, era menor de edad, identificada por las iniciales P.P.

La mayoría estaban bebiendo y consumiendo drogas en el patio trasero de la casa, “latas de Tecate Roja”, destacó, mismas que, según su testimonio, fue obligado a consumir, junto con otras sustancias.

Al paso de los minutos, dijo que Michelle les pidió que se metieran a su cuarto, que prepararan sus armas y esperaran la señal. Ella había citado a un hombre a la casa y quería tener la sala libre para estar con él, en lo que ellos preparaban la trampa.

Contó que cada una de las personas de la casa, tenían en las manos “armas cortas” como un machete, cuchillo cebollero o un hacha.

De pronto, la puerta se abrió y el invitado llegó a la casa. El testigo dijo que Mich, Checo,  Chuky y Querubín “salieron en chinga” a atacarlo, uno lo inmovilizó de las manos, otro de la cintura y uno más a las piernas, a él le pidieron que le amarrara los pies y las manos con la cuerda que le dieron.

El hombre cuestionaba a la mujer sobre qué estaba pasando, pero dijo que Checo, quien era el más alto, lo cargó en hombros y golpeándolo en la cabeza le dijo “¡Cállate el pinche hocico!”, mientras lo llevaba a un cuarto.

Indicó que sentaron a la víctima en el piso y comenzaron a preguntarle acerca de una supuesta demanda que había interpuesto. Al principio, la víctima negó las acusaciones, pero tras ver a un hombre que le hablaba por medio de una videollamada, mismo que estaba al interior del Cereso, la víctima reconoció su rostro y confesó que, efectivamente, había interpuesto una.

Los hombres presentes en la casa, comenzaron a golpearlo en el cuerpo y el rostro. La víctima no decía nada, trataba de aguantar el dolor. De vez en cuando, pedía que lo soltaran, que estaba arrepentido, pero sus esfuerzos fueron en vano, el testigo refirió que el rostro había quedado tan hinchado por los ataques, que apenas y podía hablar.

Le preguntaban que para quién trabajaba y acerca de gramos de “mota” que le habrían encontrado. “¿Para quién la tiras o qué?”, lo cuestionaron.

Al mismo tiempo que sucedía la tortura, recalcó que las mujeres seguían tomando cerveza y consumiendo drogas en el patio, burlándose de la suerte del hombre.

Aseveró en que estaba convencido en que Michelle era la carnada perfecta para “atraer hombres con su encanto” y hacerlos caer en una trampa mortal, en la que eran citados con la intención de tener un encuentro, pero que terminaban en asesinatos.

Puntualizó en que, a lo largo de la noche, la Mich recibió diversas videollamadas, una de un hombre que estaba dentro del Cereso, así como una segunda en la que ella habló con un hombre “externo al Cereso, que estaba en un lugar en el que era de día”.

En algún punto de la noche, uno de los hombres que llamó por videollamada a Mich le dijo que podían tomarse un descanso, que iban a esperar a que le dieran “luz verde” para que pudieran terminar con el trabajo.

Quienes estaban en la casa regresaron a la fiesta, consumiendo cerveza, así como dos tipos de droga que identificó como cocaína y cristal y escuchando música en una pequeña bocina.

El testigo relató los últimos minutos de vida del hombre, quien cuando estaba amarrado e hinchado de tantos golpes, sus raptores se acercaron con él y le ofrecieron un cigarro, mismo que rechazó y que pidió que lo cambiaran por su libertad.

Recordó la mirada de la víctima, que describió como intensa cuando le rogaba que lo soltara y le ayudará a escapar de su tortura.

Durante este lapso de descanso, vio llegar a La Jacky (Jaqueline Seremi), quien llegó en una camioneta café con un hombre apodado El Diablillo para dar apoyo a La Chely, equipados con armas de fuego en caso de que “algo saliera mal” o que llegaran “los chotas afuera de la casa”.

Manifestó que ella no se quedó mucho tiempo, pero que había acudido a ese lugar porque La Mich era la que encargaba de dar órdenes y coordinar a las personas.

De pronto, La Mich recibió una llamada, en la que le confirmaban que tenían la autorización para que pudieran terminar el trabajo.

 Los últimos minutos de la víctima

Una vez que les dieron la autorización, el testigo manifestó que La Chely mandó a Chucky a que comprara materiales para “terminar el jale” a la tienda, mientras llegaba, Checo levantó a la víctima del piso y la llevó hacia el baño, donde lo acostó en el piso, con la mitad del cuerpo sobre el piso de la regadera, y el resto del cuerpo en el baño.

El Chucky regresó con guantes blancos de látex, guantes rojos, de cocina, en términos del testigo, mismos que se colocaron en las manos, resaltando que también se habrían cubierto los pies con bolsas para no dejar huella en la escena.

Expuso que el Checo y la Mich tomaron un cable que amarraron al cuello de la víctima, para empezar a ahorcarlo. De manera simultánea, la menor de edad saltaba sobre su pecho, sacándole el aire, mientras Chucky le sujetaba las piernas.

El testigo indicó que observó la escena desde la puerta del baño. Ahí vio que cómo la víctima perdió el conocimiento, que intentaba reponerse y recuperar la consciencia, pero le fue imposible, que “los ojos se le pusieron blancos” y ya no despertó.

Dijo que el Checo se levantó del baño y fue por un cuchillo, mismo que clavó al cuello de la víctima, para irlo cortando poco a poco, mientras la víctima daba sus últimos suspiros, su sangre manchó gran parte del piso de la regadera y el baño de aquella casa.

El testigo narró que la víctima todavía siguió respirando, pese a tener el cuchillo en su cuello. Sin embargo, todo acabó cuando el Checo terminó de cortar y la cabeza cayó a un lado de su torso.

Armados con el hacha, Checo mostró a Chucky la manera correcta en la que debía descuartizar los cuerpos humanos de sus víctimas.

Mientras se realizaba la carnicería, sostuvo que el agua de la regadera permanecía abierta, en un intento para que la sangre de la víctima no se cuajara en el piso. De igual manera, observó cómo los imputados limpiaban con productos de limpieza, cloro o Pinol, el piso de la regadera, así como las armas que utilizaron para descuartizar al hombre.

Aseguró que todo lo que acababa de contar, había sido presenciado por un hombre que observaba todo, por medio del celular de la Mich, que grabó todo el proceso en su celular, como una evidencia de que “se había hecho el trabajo”.

Cuando limpiaban la escena, rememoró cómo La Mich preguntó al hombre que si le daba autorización para cortar la lengua a la víctima, debido a que lo merecía ya que “había sido un hablador”.

“Luz verde”, tenía el permiso para cortársela. A los 10 minutos, mencionó que pidió autorización a la persona de la videollamada para quitarle el corazón en sacrificio de protección para la Santa Muerte. Le dio la misma respuesta.

Explicó que Mich, empleando un cuchillo, cortó la espalda del hombre y le extirpó el corazón, “porque era más fácil hacerlo así que por el pecho”.

El torso, refirió, fue envuelto en una sábana de color rosa que amarraron con un alambre, mientras que metieron el resto del cuerpo dentro de bolsas negras, mismas que pusieron al interior de un vehículo Hyundai, color plateado.

La madrugada del 6 de diciembre, Mich, Chucky, Checo y el testigo, habrían subido al carro y llegaron al cruce de las calles Hacienda Remanso y Libramiento Regional, donde, según el testimonio, con apoyo de dos “halcones”, arrojaron los restos del hombre al interior de un terreno baldío, sin ser vistos por elementos policiacos.

Luego de que dejaron los restos, Mich dejó al testigo afuera de la casa y le dijo a todos que “se fueran para sus casas”. Aproximadamente a las cuatro de la madrugada, el hombre dijo que terminó aquella jornada caminando por las calles hasta finalmente llegar a su vivienda.

Una relación motivada por amenazas

Al hablar acerca de la relación con los imputados, mismos que fueron identificados plenamente por el testigo, enfatizó que a Querubín lo conocía desde que “eran mocosos”, ya que él había vivido cerca de la casa en la que vivía su papá.

Al resto, dijo que los conoció tres semanas antes de los hechos que contó. Expresó que nunca se sintió en confianza con ellos, que estaba amenazado con que pudieran atacar a su familia, ya que anteriormente también había visto cómo mataban a otra persona.

Aseguró que Mich le confesó que, con uno de los cuchillos que estaba en la casa, que tenía filo en forma de sierra, había asesinado entre siete y ocho personas.

Además, mencionó que, pese a conocerlos de poco tiempo, logró enterarse de parte de la dinámica que tenía la presunta célula criminal, liderada por Mich.

Tenían una “bodega o casa de seguridad” en el fraccionamiento Sierra Vista. Supo que ahí vivían las mujeres y que ese era un “lugar secreto”, ya que únicamente sabían su ubicación “aquellos que se habían ganado la confianza”.

Resaltó que le dijeron que si se le ocurría revelar a alguien la ubicación de la casa de seguridad, su vida y la de su familia estarían en riesgo, no obstante, puntualizó en que, aunque sí tenía miedo por lo que pudiera sucederle, estaba seguro que había tomado la mejor decisión al declarar lo que había visto ante el Ministerio Público.

Con este testimonio, concluyó el desahogo de pruebas de esta jornada, con relación a este juicio oral. A falta de que rindan su declaración otros seis testigos, se espera que el desarrollo del juicio continué a lo largo de los próximos días.