El pasado 12 de marzo, la oficina de Comunicación Social del Gobierno del Estado anunció con bombo y platillo la nominación de las Dunas de Samalayuca en la categoría de Mejor Destino para Vivir una Experiencia de Observación Sideral a los premios “Lo mejor de México” que otorga la revista “México Desconocido”.
En el comunicado de prensa se señala la belleza de este sitio natural en el que los visitantes que vayan a acampar durante las noches pueden ser testigos de vistas a las estrellas que no tienen igual en ningún otro destino del país y el mundo.
Sin embargo, para el doctor Miguel Domínguez Acosta, jefe del Departamento de Ingeniera Civil y Ambiental de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), lo verdaderamente interesante, más allá de las vistas espectaculares en las noches, son las formas de las dunas y las dinámicas que esconde este “mar de arena”.
Los vestigios del “miniocéano” que alguna vez hubo en Chihuahua
Según cuenta el doctor Domínguez, las dunas de Samalayuca son los vestigios de la existencia de lo que fue conocido como el “Lago Pluvial Palomas”, que tuvo una extensión de 9 mil kilómetros cuadrados y se extendía por el espacio en el que hoy se encuentran la Sierra de Samalayuca y la Sierra del Presidio, 50 kilómetros al sur de la mancha urbana de Ciudad Juárez.
Domínguez explicó que, en la época del pleistoceno, aproximadamente 12 mil años atrás, en esta región existía un clima muy diferente al que tenemos actualmente: había más humedad y algunas partes del propio Lago Pluvial Palomas funcionaban como un “pequeño océano”, lo que provocó que especies de caballos y hasta grandes perezosos pasearan cómodamente por tierras chihuahuenses.
Sin embargo, con la última glaciación, el clima y las condiciones climáticas cambiaron, provocando que la región cada vez fuera más árida, lo que desencadenó en la desertificación que sucedió después en la zona, que es conocida como “El bolsón de los muertos”.
Entre las actividades que desarrollaba el “miniocéano” se encontraba la acumulación de distintos tipos de sedimento, entre ellos, arena. Una vez que la glaciación modificó el clima de la región, toda la arena se quedó estancada en la parte este de la Sierra de Samalayuca.
A lo largo de miles de años, el viento comenzó a arrastrar la arena que se había acumulado en el lugar. Este movimiento de material se realizó de manera frecuente durante los siguientes miles de años a través de un corredor eólico de aproximadamente 40 kilómetros.
Las mágicas formas de las Dunas
No obstante, toda esa arena que era movida por el viento se encontró con dos obstáculos para seguir su camino: la Sierra de Samalayuca y la Sierra del Presidio.
En este lugar, el viento que llevaba consigo la arena pasaba por las montañas, pero la carga que llevaba consigo no, por lo que toda esa arena comenzó a acumularse poco a poco.
Con el paso de miles de años, aquel lugar se convirtió en lo que hoy conocemos como las Dunas de Samalayuca.
De acuerdo con el doctor Miguel Domínguez, las Dunas de Samalayuca tienen una extensión total de 140 kilómetros y están ubicadas en la parte sur de la Sierra de Samalayuca y la parte suroeste de la Sierra del Presidio.
Las arenas que se encuentran en Samalayuca son las segundas más grandes de la república, después de las ubicadas dentro del Desierto del Altar en Sonora, y tienen dentro de sí especies de flora y fauna endémicas de la zona como el águila real, tuza arenera, puma, lince rojo, entre otros.
Se compone de dos zonas principales: su lado oeste, que es por donde entra la arena a la cuenca ubicada entre la Sierra de Samalayuca y el Presidio y se extiende por poco más de 20 kilómetros, y la zona este, que es donde se concentra la mayor parte del material y donde está la zona turística.
Tiene el desierto seis tipos de dunas
Domínguez destacó que hasta el momento han detectado 6 tipos de dunas: rectilíneas (verticales y horizontales), en forma de estrella, parabólicas, transversales rectilíneas y dreas (o en forma de mega estrella).
Los primeros tipos de dunas son las más pequeñas y abundantes y su acumulación genera retículas, como tableros de ajedrez. Cuándo 4 de estas dunas chocan se forma la duna más rara de encontrar: las de forma de estrella, en este caso, de 4 o 5 picos.
Después, las siguientes dunas más grandes son las parabólicas, que suelen servir como conexión entre unas y otras dunas debido al material anclado que tienen. Las dunas transversales rectilíneas tienen extensiones de algunos cuantos metros y, de acuerdo con Domínguez, componen el “esqueleto” de las Dunas de Samalayuca y se cree que las primeras acumulaciones se hicieron a partir de la formación de estas dunas.
Las últimas, y las que se convirtieron en pesadillas de aquellos primeros exploradores españoles que se atrevieron a adentrarse por este desierto, son las dreas o, descritas en palabras de los primeros colonizadores, “las que parecen que forman un mar de arena”.
Estas grandes extensiones de arena llegan a alcanzar hasta 100 metros de altura y su composición es posible gracias a patrones complejos de viento que les dan su forma y espectacularidad que ha sorprendido a quienes las visitan a lo largo de los siglos.
Área natural protegida, frágil y abandonada
¿Realmente conocemos y cuidamos las Dunas de Samalayuca como deberíamos hacerlo?
Si bien es cierto que la declaratoria de área natural protegida de las Dunas de Samalayuca, obtenida en 2009, trajo consigo muchas políticas que buscan la preservación del espacio, Domínguez lamentó que ese nombramiento no haya traído consigo un estudio a profundidad que evaluara las condiciones en las que se encuentra este lugar.
Consideró que hay algunos inconvenientes: primero, no se conoce la cantidad de arena que hay dentro de las dunas y tampoco se sabe si, con el paso de los años, ha ganado o perdido material acumulado.
Señaló que lo anterior es importante saberlo debido a que en la declaratoria se tienen denominados espacios “de aprovechamiento”, que sirven para extraer la arena y darle distintos usos industriales, así como espacios de “recreación y esparcimiento” que es la zona turística que explotan los ejidatarios aledaños a las arenas de Samalayuca.
Reprochó que es imposible tratar de cuidar y preservar un espacio si ni siquiera se tiene conocimiento de las dinámicas que se viven en su interior.
Además, también recalcó que las dunas son un ecosistema muy frágil. Cualquier alteración que haga el ser un humano puede modificar sus formas casi para siempre, por lo que Domínguez hizo el llamado a tener un máximo respeto por la naturaleza.
La amenaza de los automotores
Puntualizó en que la presencia de vehículos de motor dentro de las dunas causa un enorme daño a las dunas y a los seres vivos que la habitan, por lo que recomendó evitar a toda costa utilizar este transporte al interior, a menos que sea para cuestiones de estudio o de rescate.
El senderismo, acampar, la observación de aves y de la flora y fauna del lugar, así como de las espectaculares vistas estelares que se ofrecen durante la noche, hacen de este espacio un sitio hermoso y que ofrece una experiencia que vale la pena vivir una vez en la vida.
Concluyó en que, si realmente se desea tener una preservación del espacio, es necesario que exista un esfuerzo para conocer las dinámicas de este espacio, cuya belleza, va mucho más allá de ser un simple “lugar bonito” y aún no lo hemos descubierto.
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