Esta es una historia que desgarra el alma, por lo que sucedió y por todas aquellas circunstancias que pudieron haber evitado esta tragedia y que hicieron que los familiares de Lizeth Abril, estudiante asesinada de 14 años, estuvieran en la Sala 15 de Ciudad Judicial, en espera de saber cómo se resuelve la situación judicial de Armando L.C, señalado como el autor de los hechos que están a punto de describirse en la audiencia.
A las 15:00 horas con 13 minutos del martes 24 de septiembre, en el Distrito Judicial Bravos, el Juez de Control da inicio formal a la audiencia de vinculación o no a proceso penal.
Los representantes legales, tanto de la Fiscalía General del Estado, como de la defensa, exponen sus puntos; el primero, señala que hay elementos suficientes para vincular al hombre de 70 años por el delito de feminicidio doloso.
Sin embargo, la defensa se apega al criterio de racionalidad y expresa que en la acusación del Ministerio Público no hay elementos de violencia sexual, criterio esencial para dictaminar el feminicidio, por lo que pide que solamente se vincule por el delito de homicidio doloso.
Los representantes difieren, pero la discusión legal no va más allá y rápidamente se pasa al siguiente punto: la deliberación del juez.
La primera muerte
En este momento, el Juez se dirige a los familiares de la víctima y les indica que por razones de tiempo, no hablará de todas las pruebas que se han presentado, pero sí hará un resumen con los sucesos más importantes que se han dicho en este proceso.
El relato comienza el 6 de septiembre, cuando los padres de la víctima se dan cuenta que la menor de edad, quien se suponía que estaba dentro de su escuela, la Secundaria Técnica 93, la buscan a la hora de salida, pero no la encuentran.
Inmediatamente, el padre inicia una búsqueda por las calles y fraccionamientos aledaños; de la misma forma, el resto de su familia llama a sus compañeros de clase, pero no dan con su paradero.
En los testimonios al Ministerio Público, se refiere que la menor de edad, antes de dirigirse a la escuela, tuvo una discusión acalorada con su madre por mensajes que habían sido encontrados en su celular, que provocaron que la menor fuera a la escuela sin su dispositivo, que se quedó en casa.
Una menor de edad de iniciales G.G.M.C, que rindió su declaración ante las autoridades el 13 de septiembre, indicó que era la “mejor amiga“ y que solía “contarse todo“ con Lizeth.
Ambas iban juntas a la misma secundaria y compartían lugar dentro del camión escolar.
Desde hace un tiempo, la víctima le había dicho que se contactaba con un hombre mayor, con quien se mandaba mensajes sexuales a través de WhatsApp y Tik Tok.
El 6 de septiembre, Lizeth le contó lo que había pasado en su casa, de la discusión con su madre, que le habían descubierto los mensajes que tenía con el hombre.
No solo eso, sino que Lizeth tenía planeado ir a verse con esa persona, que le había dicho que estaba en el centro de la ciudad, y para ello, iba a salirse por la puerta trasera de la secundaria.
Ese mismo día, fue la última vez que vio a Lizeth. Trató de forcejear con ella para evitar que saliera de la escuela, pero el prefecto de la escuela, encargado de la seguridad de los alumnos, las separó y abrió la puerta.
“Deja que haga lo que quiera“, recuerda la menor, y solo vio a Lizeth salir del plantel.
Morir dos veces
El Juez refiere que un testigo identificado como Luis Fernando, en compañía de otros 3 hombres, vio con vida a Lizeth, cerca de la calle Cristóbal Colón de la colonia Zaragoza, aproximadamente a la 1:00 de la tarde del sábado 7 de septiembre.
Ellos eran albañiles que estaban haciendo trabajos, cuando observan a Lizeth que estaba cortando flores en las afueras del domicilio donde se encontraban.
Le gritan y le dicen que deje de cortar flores, lo que en un primer momento asusta a Lizeth, pero después vuelve a acercarse a ellos y les pregunta si le podrían dar información sobre un señor que vivía por ahí.
Luis Fernando señala que le indicaron que eran trabajadores, que no eran de ahí, pero recuerda que les llamó la atención su vestimenta; una niña de 14 años con uniforme escolar, en pleno sábado, y con chupetones en el cuello.
La empezaron a cuestionar sobre por qué tenía su uniforme y los chupetones, a lo que ella respondió que se había peleado con sus padres, y que se escapó de casa.
Les respondió que le había contado a sus padres que era violada por su tío desde los 8 años, pero que ellos no le creyeron y por eso se originó la pelea.
Además, señaló que era víctima de bullying en su escuela y que sus compañeros se burlaban de su frente.
Les aseguró que iba a ir al centro de la ciudad, a pedir trabajo en un club nocturno y que estaba buscando a un hombre mayor “para que le diera la vida que se merece“.
Luis señala que le respondió “que se le hacía muy piratilla“ y que le dijo que mejor se fuera para su casa, que estaba corriendo peligro.
Así fue como la conversación terminó y Lizeth comenzó a alejarse poco a poco de la construcción. Tres horas después, uno de los compañeros de Luis, se da cuenta por redes sociales que la niña con la que acababan de platicar, era buscada por sus familiares.
Morir tres veces
El relato de los hechos continúa con la declaración de un tercer testigo, vecino del imputado desde hace 50 años y que lo vio el domingo 8 de septiembre, a las 11:00 de la mañana, afuera de su casa, en compañía de Lizeth.
El hombre identificado como José Domingo, iba a la tienda por tortillas, cuando saludó como cualquier otro día a Armando, y le preguntó si no quería algo de la tienda.
Este se negó, pero llamó la atención del vecino que Armando estaba al lado de una niña, misma que José reconoció como la que estaba siendo buscada por su familia a través de redes sociales.
El vecino recuerda haberle advertido al imputado que la familia de la joven llevaba días sin comunicarse con ella y le pidió que en cuanto pudiera, avisara a la familia para que dieran con ella.
Armando no dijo nada tras escuchar eso.
El hombre se dirigió a la tienda a cumplir su objetivo y no volvió a ver a la niña ni al hombre.
A la mañana siguiente, otro de sus vecinos, conocido como El Chino, le dijo que iría a la casa de Armando a hacer un pozo, porque le había dicho que supuestamente iba a sembrar un peral.
La cuarta muerte
El cuarto testimonio al que alude el juzgador es de un hombre identificado como Brian, quien rentaba la misma casa en la que vivía Armando.
El hombre era soltero y vivía solo, tenía poco tiempo de haber llegado a la frontera y la mayoría del tiempo se dedicaba a trabajar, apenas y llegaba al domicilio a descansar.
El 7 de septiembre llegó aproximadamente a las 8:00 de la noche y vio a Lizeth, sentada en la mesa y vestida con una camisa blanca, de hombre, que le cubría gran parte del cuerpo.
Armando se la presentó como “una amiga“ que se quedaría en la casa por unos días. Brian intentó saludarla, pero ella bajó la mirada y se puso a comer. No tuvo mayor interacción con ella y se quedó en su cuarto.
El día siguiente volvió a ver a Lizeth, vestida con otra camisa de color verde, la que indica que era de Armando.
El 9 de septiembre ya no vio a Lizeth, pero señala que Armando le dijo que la menor “le iba a ayudar con la limpieza de la casa“.
El 10 y 11 de septiembre, la puerta del cuarto de Armando permaneció totalmente cerrada y tampoco hubo señas de la menor.
En la madrugada del 12, Armando le pide a Brian que salga al patio y ahí es cuando el hombre de 70 años amenaza a su inquilino de no contar nada de lo que pasó.
Brian, con su celular oculto en su pecho, graba la confesión de Armando, quien le dice “ya hice algo, ya me la chingué“ y le advierte que de decir algo a las autoridades, él correría la misma suerte de Lizeth, que ya había sido enterrada en su patio.
En los días posteriores, observa cómo uno de sus vecinos, El Chino, va al domicilio para hacer un hoyo grande en el patio, e incluso menciona que estaban preparando mezcla de cemento para ponerlo encima de donde estaba el cuerpo de la menor.
Finalmente, el hombre se armó de valor y habló a las autoridades, quizá demasiado tarde, a criterio del juzgador.
El 18 de septiembre, personal del área de Criminalística, adscrito a la unidad de Homicidios contra Mujeres por Razones de Género, cumplió una orden de cateo en el domicilio 279 de la calle Cristóbal Colón, en la colonia Zaragoza.
En el patio de la vivienda, encontraron enterrado el cuerpo de Lizeth Abril, quien estaba cubierta con lonas, atada de manos y pies, completamente desnuda y con huellas de violencia en el ojo derecho y en el cuello.
La autopsia determinó que murió asfixiada.
El hombre de 70 años acusado por los hechos, flaco, casi hasta los huesos, con escaso cabello gris, arrugas en cuello, brazos y frente, y que en la mayoría de la audiencia permaneció casi acostado sobre su silla, solamente asiente con la cabeza y acepta el auto de vinculación a proceso por el delito de feminicidio doloso que acaba de declararse en su contra.
Las lágrimas que no corrieron
Los familiares de Lizeth, no lloran, aguantan el semblante durante la mayoría del juicio, pero eso no quiere decir que no les haya afectado lo que acaba de contarse en esta sala.
Su respiración es agitada, como si con cada testimonio les clavaran una daga en el corazón, sus mejillas y narices están enrojecidas y en su rostro, el dolor de conocer los últimos días de cómo vivió su querida Lizeth.
El Juez de Control, hace énfasis en que esta es una tragedia que pudo haberse evitado, hasta en cuatro ocasiones, distintas personas pudieron haber cambiado el rumbo de esta historia, pero culpó al creciente desinterés social, presente en la mayoría de la sociedad juarense, como el principal culpable de esta trágico desenlace.