La presidente Claudia Sheinbaum anunció ayer una prórroga a los aranceles que Estados Unidos impondría a México. Y aunque la noticia llegó con tono triunfalista, el fondo huele más a incertidumbre que a éxito.
La iniciativa privada en Ciudad Juárez —esa que sabe cuándo el aire cambia y la economía se resiente— recibió la noticia con la misma mezcla de alivio y desconfianza que uno siente cuando el médico dice: “no es cáncer… todavía”.
El representante del Consejo Coordinador Empresarial, Rogelio González Alcocer, lo resumió sin adornos: “Sí puede servir para seguir trabajando, pero no deja de haber incertidumbre”. Esa frase es el retrato perfecto del momento que vivimos: trabajar se puede, pero planear no tanto.
Mientras tanto, al norte del río Bravo, el Gobierno de Estados Unidos cumple 28 días cerrado. Casi un mes de parálisis administrativa en la principal potencia del planeta. Ya es el segundo cierre más largo de su historia. Y si algo enseña la historia, es que cuando Estados Unidos estornuda, México se resfría.
Por ahora —dicen los empresarios— el Consulado sigue operando y las exportaciones no se han detenido. Pero el problema no está en lo que pasa hoy, sino en lo que puede pasar mañana. Porque las economías fronterizas, como la nuestra, dependen tanto del flujo comercial como del estado de ánimo del gigante del norte.
La presidenta presume que “vamos bien”. Pero, ¿bien hacia dónde? El país sigue navegando en una niebla arancelaria donde cada negociación parece una prórroga más que una solución. Y mientras tanto, los industriales, exportadores y trabajadores se mantienen en esa posición tan mexicana de esperar que las cosas “se arreglen solas”.
En Ciudad Juárez, la historia de Design Group Americas lo deja claro. La empresa, dedicada a fabricar listones decorativos, operó durante años una planta en la frontera. Fabiola Galicia, una trabajadora con 11 años de antigüedad, llegó a supervisar a 30 personas. En agosto de 2025, la planta cerró sus puertas. Más de 300 empleos se perdieron de golpe.
El motivo —según documentos judiciales— fue directo: la incertidumbre provocada por los aranceles impuestos por Estados Unidos.
Y esa no fue la única. Entre 2023 y 2025, Juárez perdió más de 64 mil empleos fabriles.
La prórroga que celebra el Gobierno mexicano puede aliviar un poco la presión, pero no resuelve el fondo del problema: la dependencia estructural de una economía que sigue atada a los vaivenes políticos del norte.
Hay que decirlo claro: la prórroga no es victoria, es un compás de espera. Un respiro en medio del ahogo. Y aunque aplaudir el acuerdo suene diplomático, lo prudente sería no confiarse demasiado. Porque la cuerda floja sigue siendo la misma; solo nos dieron unos pasos más antes del vacío. Como ha sido este año. Ahí, el meollo del asunto.
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