César Fierro no ha parado de jugar a la ruleta rusa desde hace 35 años. El juarense es el sentenciado en Estados Unidos con más tiempo en el ‘pabellón de la muerte’. Su historia no sólo provocó una condena mundial sino fue documentada en el filme Los años de Fierro.
El fronterizo que se llevó la infancia en la colonia Chaveña fue culpado el 14 de febrero de 1980 de haber asesinado a un taxista paseño en Ciudad Juárez. El jurado de la Corte de Distrito 171 de El Paso, lo señaló por asalto con agravantes y homicidio.
Su hermano Sergio Armando Fierro, entrevistado por Norte Digital, es certero cuando recuerda los momentos de su infancia junto a César.
“Mi hermano era el menos desmadrozo, siempre nos regañaba cuando hacíamos cosas malas, sí era vago como todos en la colonia, pero no era malo”, relata Sergio que sobrevive a sus 56 años con la venta de dulces en el exterior de las tiendas de autoservicio de la Gómez Morín.
Sergio conoce la historia legal casi a la perfección y así arroja sus dardos a los círculos de la memoria.
Todo cambió, dice, un año antes de que fuera sentenciado, el 27 de febrero de 1979. El taxista paseño Juan Nicolás Castaño cruzó por uno de los puentes internacionales hacia esta ciudad. Con él viajaba un cliente que desenfundó una Magnun .357 y le disparó en la cabeza.
“Un agente de El Paso de apellido Medrano traía el caso y llevaba cinco meses de no dar con el responsable y la neta que ya se le había caído el caso, pero un menor que supuestamente escuchó la detonación del arma y que estaba peleado con mi carnal, señaló a César como el que disparó y mató al taxista”, añade.
En aquel tiempo, agrega, Refugio Ruvalcaba era el comandante en la Judicial del Estado.
“Él ordenó a unos agentes detuvieran y torturaran a mi mamá y hermanas”, recuerda mientras aprieta las manos para resistir el enojo atorado en la garganta.
De acuerdo a archivos periodísticos, esos agentes a cargo de Ruvalcaba fueron Fidel Padilla, Salvador Siller y Salvador Osuna.
“Le enseñaron una fotografía al chamaco y luego luego dijo que había sido mi hermano, pero lo cierto fue que lo presionaron mucho, después entre sus amigos corrió el rumor que había sido amenazado”, dice en voz baja.
‘Es inocente’
El agente investigador norteamericano murió en 1994, no sin antes dejar una carta en la que admitía que cuando tenía detenido a César Fierro en El Paso, recibió una notificación del equipo de Ruvalcaba sobre la retención de la madre del detenido, así como sus hermanas.
Eso trajo como consecuencia varias tragedias. La mamá enfermó y murió. Sus hermanos corrieron con la misma suerte.
“El único que sobrevive soy yo. A mi edad nadie me da trabajo y me tengo que valer por lo que hago. Gracias a Dios, los dulces que vendo me ayudan para irla pasando y mucha gente me regala ropa”, narra Sergio.
El problema es que a veces no hay ni para un burrito y es cuando el mundo se le viene encima a Sergio.
“Yo estuve en un albergue, pero como todavía no cumplo 60 años, me sacaron de ahí y pues a veces me quedo en un camioncito, ahí en la Gómez Morín”, relata al tiempo que la voz y los ojos se le entristecen.
Mi carnal, recuerda Sergio, ha sufrido mucho y ya se estaba volviendo loco en la cárcel. Ahí se ha enterado de toda nuestra tragedia familiar: la muerte de la jefita y los carnales.
“Mi mamá se llamaba Socorro Reyna y se nos fue en el 2000. Sólo le quedo yo y su hija Cindy (hoy de 36 años) y sus dos nietos”, dice.
Su hija fue producto de un matrimonio que tenía con una mujer al momento de su detención. Su esposa lo abandonó.
Sergio dice que Cindy ya se olvidó de su padre. Ni siquiera le envía cartas a César.
Con la muerte a un lado
La primera vez que Sergio se encontró de frente con la muerte, fue el 15 de febrero de 1994 en la cárcel de Elis Unit de Huntsville, Texas, a una hora de Houston. Ahí es el preso número 650 del ‘pabellón de la muerte’.
En fue la fecha marcada para ejecución. Desde entonces ha sucedido lo mismo 17 ocasiones.
“Mi hermano vive un infierno, pues sólo hay que imaginar lo que está sufriendo, mi hermano ya se estaba volviendo loco”, explica.
En 1994, Francisco González, entonces cónsul de México en El Paso, anunció que la Corte de Apelaciones en Austin pospuso indefinidamente su ejecución tras valorar que su confesión fue producto de un procedimiento ilegal.
Esa locura de la que habla Sergio mientras el alma se le parte en dos, es muy real. En 1997, luego de que por enésima vez se le suspendiera su ejecución, comenzó con los primeros síntomas de locura.
En el 2003 su condición física y mental se fue abajo. Los estudios que le hicieron arrojaron una profunda depresión y síntomas de locura.
Hoy doce años después “mi hermano repite mucho las cosas cuando me manda cartas y me dice que lo mio es el trabajo, porque esa locura también es mia, porque esa mentira que nos arrebató a mi hermano y lo tiene condenado a muerte desde hace 36 años, es nuestra locura, fue la que desmadró toda nuestra familia”, finaliza Sergio entre lágrimas.