El escritor italiano Italo Calvino (1923-1985) señaló que la Revolución mexicana se había asimilado porque ya era capaz de tener su parodia, como la había escrito Jorge Ibargüengoitia (1928-1983) en Los relámpagos de agosto (1964), novela con la que ganó el premio Casa de las Américas. El estilo y humor de este escritor guanajuatense se deja leer en otras de sus obras, como el cuentario La ley de Herodes (1967) o la obra teatral El atentado (1978).
Precisamente quiero hablar de Los relámpagos de agosto para cerrar el mes revolucionario. Ibargüengoitia narra las memorias del General José Guadalupe Arroyo, quien busca limpiar su imagen, debido a que lo envidian por ser un dechado de virtudes, según el propio Arroyo. Desde el inicio se asientan las claves de lectura de esta novela, mismas que dan risa y no porque son las claves de los políticos que tenemos apenas terminada la Revolución Mexicana hasta la actualidad.
Ibargüengoitia se basa en las delirantes memorias de personajes como Juan Gualberto Amaya (véase que coinciden las iniciales) y del mismísimo Álvaro Obregón y sus ocho mil kilómetros en campaña. Y digo delirantes porque luego de leer Los relámpagos de agosto ya es imposible no leerlas bajo esos códigos de la parodia y la sátira. La alta estima que se tiene el general Arroyo y la grandilocuencia de su discurso es lo que podemos encontrar en cualquier sitio, portal o noticiero que presente contenido de política.
Como digo, Ibargüengoitia presenta las memorias del General Arroyo, quien en primera persona da cuenta de sus desventuras, de los mandobles que le propina la fortuna, acompañados de las envidias que le acarrean su buena educación y refinamiento, que aunque han dicho que no tiene estudios, “terminé la Primaria hasta con elogios de los maestros”. Cuando muere el Caudillo o el General González, la viuda le dice que el difunto quería regalarle su reloj, pero ella no lo encuentra, entonces el General Arroyo piensa que alguno de los presentes al funeral se lo ha robado, ya que es algo común en la clase política. Ya le habían robado su pistola en el tren y ahora esto.
Esa es la política que vivimos, llena de traidores, ladrones y pusilánimes, como se expresan de los legisladores mientras planean el golpe de Estado. Sin duda esta es una de las grandes novelas del Siglo XX mexicano y no ha perdido vigencia, para bien y para mal.
*Los comentarios del autor son responsabilidad suya y no necesariamente reflejan la visión del medio
![](https://nortedigital.mx/wp-content/uploads/2023/03/boletin.jpg)