Durante algún tiempo denostó o se ignoró la novela latinoamericana del siglo XIX, solo tenemos algunos títulos que se han salvado del olvido, pero de todas formas se toman como obras sencillas, cursis y medianamente memorables. Sin embargo, en su ensayo de La novela latinoamericana, Carlos Fuentes destaca Memorias póstumas de Bras Cubas (1880) escrita por Joaquim Machado de Assis (Río de Janeiro, 1839-1908).
Este escritor dirigió periódicos, fue el primer presidente de la Academia Brasileira de Letras, escribió cuento y novela, entre las que destacan Quincas Borba (1891) y Don Casmurro (1899).
Me gustaría resaltar algunos aspectos de Memorias póstumas de Bras Cubas para que le echen un ojo y se pasen un excelente tiempo de lectura.
Esta novela es un juego literario muy ingenioso y entretenido. Se trata de la historia narrada por un difunto, lo leyeron bien, desde el inicio dice que son las memorias no de un escritor muerto, sino de un difunto que se ha puesto a escribir y dedica su obra al primer gusano que royó sus huesos.
La novela está compuesta por capítulos que muchas de las veces son apenas fragmentos, lo que podría darnos una idea de la minificción, por ejemplo, en el capítulo “LV. El viejo diálogo de Adán y Eva” se desarrollo de esta forma:
Blas Cubas:
¿……?
Virgilia:
…….
Este capítulo es una página solamente escrita de esa forma. Hay una constante apelación al lector, y este tiene sentido si recordamos que la novela se publicó por entregas, entonces, se dejaba cierto enigma, pero el mismo Machado jugaba con estas convenciones porque de pronto pasaba a otros asuntos porque decía que era suficiente por el momento.
En la obra nos enteramos de la vida de Bras (o Blas) Cubas desde su muerte y luego se va al origen de la familia, su vida como niño y como estudiante, así como de sus amores. No se trata de una vida ejemplar ni mucho menos, pero no deja de ser divertida. Y dentro del humor que maneja, hay momentos muy profundos como el que se ubica casi al final del capítulo “VII. El delirio” en el que se desarrolla una idea como la del “El Aleph” de Borges, un pasaje en que se pueden apreciar todos los tiempos, la historia de los seres humanos y de la imaginación en un solo momento, como un relámpago; sin embargo, el argentino nunca reconoció esta fusilada. Es una novela, entonces, que bien vale la pena.
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