De entre todos los lugares de diversión, había una esquina, en la Ugarte y Mariscal, donde la vida nocturna cobró un alto nivel, al encontrarse en ese sector uno de los cabarets de más alto renombre, reconocido como uno de los mejores a nivel internacional: La Fiesta.
Inaugurado en 1954 por los hermanos Valle, ese salón tuvo entre sus paredes a lo más selecto de la sociedad como clientela, y en él se presentaron artistas de renombre, tanto nacionales como foráneos.
Sin embargo, hubo una década antes, otro espacio, a penas a unos metros de La Fiesta, de donde se originaron los recursos para construir ese lugar: El Guadalajara de Noche.

Empezar desde abajo
Después de haber sido rechazados para ingresar a los Estados Unidos, los hermanos Mariano y Efrén Valle, originarios de Puebla, se encontraron de repente sin nada, en medio de la calle.
Era el año de 1943, cuando al regresar de Estados Unidos, donde habían estado trabajando como braceros, los hermanos Valle se fueron hasta México, pero ya no se ubicaron allá y decidieron regresar y cruzar nuevamente la frontera para trabajar donde habían estado.
“Pero al llegar a migración ya no pudieron documentar por algo que les faltaba, se regresaron y ahí andaban por la Juárez y la Mariscal”, recuerda el periodista y escritor, especialista en la vida nocturna juarense de antaño, Emilio Gutiérrez de Alba.
El autor de el libro “La Fiesta” cuenta a NORTE cómo fue que el emporio creado por la familia Valle surgió con solo tres botellas de licor y la visión de convertir esa esquina en el lugar más distinguido de la ciudad.
“Mariano Valle era muy observador, y una tarde que estaban en la esquina nororiente de Mariscal y Ugarte él estaba viendo el movimiento de soldados que entraban y salían, pasaban y calculó cuántas cervezas o tragos compuestos podía tomar cada uno de aquellos soldados, pagados o cobrados en dólares”, dijo.
Mariano era un hombre de talento empresarial quien encontró la respuesta de su futuro al recargarse en la pared, donde había un cartelón que anunciaba la renta del bodegón ubicado en la esquina que se encontraba.
“Rentaron ese local, se compraron tres botellas de licor y esa misma tarde por una ventanita que daba a la mariscal comenzaron a vender por copeo”, mencionó.
Al día siguiente compraron seis botellas y así empezaron a ganar clientela. Luego colocaron dos mesas plegadizas con sus respectivas sillas y al paso de unas semanas abrieron la puerta que daba hacia la Ugarte, donde los clientes más frecuentes le comenzaron a llamar “El Lugarcito”, narró el escritor.
“Una de esas tardes llegan dos hermosas muchachas y preguntan ‘¿qué es aquí, cómo se llama aquí?’ y Mariano que estaba en la puerta les dice al vuelo ‘¡Es Guadalajara de Noche!’, allí inventó y quedó para la posteridad el nombre del lugar”, aseguró.
Era tal la clientela que tenían que para 1950 que los Valle contaban con el capital suficiente para comprar el terreno de la esquina norponiente, baldío en el que Mariano vaticinó: “Voy a construir algo nunca visto, un negocio para un cabaret, centro nocturno como no se ha visto en ningún lugar”.
Fue así que mandó construir el que por muchos años fue centro nocturno más famoso a nivel internacional La Fiesta, que fue inaugurado el 9 de octubre de 1954, comentó Gutiérrez de Alba.

Nuevos tiempos
Los siguientes dos años a la apertura de La Fiesta, el Guadalajara de Noche siguió manejado por Mariano Valle mientras que el cabaret fue operado por su hermano Efrén.
En 1956 el Guadalajara fue vendido a Roberto Moya, quien continuó con otra larga época siendo un lugar popular con mucho turismo donde no se requería de la formalidad de La Fiesta para ingresar.
“En La Fiesta era reglamentario llegar en coche con chofer, los varones con traje, las damas de largo y contar con la reservación previa; en cambio, en el Guadalajara entraban los uniformados, no había necesidad de entrar tan formal, algunos acudían a este lugar a cenar cuando terminaban el espectáculo en el gran salón”, comentó Emilio Gutiérrez.

Cambios, cierres y actualidad
El Guadalajara de Noche fue considerado por muchos contemporáneos de la época como “La madre de La Fiesta”, ya que este lugar proveyó a los hermanos Valle para crear una de las joyas arquitectónicas en materia de centros de espectáculos con los que contó la ciudad.
Sin embargo, pese a su importancia y belleza histórica, la ausencia de clientela en La Fiesta, las devaluaciones y el abandono de sus propietarios terminaron por llevarle al cierre a mediados de la década de 1970.
Después de funcionar con distintos giros, principalmente como mueblería, el inmueble, se encuentra hoy en día abandonado, aun y cuando en varias ocasiones el Gobierno local en turno ha anunciado programas de rescate que sólo terminan en proyectos.
La Fiesta terminó, y en ese lugar donde todo era glamour y riqueza hoy prevalece el polvo y el deterioro. Emilio Gutierrez aún tiene un dejo de esperanza de que tal sitio sea recuperado.
Su opinión es compartida por la doctora en arquitectura Elidé Staines, quien se encargó de elaborar un proyecto para la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez con el que se pretendía la utilización de ese inmueble la creación de un Museo Bioclimático.
“No sabemos qué va a pasar con el proyecto, pero lo importante es que se rescate ese edificio, debido a su importancia en la historia de nuestra ciudad”, apuntó Staines.
Mientras este dilema se aclara, “La Madre de La Fiesta”, el Guadalajara de Noche, aún sigue abierta, solo cambió su identidad y hoy opera como el salón de baile La Nacional.
Allí se ofrece, como en su inicio, tragos económicos y música popular, sitio al que los jornaleros cada tarde acuden, antes de tomar el camión de transporte público que les llevará a casa.


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