Ha pasado más de una semana desde que se celebró el sepelio del pequeño Kevin Daniel Guerrero, de tan solo 10 años de edad.
El mismo funeral después del cual su primo Ángel, de 13 años, cayera desvanecido y convulsionando, para fallecer posteriormente con idénticos síntomas a los de su pequeño pariente, con solo tres días de diferencia.
El diagnóstico que antes de su deceso les hicieron separadamente a los dos pequeños, uno por parte de un pediatra del IMSS y el otro por un especialista del Hospital Infantil, fue que ambos niños murieron por ricketsiosis, enfermedad que las autoridades de salud del estado se resisten a diagnosticar como causal en este caso.
Ambos niños permanecían gran parte del día en casa de su abuela que los cuidaba mientras sus padres trabajaban.
“Su hijo tiene ricketsiosis” fue el diagnóstico que recibió Sandra Contreras, madre de Kevin, cuando llevó a su pequeño hijo a recibir atención urgente a la Clínica 35 del IMSS, por síntomas como calentura, vómitos y diarrea que paulatinamente fueron apagando el brillo de su mirada hasta perder la conciencia y la vida en los desesperados brazos de su madre.
Los estudios, los medicamentos y las inyecciones que fue necesario pagar de su propia bolsa, no pudieron evitar la irremediable partida de su hijo. Así lo expresó ante quienes acudimos para conocer y dar testimonio de su caso.
Antes, hubo que buscar el domicilio del pequeño Kevin, acción que requirió del apoyo de personas que amablemente se ofrecerieron a dar indicaciones y a servir de guía en el recorrido de búsqueda, no sin antes expresar algún motivo de inconformidad, de queja o enojo.
La calle Antonio García es la que da acceso y a la vez divide las etapas 7 y 8 de Riberas del Bravo, una división que no solo es geográfica, sino de gran diferenciación en lo que las acciones de Gobierno están haciendo y dejando de hacer para atenderel gran rezago y los innumerables pendientes que existen en el sector.
La actividad durante la mañana de ese primer jueves de octubre en la etapa 8 constituye algo fuera de lo normal, respecto al paisaje cotidiano.
Brigadas de empleados municipales dedicados por entero a cortar la yerba, a barrer, a recoger desperdicios y, en suma, a tratar de darle al gran parque extendido ubicado entre las calles Ribera de Celaya y Ribera del Real, el perdido toque estético que tuvo en los primeros meses posteriores a la inauguración de la colonia.
Ya frente al domicilio, hubo que esperar a hablar con la madre de Kevin que, desgraciadamente, no se encontraba en ese momento.
El intento es entonces con la abuela de Ángel, quien no desea hablar con nadie del caso, afirmando que la muerte de sus nietos fue debido a un infarto.
A punto de movernos del lugar nos informan que la madre de Kevin acaba de llegar a su casa, lo que nos mueve a acercarnos para solicitar la entrevista, a través de Isabel, vecina del sector.
El dolor de Sandra
Ante la seña de asentimiento, Isabel nos invita a acercarnos. Es entonces cuando finalmente estamos frente a Sandra Contreras, madre que vio morir a su pequeño hijo entre sus brazos.
De llorosa, triste pero a la vez transparente y sincera mirada, resguardada tras el cubrebocas, la madre del menor fallecido hace intentos por exponer su caso.
Sin embargo, las limitantes de su capacidad para expresarse en ese momento, se ven incrementadas por los amagos de sollozo que rondan su pecho, por lo cual su vecina, que conoce bien el caso, acepta ayudarla.
Habitante desde hace 13 años de la etapa ocho de Riberas del Bravo, desde el día del sepelio, Sandra sufre fuertes estragos en su salud física y mental, con crisis y accesos de llanto y un constante dolor de cabeza que va y viene a lo largo del día.
Toda esa sintomatología la atribuye al enorme dolor que le ha atraído la pérdida de quien en vida era una esperanzadora luz de sus ojos.
Nos dice que como empleada de maquiladora, solo recibió cuatro días de gracia laboral para encargarse de los asuntos relativos al sepelio. Ese día tenía que regresar al trabajo.
Pero con su actual estado de salud, la limitante de su dificultad del habla, acrecentada por su condición física y emocional, y teniendo al cuidado una hija de cinco años con discapacidad a la que debe dedicarle mayores cuidados, el panorama frente a sí es por ahora difícil de acometer.
La tercera víctima
A la muerte de los dos menores se suma la de un tercer niño no registrado en la contabilización oficial, pero que, de acuerdo a Sandra, la madre de Sandra y otros vecinos, fue también producto de la rickettsiosis.
Un caso idéntico que pone en evidencia el riesgo que actualmente representa la plaga de garrapatas que inunda la zona pese a las frecuentes labores de fumigación.
Una queja recurrente entre los habitantes es la gran cantidad de perros callejeros en la colonia, que son portadores de la garrapata café, bicho que transmite el virus de la rickettsia con su mordedura, y que resulta de difícil erradicación mientras las medidas de salud no contemplen una acción que incluya además la vacunación o tratamiento para los caninos.
La rickettsiosis es una enfermedad que de algunos años a la fecha ha dejado de ser invisibilizada por el sector oficial, siendo vista actualmente como factor de gran preocupación en materia de salud.
Si bien es una afección de la que ahora se reconoce su letalidad, es a la vez elemento al cual se busca en lo posible desviar los reflectores, dada la capacidad de muerte que representa para quien es infectado, y la falta de medidas certeras para enfrentarla de manera efectiva.
Tal es la petición de Sandra a las autoridades. Una petición que incluye como ruego que le sea prestada atención psicológica que le ayude a salir del trance y enfrentar la pérdida de su hijo y el futuro negro y triste que por ahora visualiza. Máxime que en el IMSS lo único que pudieron ofrecerle es una cita con el psicólogo para el mes de diciembre, algo que para entonces pudiera ser irremediablemente tarde.
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