Ya en otro momento les había hablado someramente de Roberto Bolaño (Santiago, Chile, 1953-Barcelona, 2003), pero en esta ocasión me concentraré en su obra más famosa: Los detectives salvajes (1998), con esta novela ganó los premios Herralde y Rómulo Gallegos. Esta obra fue la que le dio la fama internacional, aunque ya era algo conocido, fue este premio el que lo catapultó, incluso el libro ha aparecido en alguna escena cinematográfica.
Los detectives salvajes está dividida en tres partes, la primera y la última se trata del diario que lleva el narrador Juan García Madero, en la primera de ellas da cuenta de cómo conoce a los real visceralistas (término que alude a los infrarrealistas, grupo conformado por el propio Bolaño, Mario Santiago Papasquiaro, José Vicente Anaya, entre otros) y su relación con los líderes del grupo (Ulises Lima y Arturo Belano, alter ego de Bolaño) y sus amigos y conocidos hasta la situación que los obliga a huir de la Ciudad de México hacia Sonora, lo que se cuenta en la última parte.
La segunda parte, la más extensa, por cierto, está compuesta por una serie de testimonios sobre el paradero de los detectives salvajes: Lima y Belano. Estos jóvenes poetas que querían derrotar el reinado de Octavio Paz están buscando a la poeta vanguardista Cesárea Tinajero, quien había pertenecido al grupo de los Estridentistas en algún momento, a quien los jóvenes consideraban como la poeta más importante de la literatura mexicana.
Como vemos, Roberto Bolaño está jugando con aspectos de la narrativa en todo momento. Algo que hay que tener en cuenta es que este escritor conocía como pocos la historia literaria occidental, así que eso lo aprovecha y jala esa agua para su propio molino. Desde el inicio provoca al lector intitulando su novela Los detectives salvajes, haciendo un guiño hacia la novela negra o detectivesca y cuando se comienza a leer se da uno cuenta que se plantea cierto enigma, pero la obra no está en los términos de este tipo de género, sino que parece más bien una búsqueda de juventud, del artista adolescente o de una bildungsroman, aunque tampoco en el marco tradicional.
Otro juego se da con el uso del diario, como parte de estos géneros del yo, sin embargo, tampoco está escrito de forma común, ya que el diario se desdibuja y pareciera que más bien hay un ejercicio de la oralidad en estas partes, es decir, pone en práctica otras herramientas y engaña al lector. Así es toda la novela, conviven personajes ficticios con otros que sí tienen referentes reales. En fin, se trata de un juego literario muy sofisticado y disfrutable que les animo a leer.
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