Por el número de homicidios ocurridos el año pasado -mil 251, equivalentes a una tasa de 85.56 por cada cien mil habitantes- Ciudad Juárez es hoy la quinta urbe más violenta del mundo.
Esa es la triste conclusión del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal A.C. difundida este martes 12 de marzo en medios nacionales.
No importa que haya cuatro ciudades que tuvieron más asesinatos el año pasado: Tijuana, Acapulco, Caracas y Ciudad Victoria. Nada hay que pueda consolar a los juarenses después que habían luchado tanto durante tanto tiempo para dejar atrás la violencia criminal y ahora otra vez el mundo voltea su mirada hacia acá, “paniqueado” por el dato estremecedor.
Hace unos días el fiscal de Chihuahua César Peniche engrosaba la voz en el segundo informe del gobernador Javier Corral, para justificar que la ola de violencia desatada, se debía en parte a que la nueva administración no pactaba con delincuentes ni con corruptos.
La explosión de muerte en cada barrio y en cada plaza de esta frontera, de acuerdo a lo declarado una y otra vez por el propio Corral y sus funcionarios, ha sido siempre resultado de la pugna entre La Linea y el cartel de Sinaloa, por el control del mercado de la droga.
La cantaleta oficial del Estado se quita la barra recordando como disco rallado que más del setenta por ciento de los homicidios, están relacionados con el narcomenudeo o venta de drogas al por menor, que ambos grupos se disputan. Se trata de una actividad ilícita que corresponde perseguir, investigar y sancionar a las autoridades federales, repiten hasta el cansancio.
Y de esas explicaciones reiteradas, ahora las autoridades de los tres niveles de gobierno pasaron a repetir una fórmula traída del pasado: asignaron 600 elementos federales para reforzar los operativos de seguridad y dicen que quieren más.
En los tres primeros meses del 2019 los números ya rebasaron los 240 muertos y el contador sigue repiqueteando.
Ciudad Juárez es destino y ruta para la mariguana, la amapola y el cristal que se producen en la sierra y aquí mismo en los barrios bajos. Pero los decomisos anunciados no incluyen la localización de laboratorios ni bodegas. Apenas lo necesario para alimentar a la prensa y enviar boletines y fotos que justifiquen el presupuesto. Inexistente y atolondrada la estrategia, la ciudad y sus habitantes siguen poniendo los muertos.
Mientras tanto miles de toneladas de droga al año inundan el mercado que alimenta a los consumidores locales y abastece los cargamentos que pasan a los Estados Unidos, para surtir a la demanda más importante del continente.
Por eso no es extraño que mientras el gobernador, el presidente y el alcalde recitan a coro desafinado un “yo no fui, fue teté”, las balas de los delincuentes y narco traficantes sigan disparando los índices de inseguridad hasta ubicar a Juárez -de nuevo- entre las cinco ciudades más violentas del planeta.
Esa cifra no es parte de ninguna campaña de desprestigio. Es apenas un reflejo de la realidad.


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