En esta ciudad los estragos del tiempo golpean y pesan más que en otras ciudades, principalmente a los edificios cuando luego de haber sido icónicos, la población ve como poco a poco caen a pedazos.
Obras magnánimas de arquitectura, pensadas para dar a la ciudad una imagen lujosa, elegante y elevarla hasta la “fama mundial“ han terminado en auténticas casas de terror, que ahora solo atraen leyendas sobre sus terrenos en lugar de atraer a las familias más acomodadas de la frontera, como en su momento fueron planeadas.

La historia del “Juarez Race Track”, mejor conocido como el “Ex-Hipódromo” o “Galgódromo“ fue durante sus primeras tres décadas de vida un ejemplo de que la ciudad podía tener un recinto en el que el lujo y el juego podían convivir de manera armoniosa y exitosa.
Sin embargo, en los siguientes 29 años (30 en 2024) ha sufrido un considerable abandono que ha dejado al edificio prácticamente en ruinas.
De recibir al expresidente Miguel Alemán Valdez a la huelga de trabajadores
En mayo de 1964, el Galgódromo abrió sus puertas con una inauguración de lujo que contó con invitados del más alto nivel que la sociedad juarense pudo encontrar, como el expresidente Miguel Alemán Valdez, el empresario Antonio J. Bermúdez y una cobertura que tuvo eco a nivel nacional.
La tradición de galgos y caballos, que tuvo sus orígenes aquí entre a década de 1910 con la construcción del primer hipódromo cerca de donde actualmente se encuentran los estadios de beisbol Juárez y Carta Blanca, y tuvo su auge entre las décadas de los 70 y 80 con los eventos que se realizaban en este lugar.

Además, este recinto tenía mucho más que ofrecer a los miles de turistas que llegaban a este espacio; bar, cafetería, casa de apuestas, Jockey Club, todo sobre un piso de mármol blanco, edificado por el arquitecto californiano James Byrd que coronó la obra con una elegante rampa en forma de caracol que conecta la planta baja con la alta.
La infraestructura abandonada aún cuenta con un elegante mosaico en la entrada que retrataba el pasado prehispánico del país con la Independencia y la Revolución, mientras que del otro lado, había un pequeño mural de bailarines de distintas partes del país; obras que al día son lo único que permanece intacto del edificio.
En 1994, el empresario de origen filipino, y que posteriormente enfrentó procesos judiciales por delitos fiscales, José Manuel Guardia, tomó la posesión de la concesión del lugar.
Durante los siguientes años, el lugar comenzó a caer en decadencia. Aunque nunca dejó de tener un público fiel, fue perdiendo su popularidad entre la alcurnia juarense. En 2009, el Gobierno Federal decidió quitarle la concesión por distintas irregularidades. Al tomar posesión del recinto, la Policía Federal encontró que los trabajadores del lugar habían comenzado una huelga debido a la falta de pagos de salarios y su liquidación.
Tras años de disputas legales, en 2013 los trabajadores lograron un acuerdo con el Gobierno del estado dirigido por C.D.J (que ahora enfrenta un proceso penal en su contra) en el que 34 ex trabajadores recibieron una compensación por sus años trabajados en el recinto.






VIDEO y FOTOS: Christian Torres
Sin embargo, para el Gobierno Federal nunca fue una opción que el lugar volviera a su función original; proyectos han salido tanto de la iniciativa pública y privada y ninguno ha logrado consolidarse en su totalidad, mientras eso sucede, la estructura del edificio se desmorona poco a poco y solo quedan recuerdos del que fue uno de los sitios más lujosos de esta ciudad.
Los mil y un proyectos sin terminar
En 2011 se le encargó a la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) que hiciera un parque en estos terrenos. En mitad de lo que solía ser la pista de carreras, se instaló una área peatonal, rampas de skateboard, comedor y juegos infantiles, así como una cancha de pasto sintético.
Actualmente, no hay poste de electricidad que permanezca de pie, lo que solían ser toboganes están regados por todo el “parque”. Hay partes del piso que fueron destrozadas, así como los juegos infantiles y aparatos de gimnasio que quedaron.
La cancha de pasto sintético resalta por los enormes espacios en los que quedó deshecha y, por las botellas y basura que se encontró en el lugar, no fue utilizada precisamente por “deportistas“.
Años después, el gobierno de César D. J., se anunció que en este espacio se haría un Centro de Convenciones, pero el proyecto tampoco prosperó. Después dijo que haría un hospital regional, pero solamente se “construyó” un edificio.
Bajo el gobierno de Javier Corral se dijo que no se abandonaría la obra, pero tuvo que llegar el Gobierno Federal con recurso del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) a retomar las obras, en octubre de 2022. Actualmente se espera que los trabajos del hospital concluyan en los primeros meses de 2024.
Aunque en los terrenos aledaños se construyó un campus del Instituto Politécnico Nacional y se puso una empresa desarrolladora de tecnología, la estructura principal del Galgódromo permanece en una sombría incertidumbre.
En 2020, la asociación civil Plan Estratégico de Juárez hizo una consulta pública en la que se propuso un proyecto de rescate de la zona que consistía en la edificación de distintas zonas que tenían como objetivo servir como un espacio público, enarbolar el orgullo juarense, fomentar la salud, la cultura, comercio y hasta una pequeña construcción de una zona habitacional en la zona.
Consulta pública que fue ignorada por los regidores locales y que dejaron en un abandono prácticamente total a esta zona de la ciudad.

Así luce actualmente
Al entrar a este lugar, es complicado imaginar para las nuevas generaciones como se vería en sus mejores épocas. ¿Dónde se apostaba?, ¿De qué color eran las butacas?, ¿El bar estaba arriba o abajo?, ¿Dónde estaban los galgos? Preguntas que solo saben aquellos que disfrutaron de este espacio, porque ahora es un espacio en ruinas.
El olor a putrefacción aumenta conforme comienza el visitante a adentrarse. Las paredes están llenas de murales y grafitis, cada uno con un mensaje más surreal al anterior.
Hay escombros en el piso, vidrios, latas, heces, cadáveres de animales callejeros, toda clase de desechos que uno pueda imaginarse.
Subir a la planta alta es como estar en una zona de guerra. Partes enteras del techo han caído y estar arriba es un temor constante de que la parte que estás pisando comience a desmoronarse sin aviso.

Aquella rampa en forma de caracol, sostenida con cables del techo principal, es quizás la única evidencia que se conserva del arquitecto californiano que realizó en esta frontera, junto con el mosaico que recibía a los visitantes y el mural que los despedía, son las únicas bellezas que le quedan a este espacio.
Podría acusarse al tiempo, a la naturaleza, o a quien se le venga a la mente de ser crueles con un espacio que maravilló a los juarenses por tantos años, pero el hecho real es que el segundo recinto deportivo más viejo de la ciudad está totalmente abandonado, es un triste recordatorio de lo poco que nos importa respetar, cuidar y conservar esos espacios que nos dieron fama y gloria como una ciudad prospera.


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