Aunque la definición que da la Real Academia Española de casa se limita a «edificio para habitar», para Isabel Aguilera es más. Casa no son cuatro paredes. Casa es Riberas del Bravo, su segundo hogar después de haber llegado a Ciudad Juárez hace 39 años. Su trabajo en comunidad y la constante creación de lazos entre sus vecinos también son su casa.
Sus primeros años en Juárez no fueron fáciles. Vivió primero en la colonia Luis Echeverría, al poniente de la ciudad, con un panorama común para cualquier juarense: lomas, calles sin pavimentar, sin luz, sin agua, sin drenaje. Luego, el cambio drástico al otro extremo de la ciudad: Riberas del Bravo.
«A Riveras llegué en 2005. Con mis dos hijos, uno de 4 años y otro de 12, y ahí nació mi hija la menor. Llegué a vivir a la etapa 7, porque yo trabajaba en una empresa maquiladora y los de Infonavit iban y ofrecían las casas a la maquiladora. Nos llevaron en grupo a verlas. Al principio no me gustó. Era muy muy lejos, pero luego una compañera de trabajo se animó. Ella agarró una casa en la misma cuadra que yo y me dijo que me animara y que podíamos ayudarnos».
Se rompen los hilos
Dispuesta a ayudar, y animada por tener un nuevo hogar rodeado de parques, Isabel se instaló, pero pronto las cosas dieron un nuevo giro: la tromba de 2006 solo mostró las costuras de un fraccionamiento cosido con hilos muy endebles.
«Yo recuerdo cómo les dije a mis hijos ‘súbanse a la cama’, y abrí la puerta del patio y la de la calle y veía el agua correr de la cocina al patio. Y las casas empezaron a llenarse de moho. Esa tragedia de alguna manera nos unió, porque entre los vecinos nos pasábamos tips para combatir el moho y recuperar nuestras casas».
De la reconstrucción y del apoyo que les brindó a sus vecinos pasaron dos años y su trabajo de intervención se reforzaría con la llegada de “Gente a favor de la Gente”, con quien recorrió la colonia e inició las capacitaciones necesarias para orientarla a ella y demás vecinas de las otras etapas del fraccionamiento.
Isabel Aguilera: nace una activista
En ese tiempo el grupo, integrado en su mayoría por mujeres, logró gestionar la malla del canal de aguas negras, así como limpiarlo. Además, solicitó un kínder para la etapa 8. Asimismo, trabajó de la mano con la Fundación Tú más Yo, y con Chepaz (Crecimiento Humano y Educación para la Paz, A.C.) para la resolución no violenta de conflictos. Esta última de gran impacto en la comunidad.
“Yo siempre trabaje en la maquila en el tercer turno, así que me daba tiempo para participar en las actividades comunitarias durante el día y en las calles de Riberas las vecinas y vecinos trabajábamos los fines de semana y le dábamos tiempo a las gestiones con las autoridades entre semana martes o jueves”.
Luchar contra la violencia
«Del 2008 al 2010 y 2011 pasaron muchas cosas muy feas. En mi cuadra hubo una masacre mataron a 5 y varios asesinatos a plena luz del día. Vivimos una violencia, muy fea y las unidades de policía no pasaban ni pasan para realizar su labor preventiva”.
En contraste, Isabel relata como los esfuerzos comunitarios competían con este clima de violencia que se acrecentaba en las calles de Riberas del Bravo.
“Es bien bonito. Hubo un tiempo en que éramos tres callecitas que competíamos a ver qué calle se veía más bonita. Embellecíamos la calle y hacíamos verbenas en las tardes y nos juntábamos vecinas y vecinos para organizar celebraciones del 10 de Mayo, la Independencia, Navidad, cualquier fecha era buena. Nos cooperábamos para hacer comida y adornar la calle”.
Comunidad y esperanza
La Red Mesa de Mujeres llegó en 2015 al fraccionamiento y, con quienes la integran, también llegó la posibilidad de trabajar en la capacitación de las defensoras comunitarias.
“Aquí las personas en Riberas del Bravo vienen del sur del país con su cultura de mujeres sumisas que prefieren aguantarse a lo poco que su pareja les lleva, porque no las dejan trabajar (no te dejan ser independiente y sufres violencia). No tienen una red familiar cercana, no conocen la ciudad ni a dónde pedir auxilio. Son golpeadas y les destruyen sus documentos. La importancia de que se capaciten y haya muchas defensoras comunitarias no solo en Riberas, sino en todos lados, es que se pueda identificar a las mujeres que estén pasando por algún tipo de violencia y darles acompañamiento”.
Comunidad y esperanza son dos palabras muy usadas por Isabel Aguilera, quien sabe que su trabajo no ha sido en vano, pues se empeña en que ella y las demás defensoras comunitarias aprendan, sean guiadas y reciban el cobijo de quienes han decidido formarlas.
Isabel Aguilera, una defensora para rato
Después de trabajar 16 años como defensora comunitaria en Riberas del Bravo, Isabel ha decidido continuar con su incansable labor y asegura que hay esperanza si se construyen redes vecinales fuertes.
“Tenemos grupos de Whatsapp y nos saludamos, nos comunicamos, pasamos información reportes, si alguien necesita un medicamento nos movemos a conseguirlo y aquí seguimos hasta que Dios quiera, esperando que todas y todos se animen a participar”.
“No pierdo la esperanza de ver a Riberas de 5 estrellas como esos hoteles muy bonitos. Yo no pierdo la esperanza, porque la gente es muy trabajadora y solidaria. La gente necesita ver que alguien inicia para seguir y por eso yo siempre lo hago. Siempre camino las calles de la comunidad, visito a los vecinos, promuevo actividades, porque creo firmemente que nuestra casa no son cuatro paredes. Riberas es nuestra casa, y es la participación comunitaria la que nos lleva a ser mejores ciudadanas y ciudadanas”.
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