Flotando sobre el río Bravo, el espíritu de María, una madre migrante que murió en el desierto tratando de cruzar la frontera, llegó para abrazar a su hijo Daniel.
No fue un encuentro en el mundo material. Fue un simbolismo usado por la Red Fronteriza de Derechos Humanos, inspirado en un caso real, para dar esperanza a quienes han perdido un ser querido, fallecido en su intento por cruzar la frontera.
María cruzó montañas, ríos, selvas y desiertos para tratar de reunirse con su hijo, pero el duro camino y las medidas restrictivas a ambos lados del bordo fueron más fuertes, dijo el narrador del onceavo evento ‘Abrazos, No Muros’, realizado este sábado en las márgenes del río Bravo.
Mientras se oía la historia en el altavoz, los dos muñecos, uno de rostro moreno y la otra ataviada y maquillada como Catrina, se iban acercando.
Otros participantes movían figuras de mariposas y nopales alrededor. Todo el conjunto era observado por los más de mil asistentes al encuentro transfronterizo, que intenta defender el amor por encima de las divisiones y el odio.
En pocos minutos terminó la fantasía y volvió la realidad. Unas 200 familias bajaron en grupos a un improvisado muelle de madera, para fundirse en un abrazo efímero con sus seres queridos.
La representación de los títeres fue para honrar la memoria de un número nefasto: 176 migrantes muertos en 2024 tratando de pasar al otro lado.
Roberto García, director de la Red Fronteriza de Derechos Humanos, calculó que al ritmo actual, podrían rebasarse las mil muertes de migrantes en toda la frontera.
Frente a representantes de medios de comunicación reunidos sin visa o pasaporte sobre el muelle, donde por unos minutos dejó de existir la división entre ambos países, García dio un posicionamiento duro.
Criticó las políticas antiinmigrantes de Estados Unidos, refiriendo que conforme se han endurecido, sí han conseguido disminuir el número de cruces, pero también han aumentado el número de muertes.
Las playeras rosas y moradas con que se vistieron las familias tenían el número 176 impreso, como un recordatorio triste.
“Ciento setentay seis migrantes muertos en la frontera en 2024, no los olvidaremos”, era la frase impresa en las camisetas.
Del lado de Ciudad Juárez las familias que participarían en el encuentro se reunieron en El Punto desde las 7:00 de la mañana.
Ahí les fueron colocadas pulseras para identificarlos y enseguida abordaron 5 camiones de personal de una empresa maquiladora, que los trasladarían hasta las inmediaciones de la Casa de Adobe.
Algunos adultos mayores llegaron apoyándose en un bastón o con sillas de ruedas, mientras otros iban cargando niños de brazos.
Avanzaron unos kilómetros por el bulevar Bernardo Norzagaray hasta llegar a internarse en la colonia Franja del Río y llegar a unas carpas instaladas entre la Piedra Ojo de Orozco y la Casa de Adobe.
Previamente se había construido un muelle de dos entradas, una bajando por el lado de El Paso y la otra por el lado de Juárez.
José Rodríguez Gutiérrez, un mecánico juarense de 55 años, no veía a su hija desde hacía 17 años. Estaba nervioso antes del encuentro.
¿Qué le diría a su hija si la viera ahora mismo?, se le preguntó. “Que ya se regrese a México”, fue su respuesta.
Antes de que las familias comenzaran a abrazarse, varios ministros religiosos de iglesias cristianas y católicas, pidieron una protección especial –dijeron– para las familias que enfrentan dificultades en la búsqueda de una vida mejor.
“Muestra misericordia a aquellos que viajan en peligro y guíalos a un lugar de seguridad y paz; conforta a quienes están solos y asustados porque sus familias han sido desgarradas por la violencia y la injusticia”, expresó un sacerdote.
Atenta a los discursos estaba Margarita, una mujer que viajó desde Ecatepec, Estado de México, para ver a su hijo, su nuera y sus dos nietos.
Ya eran las 10:00 de la mañana cuando dio inicio el evento de protesta a la orilla del río. Decenas de personas sentadas bajo la sombra de una carpa observaban la escena.
A las 10:28 bajó por el puente de madera el primer grupo de familias, unos minutos después ya estaban abrazados con sus seres queridos en medio del llanto y la alegría, teniendo como fondo dos letreros.
El que estaba en el lado estadounidense decía en español ‘Abrazos, No Muros’ y en el que estaba en el lado mexicano se podía leer ‘Hugs, Not Walls’.
La diferencia entre uno y otro no era solo el idioma. El que colgaba en el lado americano estaba puesto debajo de un largo rollo de alambre de púas.
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