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Infancias olvidadas, las que no celebran el 30 de abril

Aunque este día se festeja a este segmento de la población, no todos sus integrantes tienen la oportunidad de disfrutarlo dada su vulnerabilidad

Por José Estrada | 8:39 am 30 abril, 2025

Ubicada en el poniente de la ciudad, la colonia División del Norte se acomoda en medio de dos de las zonas más conflictivas, según el Observatorio Ciudadano del Fideicomiso para la Competitividad y Seguridad Ciudadana (Ficosec): Aztecas y Granjas de Chapultepec.

Entre sus calles, que son mezcla de tierra y cemento, destaca la ausencia de planeación urbana y desarrollo; aun así, se puede observar a decenas de infantes en sus calles, enfrentando una gran cantidad de carencias, entre ellas, la falta de parques públicos.

Pero no todo está perdido. Enclavado en ese espacio se ubica un lugar donde pueden desarrollar actividades infantiles “normales”, como comer y jugar, aunque sea por un corto lapso.

Dentro del comedor Huellas de Amor, establecido en el 3306 de Privada Pino Suárez, cruce con Gabino Barreda, la directora de la Asociación Civil que lo administra, Vianey Moreno, platica a Norte Digital que los niños de la colonia pueden encontrar ahí alimento y un sitio para convivir, para así, por unos minutos, abstraerse de las problemáticas que padecen en sus hogares.

Fotos: Christian Torres

Los riesgos que acechan

El lugar, dice, resulta un oasis de agua fresca en medio del más inhóspito de los desiertos del municipio de Juárez, donde parte de este segmento de la población enfrenta severos riesgos que afectan su desarrollo, tal como indica la ficha técnica Infancia y Adolescencia en Ciudad Juárez, Chihuahua (Enero 2025), de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim).

Este documento establece, con base en datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), que el municipio de Juárez es, en México, el que tiene la mayor cantidad de defunciones por agresiones entre la población de 0 y 17 años.

Además, ostenta la mayor cantidad de víctimas de defunciones por suicidio entre 10 y 17 años.

En 2020, cuando el Inegi levantó el más reciente Censo, encontró que aquí había una población de 463.1 mil personas entre 0 y 17 años, 227.2 mil eran mujeres y 235.9 mil hombres, lo que representa el 30.6 por ciento de la población total.

Ese mismo año, Juárez era el tercer Municipio del país con mayor población en dicho rango de edad; el 7.4 por ciento de este segmento tenía alguna discapacidad, cifra que corresponde a 34 mil infantes y adolescentes, colocándose como el quinto con mayor población bajo esta condición en este rango de edad.

También, indica el documento de Redim, que el 19.7 por ciento de esa población (91 mil niños y adolescentes) no estaba afiliado a servicios de salud, por lo que el Municipio ocupaba el décimo lugar del país con mayor cantidad sin afiliación a estos servicios.

Los niños que en la actualidad acuden al comedor Huellas de Amor, enfrentan esas y otras condiciones adversas.

Ramiro: Una vida de desafíos

Ramiro tiene 11 años, utiliza pantalonera, sudadera y unos tachones de futbol. Aunque no vaya a un partido, dice que es una de sus actividades favoritas y en la que mayor tiempo invierte; esa es la razón por la que no se los quita.

Su ánimo es contagioso y responde a las preguntas rápidamente, aunque de pronto, cuando tiene que recordar algunas cosas, su mente divaga demasiado; hay muchos detalles de su vida que no recuerda con exactitud.

No es de Ciudad Juárez, su familia proviene de otro lugar, uno que no está en su memoria. Vivía en una casa, pero tuvo que salir de ahí con su familia porque un incendio terminó por consumirla.

Ahí estaban sus papeles de identidad, mismos que fueron destruidos por las llamas. Desde entonces dejó de ir a la escuela porque su familia no tiene la documentación necesaria para inscribirlo.

La última vez que entró a una escuela tenía entre 6 y 7 años. No obstante, sus recuerdos son muy vagos y no puede indicar con exactitud el año o el momento en el que estuvo en un aula, a la que jamás regresó.

Sobre sus padres, menciona que están allá, lejos. Él vive con su abuelo y algunos de sus tíos, a pocas cuadras del comedor. Su día se divide en dos actividades principales: jugar futbol y estudiar la Biblia.

Su conocimiento en el tema religioso va más allá del promedio. Cuando habla de versículos bíblicos, pareciera que su mente se enciende y sus ojos se llenan de alegría. Párrafos completos llegan a su mente, oraciones que hablan de Dios y sus proezas.

Dice una cita correctamente y, cuando está por decir una segunda, la risa y la vergüenza se apoderan de él y prefiere omitir su respuesta.

Asistir al comedor es una actividad muy especial, no solo porque escucha la palabra de Dios, sino también porque viene a convivir con otros niños, incluso forma parte de un equipo de futbol que se acaba de armar.

Sabe que juega de delantero y que su función principal es meter goles, pero le disgusta la manera en la que practican los de su edad, ya que todos se amontonan en el campo y no permiten jugar libremente con la pelota.

Resalta que en el comedor le sirven su comida favorita: espagueti, que come todas las veces que puede ya que no es un platillo que preparen seguido.

Ramiro enfatiza que su sueño es algún día dedicarse a jugar futbol con la selección mexicana, ya que es el único equipo al que recuerda haber visto en la televisión.

Sofía: Falta de aceptación en casa

Sofía llegó a Huellas de Amor cuando tenía 10 años por recomendación de otros amigos con los que jugaba en la calle. Eran los comienzos del comedor cuando fue la primera vez; desde entonces, dice, encontró una familia.

A los 8 años, comenta, le fue detectado el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) que le dificultaba concentrarse en la escuela, entre otras cosas. En su casa, esta situación representó un problema, principalmente con su papá, ya que “era alguien que quería que sacara buenas calificaciones”.

El padecimiento le impedía lograr el objetivo impuesto por su padre, lo que provocó conflictos entre ellos.

Cuando llegó al comedor, encontró un hogar en el que podía ser ella misma y donde no la juzgaban. Con el paso del tiempo, empezó a ganarse el cariño de las encargadas del lugar junto con su madre, quien empezó a acompañarla y a ayudar en la cocina hasta que, finalmente, se convirtió en la “maestra” de los niños.

Al hablar sobre su sueño, Sofía menciona que está enfocada en dos caminos: ser veterinaria por el amor que le tiene a los animales, o criminóloga, ya que le llama la atención la investigación forense y los secretos que hay detrás de esa especialidad.

Sandra: Ausencia de cuidado

Sandra viste pantalón de mezclilla roto, así como una gran cantidad de pulseras de colores que adornan sus muñecas. Lleva varios años asistiendo al comedor, desde que tenía 8. Ahora cursa la secundaria.

Cuenta que vive con su hermano y su padre. Debido a que su tutor trabaja la mayor parte del día, se quedan solos hasta que el adulto regresa a casa.

Debido a esta circunstancia, comenta, se quedan sin supervisión la mayor parte del tiempo.

Recuerda que hace años salía a la calle a jugar con sus vecinos, una tarde se toparon con Vianey, quien los invitó al comedor.

Aceptó porque no tenía otra cosa que hacer o algún otro lugar diferente al que ir.

En Huellas de Amor, menciona, recibe no solo un alimento caliente, sino que también puede convivir con otros niños y “aprender de Dios”, actividad que es de sus favoritas.

Dice sentirse muy a gusto ahí, donde es aceptada. Su padre está de acuerdo con que vengan aquí. “Ni nos dice nada”, afirma.

Al hablar de su sueño de vida, señala que desconoce todo lo que pueda depararle el destino. Sin embargo, enfatiza que desea ser doctora para, algún día, ayudar a la gente.

•⁠ Los nombres de los menores fueron cambiados para proteger su identidad.

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