Con nueve días de festejos a la víspera de la Navidad, las posadas demuestran el fervor católico en cada domicilio donde se adora al Niño Dios.
A pesar de que las posadas son originarias de España con raíces cristianas (según los historiadores datan desde la época de la conquista), con el correr de los siglos se han convertido en nuestras.
Inician el 16 de diciembre y terminan el 24 del mismo mes, conmemoran la interpretación de la trayectoria de José y María buscando refugio antes del nacimiento del niño Dios.
Los nueve días de celebración representan los nueve meses de embarazo en los que María llevo en el vientre a Jesús.
La tradición inicia con una procesión dirigida por los asistentes al convivio representando a María y José, suponiendo que la futura madre va montada en un burro, seguido por otros acompañantes que hacen de ángeles y pastores.
Al acercarse a la casa designada a la primera posada, la gente que eligió estar al exterior de la vivienda comienza a cantar la tradicional letanía llevando cada quien una vela encendida.
Durante ésta los anfitriones de la posada (y otros invitados) se encuentran dentro del domicilio y actúan como los dueños de la casa.
Tanto los anfitriones dentro de la casa como los invitados afuera cantan alternadamente versos de la solicitud de posada y la negación hasta que al fin son bienvenidos a pasar la noche en el tradicional pesebre donde nace Jesús rodeado de ángeles y animales de granja.
Acto seguido, festejando el suceso todos los asistentes a la posada incluyendo a los niños se preparan para romper la tradicional piñata.
Las piñatas en forma de estrella con siete picos forman parte muy importante en la celebración.
Los siete picos representan los siete pecados capitales que deben ser destruidos por el “pecador” (un niño a quien le vendan de los ojos simbolizando la fe ciega).
Uno por uno espera su turno para golpear la piñata, luego cuando les toca tratarán de romperla siendo vendados de los ojos y mareados al darles varias vueltas, después los guían hasta la piñata para ver si su “inocencia” es más fuerte que los avatares de la vida (la pérdida de dirección y la ceguera del odio), los demás cantan la tradicional “Dale, dale, dale no pierdas el tino”.
La piñata llena de dulces es suspendida por una cuerda de algún árbol o techo y cuando finalmente se rompe la piñata los dulces y juguetes que se encuentran en el interior de ésta caen, en ese instante los niños se alegran y corren a recogerlos.
Cabe señalar que quien llega a romper la piñata es considerado un héroe porque es el que provee las “bendiciones” para todos (dulces).
Posteriormente inicia el convivio con platillos y bebidas auténticas de México, el festejo familiar son parte de las posadas.
Aunque ciertas comidas varían de región a región, los platillos tradicionales más comunes son: tamales, chiles rellenos y menudo. En cuanto a las bebidas son: El atole, ponche con piquete y la cerveza.
Al finalizar la fiesta los anfitriones de la posada le obsequian a cada niño una bolsa con más dulces, chocolates, algún juguete y en otras ocasiones con dinero; de aquí se desprende la palabra “aguinaldo”, ese que es tan ansiado cada fin de año.
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