Cuando Rigoberto «Gigio» Estrada -el ídolo juarense en los años 80, con 45 peleas ganadas con su poderosa derecha- se disponía a enfrentar al campeón mundial peso ligero, la injusticia se encargó de noquearlo antes.
Vapuleado por los promotores a lo largo de su carrera boxística y derrotado, no por los rivales en el ring, terminó por derribarlo definitivamente la entonces Procuraduría de Justicia del Estado (PJE). Prácticamente se negó a castigar a sus explotadores.
Fue en 1985 cuando Estrada ya no pudo más y acudió a interponer una denuncia contra su expromotor Reginaldo Kuchle. La denuncia la rechazó el Supremo Tribunal de Justicia del Estado, porque la Procuraduría, a cargo de Mauro Antonio Rodríguez Leggi, no formuló acusaciones.
Lo escandaloso es que existía, por lo menos, un delito plenamente acreditado por el viejo Departamento de Averiguaciones Previas, por falsificación de firmas y documentos. Incluso el reconocido ante las autoridades que se encargaron de validar el caso.
Historia de golpes bajos al campeón juarense
La del púgil, que en ese tiempo ya era un ídolo entre los juarenses, es una historia de golpes bajos. Está entretejida con el abuso de pelear en condiciones de salud adversas, víctima de cuantiosos fraudes, falsificación de dictámenes médicos y hasta con presiones políticas.
Todas las faltas: golpes abajo de la línea de calzón, amarres a la cabeza y puñetazos por la espalda, son símiles de las trapacerías legales que el peleador padeció y que terminaron con su fulgurante carrera boxística. El Gigio era poseedor de un fino juego de gimnasia en sus piernas y una mano derecha imbatible.
En la denuncia, donde se exigía el pago de más de 21 millones de pesos estafados a lo largo de las 45 peleas profesionales, Gigio incluía los peritajes del Departamento de Averiguaciones Previas, en los que se detectó la falsificación de firmas de él y de su entrenador.
Todas las pruebas… nada ocurrió
Con las firmas, Reginaldo –sobrino del exgobernador Oscar Ornelas Kuchle- engañó a la Comisiones de Box del DF y de la ciudad. Por su parte, los directivos reconocieron el engaño, pero no sucedió nada.
Los peritos Raúl Ogaz Cervantes y Alejandro Domínguez Robles, del Departamento de Identificación Criminal, a cargo del doctor Hernán Cavazos Hermosillo, confirmaron también la falsificación de unas radiografías. Pretendían ocultar cinco fracturas en la poderosa mano derecha del púgil.
Las radiografías fueron tomadas a la mano de Reginaldo Kuchle, que fue las que presentaron ante la Comisión de Box, entonces encabezada por el doctor Jesús Escareño Torres, para que se permitiera la pelea del Gigio ante el campeón mundial peso ligero, Jorge Ramírez.
Por la influencia de los lazos consanguíneos del denunciado con el exgobernador Ornelas, la denuncia no solo permaneció “congelada” por mucho tiempo. Al final fue denegada por José Alberto Vásquez Quintero, juez Tercero de lo Penal en esta ciudad y turnada al Supremo Tribunal.
El juez Vásquez Quintero alegó que los manejos realizados por el promotor eran del conocimiento del peleador y que se realizaban bajo su consentimiento.
Solo traiciones
Por su parte, el Gigio aseguró que desde que inició su carrera -en 1975- confió en la promesa de Kuchle de que administraría sus ganancias.
Las actuaciones en el ring se hicieron una tras otra, pero Kuchle mantuvo en secreto las grandes bolsas que se cobraban por las peleas:
“Únicamente me daba algo de lana antes de cada pleito. Nunca me pagó cuando terminaban los combates”, declaró entonces el ídolo juarense ante la autoridad. Posteriormente hizo lo mismo ante medios de comunicación locales y nacionales.
En esas mismas fechas un grupo de penalistas locales, entrevistados sobre el tema, dijeron que no existía precedente en el que el procurador de Justicia se desistiera de realizar cargos, por encima de las pruebas presentadas por Averiguaciones Previas.
Retirado del boxeo en 1987, dedicado a un modesto empleo como “office boy” en las oficinas de la presidencia municipal, sin recursos económicos, el Gigio Estrada recibió el último uppercut de la injusticia que lo mandó a la lona para siempre.
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