Una mujer víctima de violación cuando era niña alzó la voz en la penumbra.
Sus compañeras le hicieron coro a consignas, vestidas todas de negro con sombreros oscuros y listones morados.
“Así como es de violatorio este acto lo quisimos representar”, dijo la mujer al micrófono y enseguida hizo un cuestionamiento.
“¿Por qué no hablar que este acto aberrante es también denigrante, perversión, falta a la moral, falta a la dignidad, falta a la vida, a la verdadera vida?”.
“Todos esos matices también quedan en la oscuridad, en la falta de integridad y en el daño perenne a quienes lo vivimos”, enfatizó, ella también víctima de violación en su niñez.

Algo en el aire sabía como a impotencia por ver el desarrollo de los acontecimientos en el juicio oral que se inició hace dos semanas contra el padre Aristeo.
Su obra social, su prestigio en la comunidad, su autoproclamada inocencia ante las cámaras de una televisora local, fueron los argumentos usados como estrategia mediática por su abogado, el exsecretario del ayuntamiento, Maclovio Murillo.
Todo un aparato de poder para proteger al presunto pederasta, reprochó la Red Mesa de Mujeres, al hacerse públicos los planteamientos de Murillo.
«La huella de los actos viles de un hombre a una niña o un niño…»
En el centro de la representación realizada el viernes en el parque memorial del campo algodonero, denominada “Iluminemos el camino a la justicia”, una marioneta vestida con sotana fue sentada con una muñeca en sus piernas.
Otros peluches y veladoras se colocaron alrededor.

Así representaron las activistas el abuso presuntamente perpetrado por el sacerdote en la parroquia Santa María de la Montaña.
La del violador es una hebra maligna que se perpetúa en el cuerpo dejando una memoria biológica que arde al respirar, dice y hace una pausa la oradora.
“¿Cuántas niñas, cuántos niños sufrimos la violencia sexual que se disuelve en el eco sordo de un alarido del perpetrador ante el acto de mancillarnos?”, se pregunta mientras el viento helado de las siete de la tarde mueve las cartulinas colgadas con consignas de protesta.

Para quienes son víctimas de ese delito, dice, el acto sexual queda “ferozmente atado” a un acto perverso de violación.
“Reaparece no solo en la infancia, en la edad adulta, en toda la vida. Se recuerda, se vive, se queda vibrando en el alma, nos vuelve miserables, inservibles, carentes de voluntad, de fuerza interior para vivir”.
Sus palabras son crudas, pero hay que seguir escuchando:
“Nos duele ser madres, nos duele ser mujeres, nos duele nuestra infancia, nos duele la vida. Eso es vivir con la huella de unos actos viles de un hombre mayor a una niña o a un niño”.
«¡Ni una impunidad más!»
Conforme avanza la vigilia el tono de la hablante se torna en reclamo al sacerdote que hoy permanece en un asilo bajo prisión domiciliaria.
“Por favor no use el nombre de Dios en vano. Las obras de caridad no reparan el daño, en este caso solo conmueven al pusilánime… ¡Justicia!”, reprocha.
“Se le defiende como si fuera válido esconderse en una misión de amor a la humanidad trasgrediendo la necesaria existencia de la espiritualidad”.

“(Usted) Se convirtió en un malhechor ante su comunidad. Sus obras de benevolencia están fincadas en esta oscuridad. Podemos comprender la fragilidad humana, pero jamás la impunidad”, reclama.
Termina el testimonio y las mujeres presentes se unen en gritos exigiendo memoria, verdad y justicia.
Una canción entonada por una voz joven que sobresale al grupo lanza un verso lleno de rebeldía: que respeten nuestro cuerpo, que respeten nuestra voz, que respeten mi deseo cuando yo digo que no, que no me levanten la mano ni me levanten la voz.
Mientras la prensa que acudió a cubrir el acto se aleja del lugar, un último grito se alcanza a escuchar.
“¡Ni una impunidad más, ni una impunidad más!”, demanda.
El lunes 22 de febrero continuará la audiencia en el juicio por la presunta violación y abuso de un sacerdote en perjuicio de una niña.
Las organizaciones agrupadas en la Red Mesa de Mujeres citaron para una manifestación afuera de los juzgados a partir de las 8:00 de la mañana.
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