Juárez se ha convertido en una ciudad de paso, donde toda la economía gira en torno a que las maquiladoras obtengan ventajas para la competencia comercial en los Estados Unidos.
Aquí no existen planes de desarrollo urbano en los que se obligue a los empresarios y desarrolladores, a cumplir con mínimas condiciones de equipamiento en los fraccionamientos. A ellos solo les interesa ganar dinero.
Ese diagnóstico es expuesto por el urbanista y profesor investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), Andreu Marfull Pujadas, en una conversación con Norte Digital vía remota, desde Barcelona, donde actualmente realiza una investigación en año sabático.

Autor del libro “Urbanismo en el sur global, la plusvalía del suelo y su gestión en perspectiva”, Marfull Pujadas habla sin vaguedades del problema de dispersión y falta de planeación que padece esta frontera, a la que describe como una ciudad provisional, no pensada para hacer un proyecto de vida.
“Solo es una ciudad de paso, de encuentro, donde mucha gente viene de otras partes de México y de otros países del mundo y en la que existen fuertes intereses políticos, empresariales y económicos alrededor de sacar dinero de la inversión extranjera internacional”, expresa.
Esa industria extranjera -plantea- solo busca colocar fábricas de maquiladoras, para luego acceder a condiciones de ventaja económica en el mercado de los Estados Unidos de América.
Esto es un factor que limita mucho tomarse en serio a la ciudad, que haya programas de Gobierno y un compromiso real con el desarrollo urbano, desde el Instituto Municipal de Planeación de Investigación y Planeación del Ciudad Juárez (IMIP), añade.
De acuerdo con Marfull Pujadas, hay factores de tipo legal que facilitan y favorecen esta situación en toda la frontera de México y en todo el país; por ejemplo, que desde la Ley General de Asentamientos Humanos, no se establecen las condiciones para que aquí en la ciudad se pueda planificar un modelo razonable.

Afirma que se deja que todas las ciudades mexicanas hagan lo que quieran con sus institutos de planeación, que destinen los recursos que crean más convenientes, es decir, no hay realmente disciplina desde el gobierno central.
Pero eso no significa -advierte- que no debieran tenerla.
Debería haber una autonomía técnica avalada y controlada por los estados y por la Federación, que empodere a dichos institutos -en el caso de Juárez, al IMIP- a través de definir sus competencias
Pero en la práctica, el Ayuntamiento y el IMIP son lo mismo, aunque técnicamente se presenten como dos instituciones separadas, una de algún modo controla a la otra, señala.
De acuerdo con Marfull Pujadas, la planificación bien entendida, es aquella capaz de definir una idea de ciudad con su sistema público, plazas, calles, equipamientos públicos y demás, que luego dejen espacio para el sector privado y todo lo demás.
Que no haya una política pública significa que se hacen las cosas como si la idea de ciudad se pudiera hacer sola.

En ese sentido -plantea- Juárez es una ciudad que no tiene ideas, “solamente son casitas”.
Por esa falta de planeación, sostiene, aquí hay problemas de todo tipo, como bajo aprovechamiento del suelo, desconexión para su movilidad y servicios públicos deficientes.
“Todo eso ocurre por entregar literalmente al sector privado, el desarrollo de la idea pública, con una visión neoliberal; eso pasa cuando renuncias a planificar”, afirma.
De acuerdo con el urbanista, la dotación de infraestructura asociada al desarrollo urbano, no se ejecuta debidamente, por falta de recursos y falta de disciplina institucional.
Marfull Pujadas sostiene que el desorden inicia en el Municipio, donde se aprueban los planes, se comparte la culpa y en la práctica, nadie se hace responsable de ello.
“No debería de ser el sector privado quien resolviese estos temas, estos temas deberían de ser de interés público y debería de haber fondos públicos para gestionar todas estas necesidades”, comenta.
“El sector privado no resuelve bien, aunque te digan que lo tienen todo en cuenta, lo cierto es que ellos solo quieren ganar dinero”, agrega.
Señala que debe haber una estructura de leyes, normas y reglamentos que trabajen con la intención de garantizar que se planifique el desarrollo urbano, porque en la realidad no se planifica, se va haciendo sobre la marcha o a posteriori.
Es decir, es una planeación que no planifica, no tienen ni siquiera una carta urbana que es un documento donde se define dónde irán los equipamientos y cómo será el sistema de calles menores que articulan los espacios y definen las parcelas, los lotes que se van a desarrollar, etcétera.

Contrario a esto -razona- la normatividad de esta carta urbana en Juárez es ambigua, y permite hacer prácticamente cualquier cosa.
Tampoco dice la ley dónde colocar y cómo entender las cesiones obligatorias de suelo para zonas verdes y equipamientos; lo mezcla todo, mientras que el desarrollador si se puede ahorrar dinero, pues va a intentar hacer todo lo posible, apunta.
En ese sentido expresa que no se debiera especular con el suelo, ni entregar terrenos que están a las afueras de la ciudad, como un suelo que debería de servir.
Por eso se requiere una voluntad política que vea en la planificación, una buena inversión, porque la idea es que al planificar se puedan establecer los lineamientos de cada desarrollo urbano de la ciudad con más precisión.
También, a través de un debate que promueva una determinada idea pública o un desarrollo mejor al que existe actualmente, que sea capaz de ponerle un valor al terreno que se desarrolla y al coste que se va a necesitar invertir para ese desarrollo, de modo que garantice que es viable técnicamente, indica.
De este valor, que se entiende que debe de ser positivo, agrega, debe tener la capacidad de transferir parte de este lucro a las zonas donde la plusvalía es muy baja y generar también la capacidad de crear dotaciones de suelo bien localizado para quien más lo necesita.
El autor refiere que todo esto ya existe en otras ciudades y otros países, como Colombia, Argentina y en toda Europa, donde está muy incorporado a la cultura y a la idea de lo público; es decir, los vecinos, las empresas y los gobiernos están acostumbrados a trabajar desde un punto de vista del interés común.

Insiste que el desarrollador siempre busca en dónde está el negocio más lucrativo, esto es aquí y en todas partes; quien no tiene recursos tiene que ir a lugares recónditos, luego viene alguien que le dice que tiene que pagar dinero para poder estar allí.
Al final, se hace también un intercambio de dinero, o sea, se construye una ciudad.
La Dirección de Asentamientos Humanos del Municipio de Juárez debiera negociar con la federación para obtener recursos para, a posteriori, ir a estas zonas, regularizarlas, darles electricidad, ponerles concreto, pavimento y con un poco de suerte también, como mínimo, una escuela primaria y alguna zona verde para el ocio.
En su libro, el autor descubre las carencias que se viven en Juárez, a la que describe como una ciudad neoliberal con pocos recursos públicos para bienestar social y también para la ciudad misma.
Además, tiene limitaciones que hacen muy difícil implementar políticas que en Europa, en Occidente, son mucho más viables porque hay dinero, recursos y programas políticos asociados a esos recursos que lo hacen posible.
“Me doy cuenta que este fenómeno, la pobreza, la falta de recursos, la desigualdad, las bolsas de miseria y desorden urbano, no es algo que le ocurra solamente a Ciudad Juárez”, aclara.
Cuestionado sobre si la ciudad está rebasada para atender las necesidades de los ciudadanos, responde tajante: “No cabe ninguna duda que es así”.
En el norte -dice- hay más dinero y esto permite planificar esta riqueza para el bienestar común y hacer un programa político, pero esto aquí se hace muy difícil.

Ciudad Juárez es una ciudad que tiene dinero, es decir, hay otras ciudades de México y del sur global con mayores carencias, indica.
“Me consta que no es de las ciudades con menos niveles de agua potable, de iluminación pública, pero de acuerdo a ONU Hábitat, entre las ciudades de más de un millón de habitantes, es la que tiene el peor desarrollo urbano”, puntualiza.
Como un factor determinante para que las cosas no avancen, el autor acuña un término: La desidia política.
“Es uno de los temas que desarrollo en el libro, que es este fenómeno, de que a partir de este escenario que hemos reflejado también en Ciudad Juárez, donde no hay recursos para controlar la especulación del suelo”, explica
Los fenómenos de especulación son varios, ahonda, porque no se dan las condiciones para que se pueda planificar y todo ello conduce a una falta de rigor, de disciplina y al final a la desidia política.
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