Con más de un siglo de historia, la escuela primaria Nicolás Bravo resiste el paso del tiempo entre muros de adobe, techos de madera y grietas que anuncian el peligro.
El edificio, considerado uno de los más antiguos y representativos de Ciudad Juárez, se encuentra en deterioro, mientras su comunidad escolar insiste desde hace dos décadas en la necesidad de reparaciones urgentes.
Con una sola maestra, la directora Beatriz Gutiérrez, inició en 1895 sus actividades la escuela primaria Nicolás Bravo; sin embargo, no estaba en su ubicación actual. Los niños recibían sus clases en una casa prestada, ubicada en el antiguo Partido La Fuente, rodeada de acequias y sembradíos de algodón.
Hace aproximadamente 125 años se construyó el actual edificio. Como se acostumbraba en la época, sus paredes son de adobe y el techo está construido con vigas de madera.


Más de un siglo de historia
Algunas de sus estructuras ya están dañadas, motivo por el cual su directora, Roxana Infante Flores, explica que llevan unos 20 años pidiendo que se hagan reparaciones para evitar que la estructura se siga deteriorando, pero no se han hecho.
“Hoy, el edificio de adobe que se mantiene en pie es testigo de más de un siglo de educación. La campana original, que marcaba el inicio y fin de las clases, todavía se encuentra en los patios de la escuela, recordándonos nuestros orígenes”, se lee en una publicación de Facebook de vecinos de los fraccionamientos cercanos.
En ese mismo grupo se destaca que la Nicolás Bravo recibió en 1906 el reconocimiento estatal como Escuela Mixta No. 31.


Sobre la avenida Valentín Fuentes está la antigua entrada del plantel. Una placa recuerda que se trata de un edificio centenario. “Ayuntamiento de C. Juárez 1926-1927. Por la niñez”, se lee en ella.
Sin embargo, esta entrada y toda el área conocida como La Herradura y que da hacia esa vialidad, están clausuradas. Explicó la directora que ahí funcionaba la biblioteca. Hoy, en su interior se siente un olor muy fuerte. Huele a humedad, pero también a años de abandono. Las paredes de adobe tienen grandes boquetes, tanto hacia el interior como al exterior.
Para entrar a esta área se deben extremar las precauciones, indica la directora. El falso plafón ya cedió en varios puntos y deja ver las vetustas vigas de madera, que a simple vista ya muestran deterioro.
Adentro hay algunos estantes con los trofeos que ganó la Nicolás Bravo en diferentes años y disciplinas, tanto deportivas como de conocimiento. Es parte de su historia que también se va perdiendo por el abandono en el que se encuentra la escuela.
Material didáctico está por todas partes: un dominó de historia, un modelo de torso humano en tamaño real, un busto de Benito Juárez, archiveros, impresoras, computadoras, sillas en buen estado… Todo permanece apilado en esta zona.


Riesgo para alumnos y maestros
Los riesgos de colapso se incrementaron con las recientes lluvias, lo que obligó a dejar de utilizar tres de los cuatro salones que aún estaban en funcionamiento en esa área.
Entre esos salones estaban los de los grupos de primero y segundo grado, además del de música, razón por la cual el viejo piano tuvo que ser resguardado en la sala de maestros.
En uno de los salones aún habilitados para recibir clases, estudiantes de primer grado prestan atención a su maestra. Del techo pende un proyector. Parece que los pequeños ignoran el peligro, pero los maestros, directivos y padres de familia, no.
Los papás están preocupados, quieren que se les garantice que los niños van a estar en un lugar seguro, que no va a caerles el techo encima ni pasará algo mayor.
El edificio donde se encuentra la dirección también evidencia el paso del tiempo. El plafón ha empezado a ceder y deja ver vigas de madera afectadas por la polilla y la humedad. La directora se siente insegura en su oficina, pero no hay otro lugar donde pueda atender a los padres de familia, docentes y alumnos.
Aun así, este año la escuela Nicolás Bravo cuenta con 435 alumnos y da empleo a unos 30 adultos, entre docentes, trabajadores manuales y personal administrativo.
“Hay muchas necesidades en la escuela. Dios quiera que nos pueda ayudar el Gobierno Estatal”, pide Víctor Triana, maestro de Educación Física.
Mientras se decide si el área de La Herradura se puede demoler o si se restaura, los días siguen pasando y la necesidad de mantenimiento crece en una de las escuelas más antiguas de Ciudad Juárez.
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