A diferencia de otros días, hoy el cielo está despejado y en esta frontera dejaron de sufrirse los estragos de los fuertes vientos; se proyecta un brillante azul celeste, sin que haya la presencia de una sola nube en el panorama.
Es el inicio de la temporada primaveral y se nota en el ambiente, primordialmente, por el aumento en las temperaturas que regularmente alegran el ánimo de las personas.



Sin embargo, lo que sucedió en este lugar es desgarrador. Especificamente en la parte más lejana del panteón San Rafael, uno de los camposantos más importantes de la ciudad, ubicado en las afueras.
Aquí es donde muchos juarenses han enterrado los restos de sus seres queridos, pero es también donde la Fiscalía General del Estado, deja a aquellos que quedaron sin nombre.
Se respira un olor a muerte, mismo que al entrar en los pulmones, hace que duela el pecho y genera una sensación que dificulta la respiración.
Es el dolor de aquellos cuyos nombres han quedado en el olvido. Esas personas cuyo recuerdo de quien alguna vez fueron en vida, quedó plasmado en letras y números que solo son entendibles para algunos de los 15 empleados del área de Servicios Periciales y Médica Forense de la Fiscalía General del Estado.
Llegaron desde antes de las 11 de la mañana, acompañados de un gran camión plateado, en el que se que transportaron 56 cajas de madera que contenían los restos de personas cuyos datos, no pudo encontrar la FGE.



Se dividieron en “equipos“; cuatro tomaron las cajas y las bajaron del camión para dejarlas a un lado de las zanjas que anteriormente fueron excavadas.
Después, otros cuatro empleados tomaron sogas, las colocaron en las esquinas y utilizando su fuerza, levantaron los restos para acomodarlos abajo, en el que, de momento, será su último lugar de descanso.
De acuerdo con Héctor Manuel Jacome Hernández, perito coordinador de Servicios Periciales y Médicina Forense en la Zona Norte, los 56 cuerpos que hoy fueron inhumados, entraron a sus instalaciones entre 2022 y 2024, sin que haya sido posible encontrar su identidad.
El especialista detalló que fueron los cuerpos de 54 hombres y 2 mujeres. Entre las causas de muerte, mencionó que se encuentran aquellos que fallecieron por causas naturales, de manera violenta y accidental.



Para llegar a este estatus de “no identificado“, refirió que los cuerpos primero tienen que pasar por un “Archivo Básico“, en el que se reunió la mayor cantidad de datos posible, empezando por la fecha y características de cuando ingresaron a las instalaciones de la FGE, pasando por datos genéticos, antropológicos y dentales.
Explicó que, al no encontrar ninguna persona que reconozca el cuerpo, se decidió por guardar su información en una base de datos y proceder a la inhumanación en una fosa común.
Puntualizó que este proceso se realiza aproximadamente 2 veces al año, no obstante, informó que dependen de las investigaciones forenses que se estén llevando a cabo, para determinar cuántos y en qué momento serán inhumados.
Respecto a la base de datos con la que cuenta la Fiscalía, aunque no compartió el número exacto de cuántas personas tienen registradas, dijo que el registro data de personas sin identificar que abarca desde 2006 hasta 2024.
Por lo anterior, hizo un llamado a aquellas personas que sospecharan que su familiar se encuentra dentro de la fosa común, a que se acercaran a sus instalaciones para cotejar sus datos y verificar si la información de su familiar se encuentran contenida dentro de la base de datos de personas no identificadas.



Donde nadie sabe tu nombre
Los trabajadores tardaron poco más de una hora en realizar el mismo proceso 56 veces; bajar los cuerpos del camión, para posteriormente acomodarlos en las zanjas.
Finalmente, dos peritos forenses se cercioraron que todos los cuerpos estuvieran correctamente en su lugar, y con una fotografía, documentaron el final de sus labores.
Tras haber dado el visto bueno, la maquinaria pesada entró en escena y empezó a arrastrar la tierra, dejando bajo tierra a quienes desde hace años perdieron su nombre.



Aún hay esperanza, dentro del campo de pilares identificados con letras y números, hay algunos que recuperaron su identidad y cuyos familiares vinieron hasta acá a rendirles los homenajes póstumos.
Por desgracia, son la excepción y no la regla.
Entre la nada y el desierto, es donde decenas de almas tienen su último descanso, lejos de sus familias y cualquier otra persona que haya conocido el nombre al que respondieron en vida.


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