Esta es una celebración eucarística atípica, que nunca debió de conmemorarse. El incienso, las banderas de los distintos países de iberoamerica, la procesión llena de nombres y nacionalidades, no debieron haber entrado por la Catedral este 25 de marzo de 2024.
Pero es que hace casi un año, en la estación migratoria que custodiaba el Instituto Nacional de Migración, 40 migrantes extranjeros conocieron el infierno en carne propia y murieron tras un incendio que consumió gran parte del edificio y se llevó 40 almas de este plano terrenal.
Bayron, Roberto, Josué, Luis, José Rafael, Pedro; en total fueron 40 vidas que no volvieron a ver la luz de la libertad y que ahora son recordadas por la Diócesis de Juárez en una ceremonia realizada en la Catedral de la ciudad.
En el lugar hay alrededor de 100 personas: migrantes, personal que trabaja en albergues, activistas promigrantes y personal de medios de comunicación.
El evangelio de este día, 6 previos a la celebración de Pascaa, es el de Betania. Según el pasaje bíblico, a los católicos se les invita a ser “espacios para los afligidos”, es decir, ser personas que dan apoyo y refugio para los que menos tienen.
Y es que ese es el mensaje principal de esta jornada, el obispo de Ciudad Juárez, José Guadalupe Torres Campos, hace el llamado no solo al pueblo católico, sino a la sociedad y al país a convertirse en un pueblo que reciba de manera digna a aquellos que buscan una vida mejor.
Incluso, compara al propio Jesús de Nazaret, protagonista del catolicismo, con las vidas de cientos de migrantes:
“Jesús era migrante, camina de un lugar a otro y sabía el sufrimiento de tener que ser maltratado por aquellos que no le querían”, explicó.
Para cerrar su homilía, señaló que aunque es triste y lamentable lo que sucedió hace un año en aquella estación migratoria, es importante no olvidar a aquellas víctimas del terrible incendio que también representan a otros miles que han perdido la vida en su trayecto hasta la frontera.
Tras el emotivo mensaje, la misa transcurrió con normalidad. Sin embargo, el final fue desolador, debido a que en el pasillo central de la iglesia, frente al altar, una veintena de migrantes paseó con distintas banderas nacionales de países de iberoamerica: Perú, Venezuela, Colombia, El Salvador, Honduras, Haití y Perú, entre otros.
Tras el evento, el obispo de El Paso, Mark Joseph Seitz, coincidió con su homónimo juarense, en la necesidad de olvidar el sufrimiento que han pasado los migrantes en su recorrido hasta la frontera.
No obstante, se despidió pidiendo perdón a los migrantes por las políticas públicas que han promovido en su país, especialmente, las que han tenido que sufrir en su hogar, en el estado de Texas.
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