La elección interna del pasado fin de semana en Morena brindó la oportunidad de un nuevo reacomodo entre las tribus del partido guinda, y de manera obligada incide en el replanteamiento de distintos actores sobre sus objetivos y ambiciones políticas, y de un nuevo liderazgo marcado por un nuevo grupo, el de los Loeristas.
Lo ocurrido el pasado fin de semana fue una estrujada interna que puso literalmente a cada canica en su lugar, rumbo a la definición de las dirigencias estatal y nacional; también tendrán un peso específico para perfilar candidatos rumbo a los próximos comicios.
La lectura que arrojó el ejercicio para elegir delegados fue tan crucial que a partir del pasado domingo ha quedado establecido que el grupo con mayor solidez y control es el de los orgánicos, los que calladamente y sin una exposición mediática innecesaria operaron desde hace meses toda una estrategia que culminó con los objetivos trazados.
Pero en realidad ¿quién gana o quién pierde? luego de la elección interna de Morena.
De acuerdo con datos de los mismos operadores y actores estratégicos de ese partido, de los 90 cargos en disputa para igual número de delegados por lo menos el 50 por ciento de las posiciones corresponden a personajes vinculados al grupo en el poder federal, aquel que encabeza el delegado Juan Carlos Loera de la Rosa.
Es el grupo base que ha aguantado las embestidas externas (e internas), aquel que se unió a un proyecto político desde los orígenes de Morena y que hoy se posiciona como el gran ganador de una jornada electoral sumamente tranquila, desde luego si se compara con aquellos incidentes presentados en Zacatecas, Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque, Puerto Vallarta, donde hubo desde robo de urnas, boletas, listas nominales, y en el peor de los casos hasta balaceras atribuidas a grupos de choque externos, motivos por los cuales deberán repetirse 20 asambleas en igual número de distritos.
En el mismo círculo de vencedores, se debe decir, hay personajes con apellidos que provocan el asomo de posibles nuevos casos de señalamientos por nepotismo del cual viene arrastrando como su sombra el delegado Loera. En las listas de triunfadores aparecen nombres como el de Cristal Loera, Sergio Loera y Eduardo de la Rosa, familiares directos del también diputado federal con licencia. La aclaración o desmentido es necesaria.
En contraste, análisis aparte merece lo ocurrido en torno al senador Cruz Pérez Cuéllar, quien logró colocar alrededor a lo mucho un 20 por ciento de delegados, lo cual es un reflejo de la verdadera estima que se le tiene al político juarense dentro de las filas de Morena. El restante 30 por ciento se lo reparten otros grupos de menor peso.
¿Es en realidad Cruz Pérez Cuéllar un personaje capaz de incidir en la militancia de Morena? ¿Cuál es su verdadero alcance, rumbo a una definición en la que está de por medio su aspiración como posible candidato a gobernador?
Al menos puede afirmarse que su sobreexposición mediática no se vio reflejada en los resultados. No goza de la fuerza que parecía tener, ni tiene las simpatías del grueso de los morenistas por lo que necesariamente, deberá hacer una pausa a sus aspiraciones y repensar su estrategia. Morena no es el PAN ni Movimiento Ciudadano.
La fallida estrategia del actual senador por Chihuahua debió tejerse hacia el interior de Morena, no hacia el exterior. Es por ello que como resultado de la interna de Morena Cruz Pérez Cuéllar resalta como el personaje que más pierde.
Por otro lado, y en un tercer grupo también de perdedores, menos estructurado y más disperso, quienes aparentaban un mayor músculo político, es el del líder estatal saliente Martín Chaparro; Fernando Tiscareño, a quien no le alcanzó su parentesco de sobrino de Bertha Luján, quien busca la dirigencia nacional, y en la misma tesitura Fernando Meléndez, operador de reuniones con militantes a través de grupos de Whatsapp y otras redes sociales.
De Jesús Ernesto Visconti, sus tres votos obtenidos dimensionan el tamaño de su fracaso. A todos ellos no les alcanzaron los sufragios para ganar una posición de delegados. De poco les valió su estrategia de dividir y vencer, y su vínculo con el bloque de Pérez Cuéllar.
Mención aparte del descalabro merecen los actuales alcaldes de Cuauhtémoc y Guerrero. Ni Carlos Tena ni Carlos Comadurán Amaya lograron posicionar a sus respectivos grupos en los dos únicos bastiones del morenismo chihuahuense donde gobierna el partido.
La familia morenista que salió a votar no le perdonó a Chaparro su falta de liderazgo. A él se le atribuye, por omisión, una buena parte de la desgracia, el descontrol y divisionismo que hoy prevalece entre la bancada de Morena en el Congreso del Estado.
Hay diputadas y diputados que no se pueden ver ni en pintura, y cada vez más aumentan los rumores de que la bancada quedaría reducida a seis integrantes, pues dos de sus integrantes ya han pensado en declararse independientes.
Omar Holguín, designado delegado por el Distrito 5 de Delicias, es uno de los aspirantes a ocupar la dirigencia estatal, pero sus vínculos con Pérez Cuéllar prácticamente lo apartan de una aspiración real.
A este último grupo se le atribuye la campaña negra y los ataques con la que ha lidiado el delegado Juan Carlos Loera de la Rosa y su tribu, quienes ya perfilan a Hugo González como posible sucesor de Martín Chaparro. Los astros así se están alineando.
Si algo debe resaltarse durante el pasado proceso interno de Morena, es que su militancia no ignora la realidad, conocen de lealtades, y así lo demostraron con votos. La recomposición del partido en Chihuahua quedó marcada por la victoria de los Loeristas. Todo lo demás ya es historia.
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