“Esto es una bomba de tiempo”, dije una joven con su acento cubano. La denuncia la tiene a flor de labios: “Estamos hartos que nos paguen menos por ser extranjeros” y se lanza contra la autoridad: “nos asaltan y la policía no hace nada”.
Está en el puente internacional Paso del Norte. Junto con unos 60 cubanos, tomaron el cruce por 10 horas y pusieron en jaque a los agentes migratorios de Estados Unidos. Ellos sacaron rifles de balines mientras utilizaban tácticas disuasivas. Detuvieron a varios.
Los llevó un abogado, del que protegieron su identidad, quien les aseguró que al pisar suelo norteamericano obtendrían los papeles de residencia permanente. Tenía una lista con sus nombres, pero sobre el camino se unieron muchos más. Todo se salió de control.
A gritos, el abogado aclaraba que solo se responsabilizaría de los migrantes enlistados, no más; sin embargo, fue rebasado por los cubanos, quienes además de estar varados por más de dos años, han sido abusados de muchas formas, por patrones, por la autoridad y por asaltantes.
Los cubanos no son crédulos, sabían que era un acto de presión contra el Gobierno norteamericano, por eso muchos de ellos amagaron por varias horas, pero cuando los agentes decidieron usar la fuerza se replegaron.
Cubanos: Entre los discursos y las amenazas
“No vamos a echar a perder nuestro trámite migratorio. Aunque ellos utilizan la táctica de la dilación, para vencernos por cansancio, no abandonaremos nuestra intención”, dijo un cubano de unos 25 años, con un discurso político impecable.
Otros, enardecidos, perdieron el control y el ánimo fue del coraje a la furia y se lanzaron sobre las casetas migratorias, hasta llegar a suelo estadounidense, donde fueron sometidos con rudeza.
Se acumularon decenas de agentes migratorios, quienes pusieron a los migrantes en punto de mira. Mientras tanto, por varios megáfonos, emitían una advertencia, repetitiva, una tras otra, sin espacio de tiempo, con un volumen ensordecedor, para que no avanzaran más.
Tuvo efecto la táctica. Una segunda oleada de cubanos que iba encaminada a violar el espacio norteamericano, frenó. De forma automática se replegaron hasta el lado mexicano.
Los agentes nunca dejaron de encañonar a los migrantes. “Podemos matarlos. Tenemos el derecho de hacerlo”, advertía, con movimientos nerviosos. En grados de tensión altos.
Los migrantes se reagruparon a un lado de la estación migratoria, ante la mirada atónita de los agentes mexicanos, quienes solo ofrecían llevarlos a un refugio. “No lo necesitamos. Lo que exigimos es que dejen de abusar de nosotros”, espetó uno de los migrantes.
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