“No descartaría que vuelva a pasar”, advierte con firmeza Salvador Salazar Gutiérrez, investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ). Se refiere al Jueves Negro, aquel 11 de agosto de 2022 en que comandos armados salieron a las calles para matar inocentes y sembrar el terror, con el objetivo de facilitar la fuga de un criminal: Ernesto Piñón de la Cruz, alias El Neto, líder de Los Mexicles.
Han pasado tres años y los juarenses siguen marcados por el miedo, el abandono, la impunidad y por la certeza, como dice Salazar, de que todo podría repetirse, porque nada sustancial ha cambiado, desde entonces.
“Lo que vimos ese jueves fue la ruptura final de un modelo fallido de reinserción. Y lo peor es que nada ha cambiado. Las condiciones siguen ahí”, explica.
Mucho antes de que ocurriera la masacre, el académico realizó entrevistas dentro del Cereso Estatal 3 como parte de una investigación de Conacyt. Lo que halló fue un sistema colapsado: autogobierno de pandillas, complicidad institucional y ausencia total de reinserción social.
“El penal era un caos. Los internos estaban distribuidos por pandillas. Y había zonas, como el módulo de Los Mexicles —donde mandaba El Neto— a las que ni siquiera las autoridades podían entrar”, detalló.
Esa estructura, denuncia, transformaba la prisión en el corazón operativo del crimen organizado, no en una institución de justicia. Era un polvorín.
“Tarde o temprano iba a tronar.”
Y tronó el 11 de agosto. Con ataques coordinados en al menos 9 puntos de la ciudad, incluyendo el asesinato de cuatro trabajadores de radio en un estacionamiento de una plaza comercial. La ciudad entera no volvió a ser la misma.

Matar civiles: el nuevo lenguaje del narco
Salazar, doctor en Estudios Científico-Sociales, subraya lo inédito de aquel horror: los blancos no fueron rivales, ni siquiera autoridades. Fueron civiles, personas inocentes.
“Eso rompió con la narrativa de los años de violencia del 2008 al 2013, cuando se decía que los grupos se atacaban entre sí. Esta vez fue directo contra la gente”, dice.
El mensaje fue claro: si el Estado nos confronta, la sociedad paga. Terror como táctica, no como daño colateral, insiste.
“No fue improvisado. Fue una estrategia para inyectar miedo y dominar territorio.”
Tras la masacre, las autoridades reaccionaron con la lógica de siempre: mano dura, más armas, más vigilancia, más represión.
“Se construyó una torre de 20 pisos, se contrataron más agentes, se diseñaron estrategias punitivas. Pero no hubo inteligencia, no se intentó desarticular las redes delictivas. Solo se reforzó el aparato represivo”, asegura Salazar.
Después del Jueves Negro, el crimen encontró otra herramienta de control: las redes sociales. Desde ahí difunden rumores, imponen “toques de queda”, fabrican pánico y sumisión, dice.
“Logran imponer toques de queda virtuales. Amenazan. Y como no hay instituciones sólidas que generen certidumbre, la gente cree. Aunque sean mentiras, el miedo se instala”, indica.
Y añade que lo verdaderamente grave, no es el mensaje, sino la ausencia del Estado para desmentirlo con hechos.

Administrar la tragedia… puede volver a pasar
El poder que construyó El Neto no fue casualidad. Fue el resultado de años de corrupción, omisión y complicidad institucional, asegura Salazar.
“Hay vínculos claros entre agentes encargados de la seguridad y los grupos delictivos. Mientras eso no se corte, mientras haya funcionarios coludidos, esto puede volver a pasar”, sentencia.
A pesar de su muerte -fue abatido meses después en un operativo-, la estructura criminal sigue operando, advierte el académico. Y la fuga misma fue parte del mismo ciclo de impunidad.
“No se ha desmantelado la red. Solo se ha administrado la tragedia”, dice.
Para el investigador, la solución no está en más patrullas ni más cámaras, sino en reconstruir lo esencial: el tejido comunitario, la oferta de proyectos de vida, la presencia real del Estado en las colonias.
“Hace falta una política de atención social profunda, una presencia real del gobierno en las comunidades. Y aprovechar el trabajo de las organizaciones civiles que ya están ahí”, insiste.
Hoy, dice, todo eso está desarticulado. Y mientras siga así, los criminales seguirán llenando ese vacío con miedo.
La infamia del Oxxo de la Hiedra: “Ella se quiso quedar a morir”
Murió atrapada entre el fuego y la indiferencia durante el Jueves Negro en Ciudad Juárez; Oxxo no cubrió ni el funeral y culpó a María del Refugio por no escapar
Por Teófilo Alvarado
A tres años del atentado, los silencios de Carlos son más profundos
Han transcurrido 36 meses desde ese día sangriento y Carlos Alberto sigue en pie: carga una bala en la pierna y no ha recibido atención psicológica porque en la Fiscalía nadie sabe lengua de señas
Por Teófilo Alvarado