Los vaivenes que da la vida llevaron a Antonio Rojas y a su familia de Ciudad Juárez al Valle y después a Estación Conchos, donde se refugió luego de que su padre enfrentó al capataz de la nogalera más grande de Tornillo, Texas, en la que trabajaba.
Fue a su regreso, calmadas las aguas, que levantó la famosa cantina El Recreo, fundada en 1921.
“Yo estaba muy encabronado por lo que le hicieron a mi papá”, recordó Antonio, mejor conocido como Tony Rojas. Él fue testigo por 66 años del paso de bohemios, escritores, periodistas y universitarios por la sólida barra de madera construida por propias manos.
“Por su trabajo, mi papá nos movió a mí y a mi mamá al municipio de Guadalupe, porque era muy difícil cruzar el puente desde el Centro de Ciudad Juárez, donde vivíamos, porque la nogalera estaba en Tornillo; entonces nos cambiamos allá”, contó Tony.
Era la nogalera Stahmann, cuyos propietarios se dedicaban al cultivo de la nuez desde 1913 en las regiones de Las Cruces y Texas, en las cercanías del Río Bravo-Río Grande. En esa región las humedades de la tierra y las lluvias nutrientes eras propicias para la agroindustria.
El capataz de la empresa azotó la espalda de un empleado indocumentado y el padre de Rojas no resistió la escena. Tomó impulso para arrojarse sobre él y lo despojó del fuete que siempre traía en sus manos.
Empieza la huída
El capataz, enfurecido, desenfundó su revólver en un intento de accionar su arma, pero Tony padre lo neutralizó y en los arrebatos de manos salió un disparo que fue a dar al pie del mayordomo norteamericano.
Ahí empezó la huída.
“Ese día mi papá llegó temprano a la casa, había abandonado las instalaciones de la nuez. Empacó rápidamente las cosas necesarias y al día siguiente abordamos un tren rumbo a Estación Conchos, Chihuahua. Ahí fue que nació mi hermano”, relató Tony Rojas.
En la relajada hora del mediodía en la que estaban pocos parroquianos, con el filtro del sol por las ventanas del bar, descorridas las gruesas cortinas rojas, cayó la tibieza de los rayos sobre una de las pequeñas mesas cercanas a la puerta y Tony intentó afilar la memoria.
“Allá, en Conchos, teníamos familiares por parte de mi mamá, así que fuimos a dar allá”, recordó.
“Pero no había nada qué hacer, poco trabajo, era un lugar de llanos solitarios. Resistimos por un tiempo hasta que la necesidad nos hizo regresar, pero ya no a Juárez, sino a El Paso”, contó el famoso bartender.
A su llegada alquilaron una casa más adelante del Coliseo, en la calle Valverde. Fue en ese sector que Tony pudo disfrutar las películas del cine Colón, en la avenida El Paso y las estancias soleadas del verano en la Plaza de los Lagartos.
“No hubo problema, ni el capataz ni nadie de la compañía denunció el hecho. Al poco tiempo arreglamos papeles. Con esto confirmamos que ya no había bronca, porque de no ser así, Migración nos hubiera rechazado”, dijo Rojas, siempre acodado en una de las esquinas de la barra.
Tiempo después el padre de Tony se acomodó en una tienda de licores, ubicada a dos locales de El Recreo. Aquella tienda era del acaudalado empresario Artemio de la Vega Berdayes, quien lo convirtió en su hombre de confianza.
La compra
“Ya desde entonces mi papá era cliente de El Recreo, incluso, asistía junto con su patrón; así fue que se enteró que estaba en venta y así se animó el jefe a darle un préstamo a mi papá para que lo comprara de contado, así no quedó embarcado con el banco”, contó Rojas.
El bar, ubicado en el cruce de la avenida 16 de Septiembre y calle Francisco I. Madero, tenía la típica construcción de la época: cuatro muros altos de adobe, lisos, sin ningún detalle y con un letrero hecho con pintura que decía “El Recreo”, la finca que llamamos “cajita de zapatos”, sin ningún detalle arquitectónico.
“Nosotros, mi papá y yo, hicimos la barra de madera en la casa. La que había estaba echa garras, la decoramos y nos pusimos a despachar”, enfatizó Tony con una amplia sonrisa de satisfacción.
El Juárez viejo, que se gestó entre 1919 y 1929, periodo de los años de la prohibición de alcohol, con su Ley Volstead, en los Estados Unidos, empujó a los sedientos norteamericanos a estas tierras del Paso del Norte, en busca de la cerveza y del mejor whisky que se hacía por acá.
Se termina El Recreo
La cantina abrió puertas en 1921, en plena consolidación de la vida nocturna de Juárez.
Desde entonces se bebió, se escribió y se habló de ella.
Tony, su propietario, falleció en marzo de 2020. Aunque sus familiares contrataron a un mesero para que le diera mantenimiento a la taberna, desde entonces permanece cerrada.
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