El Puente Libre podría operar mejor sin construir nada nuevo. Así lo planteó el especialista en arquitectura urbana Gabriel García Moreno, quien sostiene que el conflicto fronterizo no radica en la falta de carriles ni en la capacidad física del cruce, sino en la manera en que los Gobiernos de Juárez y El Paso coordinan —o no coordinan— su administración.
Para el profesor del Departamento de Arquitectura de la UACJ, la frontera no está rebasada por autos, sino por decisiones. “Creo que el problema no es que falten carriles o que no haya suficientes cruces, sino cómo se administra esa infraestructura que ya existe”, expuso.
Una de las claves, dijo, es que aunque Juárez y El Paso funcionan como ciudades hermanas y conectadas por múltiples dinámicas económicas, sociales y laborales, siguen siendo dos jurisdicciones con marcos institucionales y prioridades distintas. Esa dualidad se refleja en la operación de garitas, horarios, criterios de revisión y aforos vehiculares.
El factor Chamizal: lugar estratégico desaprovechado
García Moreno recordó que en la zona del Puente Libre existen áreas verdes en ambos lados de la frontera, en lo que corresponde al histórico territorio de El Chamizal.
“No hay viviendas ni comercios como sucede en el centro, y es un cruce que no requiere pago. Por eso tiene esa demanda, pero esa demanda no se atendería mejor con más infraestructura, sino con una administración más eficiente”, insistió.
Reitera: el problema no es de capacidad, sino de gestión.
Una garita —señaló— tiene la función básica de registrar lo que entra y sale de un país, y el reto no está en ampliarla, sino en procesar mejor el volumen existente.
Cuando ese flujo se vuelve lento, añadió, no solo se afecta la movilidad: también se incrementa la concentración de gases contaminantes por el tiempo que los vehículos permanecen detenidos, independientemente de que el cruce sea rápido o lento.
A ello se suma un elemento urbano no menor: la seguridad peatonal.
“En la zona del puente se debe cuidar la velocidad, porque hay muchas personas que llegan a pie y, para eso, se debe cuidar el diseño del espacio”.
El académico recuerda también la carga simbólica de El Chamizal como territorio recuperado por México, un punto que debería potenciarse como atractivo cultural, histórico y turístico: no solo una fila de vehículos, sino un espacio con significado.
Desconectado del transporte público
Si el cruce es vital para la movilidad diaria, dice, debería también estar conectado al transporte público de forma binacional.
“El Sun Metro funciona del lado de El Paso, pero de este lado no hay transporte público conectado. Sería interesante explorarlo como una estrategia regional o binacional, para que el puente pudiera convertirse en un nodo en el que las personas que vienen de Juárez se bajen de una estación de transporte público y puedan conectarse a otra de aquel lado”.
Miles de cruces diarios por trabajo, estudios y comercio hacen del Puente Libre un espacio simbólico de convivencia entre dos ciudades que comparten historia, economía y vida cotidiana.
Ese flujo humano, afirma, evidencia un contraste claro: La infraestructura funciona. Quienes no terminan de funcionar son las autoridades.
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