Tenía razón George Orwell, el autor de la novela distrópica Rebelión en la granja (1945), cuando escribió en una de sus columnas para la revista británica Tribune que “la historia la escriben los vencedores”.
No son meras imprecisiones algunas escenas de los “niños héroes” de la Batalla de Chapultepec, ocurrida el 13 de septiembre de 1847. Son mentiras a secas, como el mito de Juan Escutia, de quien ni siquiera existe testimonio de haber ingresado al Colegio Militar.
Aunque ese caso es quizá uno de los más famosos en términos de la “ficción patriótica”, hay otros que también llaman la atención. Se trata de la historia que rodea al Padre de la Patria.
Tanto en el personaje público como en su imagen física, hay mucho de una gran invención.
El autor mexicano Eugenio Aguirre ha dedicado parte de su obra a estudiar la vida de Miguel Hidalgo y Costilla. Las investigaciones del escritor revelaron que antes de la Independencia de México no era un cura como la mayoría de los sacerdotes.
De acuerdo con Aguirre, al religioso le gustaba el vino, el teatro y las mujeres, pues tuvo más de una novia y varios hijos. Su posicionamiento político contra la corona española habría surgido cuando se vio afectado por la la imposición de impuestos.
En la novela histórica de Aguirre “Hidalgo entre la virtud y el vicio”, publicada por Planeta, el autor pinta a un hombre blasfemo, mujeriego, jugador, parrandero, dramaturgo y hasta torero, que estuvo destinado a cambiar la historia.
El cura era muy querido en Dolores, porque era visto más como amigo que como sacerdote.
“Hidalgo nunca buscó la conspiración, nunca buscó la lucha insurgente, sino que fue la conspiración quien lo buscó y fueron por él, porque era un personaje querido por todos los estratos sociales. Pensaron que podría traer a la causa a los hombres ricos, poderosos de la Nueva España que podían dar dinero y ejércitos que habían formado en sus haciendas”, asegura el autor.
Hidalgo no era como aparece en las ilustraciones, pues el artista que plasmó el rostro bonachón que todos conocemos, utilizó a un modelo alemán. El cura, según el libro, era lúdico y extrovertido y por eso encabezó la primera parte del movimiento independentista.
Esa obra inspiró una película en 2015, Hidalgo, la historia jamás contada. Además tenía poca experiencia militar y no era buen estratega. No se conoce que se haya inmutado ante los crímenes que cometían los insurgentes, entre ellos masacres y saqueos.
En Jalisco, el 13 de noviembre de 1810 hubo una de las peores matanzas durante la guerra de Independencia. La historia indica que el batallón insurgente estaba bajo las órdenes de José Antonio Torres y el ataque fue en la comunidad de Zacoalco.
Torres esperó la llegada de Hidalgo para entregarle a 700 españoles presos en una suerte de reconocimiento. Después del 13 de noviembre corrió un rumor de que los españoles conspiraban contra los insurgentes y al cura no le gustó. Mataron a puñaladas a todos los habitantes del pueblo en grupos de 30 en 30.
Cuando Hidalgo fue capturado por la corona española, el cura se declaró culpable de esa matanza y otros crímenes y aunque se arrepintió, fue fusilado en Chihuahua en 1811.
Aunque en algunos estudios se ha mencionado que tuvo cinco hijos, la “Monografía Dolores Hidalgo, Cuna de la Independencia Nacional” de José García Juárez, indica que el cura tuvo dos hijas con Josefa Quintana, Vicenta y Micaela, la primera murió en la adolescencia y la segunda se casó después de los fusilamientos en Chihuahua.
Si la imagen del estratega y luchador por la patria está un poco alejada de la realidad, lo es más su imagen física. Maximiliano de Habsburgo, el emperador mexicano, fue quien encargó a Joaquín Ramírez pintar la imagen de Miguel Hidalgo que más se conoce. Varios autores coinciden en que fue un modelo europeo el que posó para Ramírez, otros que fue un hermano de Hidalgo.
