La tradición inició desde la década de los setentas, mi madre me llevó varias veces al centro de la ciudad a hacer la despensa de la semana. Aún existe un sitio llamado Pasaje de Guadalupe que está cerca de las calles La Paz, Ramón Ortiz e Ignacio Mariscal, ahí solíamos detenernos a comprar varias cosas, como naranjas o huevo.
Ese mentado pasadizo hasta este sábado, aún existe. Sus pisos están mugrosos y los negocios tienen sus anuncios decolorados, además, el aroma es aquel que le da la fruta que se mueve de un lado a otro. Hay un solo restaurantito del cual emergen aromas a tortillas recién hechas y a guisado de verde.
Por aquel entonces llevábamos varias bolsas que mi madre llamaba de ixtle, sin embargo, eran aquellas bolsas que estaban tejidas en hilo de plástico, las cuales se llenaban cada fin de semana, especialmente el domingo por la mañana.
Nosotros no conocíamos ningún centro comercial, nuestra llegada era directamente al mercado Cuauhtémoc y de ahí básicamente lo que seguía era rondar cada esquina del mismo, comprábamos plátanos, frijol americano, arroz y todo lo que una familia normal consumía.
En aquel entonces no había tantos antojitos como en la actualidad; creo que lo más dulce que existía en casa eran las galletas de animalitos, esas que nunca faltaban en cualquier hogar de la periferia. Estas galletas servían tanto para el almuerzo, como para la cena.
El mercado Cuauhtémoc tradicionalmente ofrece desde hierbas curativas hasta cualquier tipo de comida que se consuma en el norte. Pocas veces me tocó ver fruta extraña, lo que más se vende es lo que se consume regularmente en la ciudad.
No hay mucho de dónde escarbarle, sin embargo, este sitio ofrece cualquier posibilidad de llenar una alacena de cualquier hogar juarense. Este sábado por la mañana, decidí retomar el ejercicio de asistir al mercado en lugar de ir al centro comercial, lo cual representa un esfuerzo diferente, ya que hay que buscar estacionamiento y planear todo lo que se vaya a comprar.
La zona donde se ubica el mercado Cuauhtémoc es la bajada del agua de la colonia Barrio Alto. Precisamente esta colonia lleva en su nombre la razón por la cual los escurrimientos de agua dan exactamente a las calles Mariscal o Mina.
La característica de estas dos vialidades es que siempre hay algún brote de agua de drenaje, es la tarjeta de presentación, pero es impresionante cómo la gente ha normalizado el pisar agua con heces fecales o con enfermedades implícitas ya que estos escurrimientos emergen del drenaje.
No sé si antes de que muera pueda ver estas calles sin agua sucia, a veces la vida no alcanza para hacer algunas cosas; tal vez en la otra vida desde la ventana me asome y el Chino Huerta siga intentando meter el penal y las calles Mina y Mariscal sigan mojadas con esas aguas sucias.
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