Al entrar, el tiempo fluye en otra dimensión. No presiona ni se acelera.
Los mosaicos amarillos y azules; sus muros gigantes forrados de un rojo calizo en las partes altas; los medallones de yeso en el techo; los viejos y los jóvenes; la inmensa barra y el campaneo de cucharas, el murmullo, todo sostiene al tiempo y lo hace bello, es la memoria de 60 años.

Los juarenses que cruzaban a El Paso con la esperanza de trabajar en el “fil”; las jóvenes señoras rumbo a las colinas de Coronado a limpiar las mansiones; los trabajadores de Correos, los políticos necesitados de pueblo, artistas esnob…todos tienen un recuerdo.
Las familias completas los domingos, los viajeros que seguían al País de la Ilusión, los ´coyotes´ cuando eran héroes y no villanos, los insomnes ansiosos de sueños, todos tocaron base en la cafetería La Nueva Central, desde 1958 con su servicio eterno: las 24 horas.
La resistencia de la identidad
El referente cultural, “el norte identitario” de Ciudad Juárez, hecho de adobe y enmarcado en su frente con grandes cristales, estuvo a punto de ser derrumbado, junto con todo lo que había en esa manzana, en la avenida 16 de Septiembre 222, pero un colectivo cultural batió armas y lo impidió.
El olfato es un órgano de la memoria que se deleita con el aroma del tiempo, porque concentrarse en él es un arte olvidado, y cuando te sientas ya sea en la barra o en los sillones se puede oler el café tostado, la vainilla que se mece como suave ola en el aire, el pan todavía en el horno: las marranitas, los simones y los ojos de Pancha, eso en los amaneceres rojos y naranjas fusionados de soliluna.
La planeación desde La Central
En este año del ´58, el presidente municipal de Juárez, Aureliano González, se traía a todos los miembros del cabildo a cafetear a La Nueva Central, ahí pretendían enderezar el inicio del desarrollo urbano naciente, con el recién creado Consejo Municipal de Planeación.
Cuando al poniente parecía que la luna caía en una inmensa fosa rojiza y el sol emergía con un color naranja, en los veranos de las cinco y media de la mañana, aunque a veces desde las cuatro de la madrugada, los juarenses de antaño sacudían la modorra con un café con leche en vaso alto, nada de taza chaparra. Se espabilaban para cruzar a El Paso, por el Puente de la Juárez.
Ahí, en la Stanton o en la misma calle de El Paso, esperaban las camionetas de redilas que los llevaban a los campos de Ysleta, a la pizca del chile serrano, a la cosecha del melón, a la recolección del algodón, arrancado con las manos agrietadas, por los cardos filosos.
En 1958 nació la Nueva Central
Ese enero de 1958 el periódico El Continental anunciaba como carnaval la aprobación de la construcción de la primera “sodera”, la Embotelladora de Juárez que se alzaría en un edificio de dos plantas, con bodega, talleres y una caldera, donde se envasaría la Pepsi-Cola.

En agosto del 58, abrió sus puertas la cafetería La Nueva Central, un profundo bodegón que abarcaba la farmacia Cruz Verde, la zapatería La Condesa y el café El Republicano, espacios que fueron ocupados por los propietarios del nuevo negocio, Francisco Lay Yepo y Enrique Wong.
Entonces venían de Jalisco los primeros ´coyotes´ acompañados con los primeros ´pollitos´ que iban a Los Ángeles a encontrarse con el American Dream; también los braceros autorizados, los trabajadores de gobierno; todos comían platillos chinos, auténticos; las corridas de caldo de res y mole graneado de ajonjolí o simplemente un café lechoso, famoso en la ciudad.
Pernoctar en la cafetería
Años después, por allá de 1972, doña Rafaela Domínguez, entonces joven señora, tomaba de la mano al más pequeño de sus hijos, para pernoctar en la cafetería; ella un café con pan dulce, el nene, huevos revueltos con jamón y un vaso de leche gigante con dos panes, luego.
Enfilaban rumbo a las montañas de El Paso, las zonas donde vive la high social class; ella para hacer limpieza, el peque a leer las historietas de Kaliman, Memín y libritos de Julio Verne con estampas entre sus páginas, todas vendidas en los puestos cercanos a La Nueva Central.
Señal de identidad
Cuando en años recientes un alcalde juarense intentó derrumbar toda la manzana en la que se ubica la cafetería pero personas del medio cultural y juarenses en defensa de su derecho a la nostalgia, agrupados en el colectivo “Rescatemos Juárez”, se atravesaron y lo impidieron.
Desde entonces no se detiene, ni con la pandemia. Ya no con su servicio las 24 horas, pero sí en días festivos y de guardar. Desde hace 60 años La Nueva Central es una señal honda de identidad, llena de tiempo y sostenida por el tiempo repleto de recuerdos.


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