En un sótano casi tétrico que durante algún tiempo sirvió como bodega hasta que un incendio le arrancó las formas; al fondo, entre el merodear silencioso de ratas descomunales, estaba el pequeño camerino de Niko Liko. Sobajado en sus inicios y ahora icono en Ciudad Juárez.

Lúgubre en su interior lleno de trapos de payaso, había un pedazo de espejo enmohecido clavado en la pared, en donde don Antonio Gaytán Muruato se transformaba a diario en el personaje de entretenimiento y diversión de los niños juarenses.
Así fue desde sus inicios en 1972 y así era todavía hasta 1987. En una paradoja extraña, se preparaba en penumbras para darle luz a la alegría y a las sonrisas de los niños. Niko Liko obraba con vocación.
“Muchas veces me devolvía cuanto entraba al sótano. De entre la oscuridad salían unas ratotas tan grandes que ni me animaba a entrar”, contó el animador infantil, cuando en 1987 le asignaron por primera vez un camerino más adecuado y ya no en el subterráneo.
Cuatro trajes de payaso
La trayectoria artística de Niko Liko combinaba, curiosamente, la tenacidad en el trabajo y la carencia de recursos materiales, dos condiciones que lo acompañaron durante muchos años sin que menguara su vocación.

El ahora famoso payaso, recién cumplía 15 años de trayectoria artística como personaje de los niños y su programa se hacía con lo que había y no se interrumpía nunca.“Con cámara, un micrófono y muchas ganas de trabajar”, así lo contaba.
No se derrotaba por las carencias: en sus quince años, solo tenía cuatro trajes: el primer traje consistía en un saco gris con solapas verdes y con el gallo distintivo de Canal 5; los siguientes tres fueron más estilizados, de color rojo y amarillo, máscara y guantes blancos, y sombrero amarillo.
Las injurias
No fue fácil meterse de animador infantil, reconoció Antonio Gaytán Muruato, nombre real de Niko Liko.
Al principio, por allá del 72 existía en Canal 5 un payasito llamado Bin-Bon, que había trabajado como ayudante del célebre Bozo, pero era acusado de discriminar a los niños.
Fue entonces cuando Pedro Meneses, buscó un sustituto y halló a Niko Liko, que en su debut fue algo áspero, porque muchos adultos, impuestos a los payasos tradicionales, le enviaban cartas burlándose de él:
“Ridículo. No sé cómo te apareces en la televisión con esa cara tan fea”.
A veces iban más allá, al lanzarle improperios, en los saludos tradicionales por teléfono que el animador estilaba hacer a micrófono abierto.
Y no solo eso. En la escuela, los hijos de Niko Liko eran objeto de burlas. Los ridiculizaban y les gritaban groserías. Pero los niños no sabían la causa. Y es que el animador, durante los primeros meses de su carrera, ocultó la verdad a familiares y amigos.
Sus hijos más grandes le pedían que abandonara su profesión y estuvo a punto de ceder, pero ganó la vocación y se mantuvo firme, lo cual fue reconocido, porque con el tiempo las burlas se convirtieron en respeto.
Niko Liko siguió sin rendirse. Su programa, lejos de perder popularidad aumentó de raiting. Al principio duraba solo media hora y terminó con dos horas, con el logro de no recurrir a las bufonadas de los payasos tradicionales.


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