El día que la rutera de la muerte navegó por el viaducto Díaz Ordaz

Considerada la más grande tragedia que ha vivido Ciudad Juárez en lo que se refiere a desastres naturales en la historia reciente, una tromba que aconteció hace 25 años, cobró la vida de 20 personas, todos pasajeros de un camión de transporte público de la Ruta 8-B, que ingresó al viaducto Gustavo Díaz Ordaz, en el norponiente de la ciudad y fue arrastrado con furia por la corriente.

La historia de esta tragedia recordada más que por la tromba, como “La Rutera de la Muerte”, aún resuena con fuerza en la memoria de los juarenses.

El fantasma de este doloroso episodio en la vida cotidiana fronteriza, volvió a cernirse sobre nuestra ciudad, tras registrarse la semana pasada un par de tormentas que dejaron daños materiales incalculables, decenas de vehículos que fueron arrastrados por la creciente, en la calle Santiago -principalmente-, al poniente de la ciudad, pero que, por fortuna, a diferencia de aquella ocasión, no dejó pérdidas humanas que lamentar.

Pero, ¿qué fue lo que aconteció aquella tarde y noche del sábado 1 de julio del año 2000? Los archivos periodísticos destacan que eran cerca de las 6:00 de la tarde cuando el fenómeno atmosférico dio inicio, registrándose lluvias en distintos puntos de la ciudad.

Archivos periodísticos indican que una de las tormentas se dirigía a El Paso, Texas, lo que provocó que avanzara hacia esta ciudad, conforme a la información proporcionada por el Servicio Meteorológico Nacional de la Estación Santa Teresa.

Los reportes de inundaciones en calles y la caída de bardas, postes, árboles, techos e incluso viviendas, eran solo el anuncio de que lo peor estaba por llegar: esa noche, no era una, sino dos tormentas acompañadas de fuertes vientos, las que chocaron sobre el cielo fronterizo.

El viaje hacia la muerte

Esa noche del 1 de julio del 2000, cerca de 30 personas viajaban a bordo de una rutera de la línea 8-B, entre los pasajeros había niños, así como hombres y mujeres que regresaban de su trabajo.

El autobús de transporte urbano con número económico 1214, era conducido por José Ortiz Rojas, de 26 años de edad, quien era acompañado por su chalán, Jeremías Salazar, de 22 años.

Los testimonios periodísticos refieren que el chofer ingresó al viaducto Gustavo Díaz Ordaz, esa noche cuando ya el agua comenzaba a tomar fuerza, sin saber que en ese momento dos tormentas chocaban sobre el cielo de Ciudad Juárez e incrementarían a tal grado la creciente que terminaría con su vida y la de muchos de sus pasajeros.

El chofer fue sorprendido por el indomable torrente, lo que le hizo perder el control de la unidad que terminó atorada bajo un puente, provocando que cinco de sus pasajeros perdieran la vida ahogados en el interior del autobús.

Entre las víctimas había dos mujeres, una de ellas identificada como Yadira Esmeralda Cárdenas, la otra de ellas estaba en calidad de desconocida. Tres hombres también perecieron en el lugar. Sus familiares identificaron a dos de ellos como Nazario Ortiz Matías, de 49 años y Raúl Rentería, de 52.

En el fatídico percance ocurrido a la altura de la calle Ramón Aranda, una cantidad no determinada de pasajeros fueron arrastrados por la corriente, quedando en calidad de desaparecidos.

Aunque la ferocidad del caudal ponía en riesgo sus vidas, algunos vecinos, ayudados con cuerdas y una escalera, se prestaron a ayudar a los pasajeros que aún se encontraban con vida en la unidad.

Tras la tragedia, según consta en las publicaciones, los juarenses que arriesgaron su vida con el fin de salvar a quienes quedaron atrapados en la unidad de transporte fueron identificados como Ramón Arturo Galarza, Raúl Alberto y Ángelo Rodríguez conocido en el barrio como “El Rocky”, entre otros, mismos que lograron salvar a cinco pasajeros que terminaron con crisis nerviosa, debido a que vivieron una experiencia cercana a la muerte.

Sin embargo, los días venideros irían revelando la magnitud de la tragedia protagonizada por la rutera, ya que no solo serían cinco las víctimas de esa tragedia.

Los daños materiales estaban sin cuantificar, ya que, debido al fenómeno meteorológico, toda la ciudad registró inundaciones, derrumbes de viviendas, techos, bardas, árboles, postes y demás infraestructura urbana. Sin embargo, la afectación material había pasado a segundo término, la búsqueda de desaparecidos continuaba.

En un trabajo coordinado, autoridades de ambos lados de la frontera realizaron la búsqueda de las víctimas a lo largo de más de 100 kilómetros del río Bravo, desde la zona de Juárez-El Paso, hasta el poblado El Porvenir, en el Valle de Juárez.

A casi una semana del choque de tormentas, las autoridades daban a conocer las cifras preliminares de la tragedia: 20 personas habrían perdido la vida en la rutera de la muerte.

Del total, 14 de los cuerpos fueron rescatados en Ciudad Juárez y seis más en las orillas del río Bravo en el lado de El Paso.

En los archivos periodísticos al 5 de julio, manejaban 19 cuerpos localizados, sin embargo, un par de días después, el periodista Salvador Castro de Norte de Ciudad Juárez, daba cuenta de la víctima número 20.

“El cuerpo de un hombre fue rescatado en el río Bravo por autoridades norteamericanas, después de varias horas de intensas labores en ambos lados de la frontera, a la altura del poblado de Guadalupe, Distrito Bravos. Con lo anterior aumentó a 20 el número de víctimas de la tromba que se precipitó sobre la ciudad el pasado 1º de julio del presente año”, describía la nota periodística.

Entre las víctimas estaban los integrantes de una familia, Marlene Salazar Loeza, de 18 años de edad y madre de Cristina Isabel y Gustavo Ángel Chagala Salazar; la primera de 3 años de edad, el segundo de apenas 11 meses de nacido, que fallecieron junto con su abuelo paterno, Juan Chagala Mayoral, de 63, quien también viajaba en la rutera de la muerte.

Aquella noche del 1 de julio, una familia, al menos 15 trabajadores, la mayoría de ellos de maquiladora, fueron devorados por el agua hacia el río Bravo y jamás volvieron a su hogar.

La protesta de los deudos

Después de la tragedia, familiares de las víctimas protestaron para exigir a la línea de transporte el pago de los servicios funerarios, ya que el camión en el que ocurrió el desastre no contaba con el seguro para pasajeros.

Por si fuera poco, los deudos se quejaron de que ninguna autoridad de los tres niveles de Gobierno les había tendido la mano para apoyarlos en la pérdida, por lo que solicitaban el apoyo de la comunidad para sumarse a la protesta.

Otras víctimas de la tormenta

Además de la tragedia de la rutera 8-B, otras personas fallecieron durante la tromba. Una de ellas fue un adolescente de 15 años de edad, identificado como Daniel Muñoz Morales, quien murió electrocutado en el cruce de la avenida Sanders y Sevilla.

El jovencito pereció debido a que un cable de electricidad que cayó, hizo contacto con el agua en el piso, provocándole la muerte de manera instantánea.

Con solo minutos de diferencia, el cuerpo de un hombre que no fue identificado, fue localizado en el cruce del viaducto con la calle Ignacio Mejía.

La noche del 1 de julio de 2000, será recordada como una de las más tristes páginas que la naturaleza, ha marcado en nuestra ciudad.