«¡Vete de aquel lado!», grita el capataz de la constructora LBC Concrete, con un español fluido. Enseguida, amaga con llamar a los agentes del ICE. «¡Vete, allá abajo!», dice furioso. Es uno de los obreros -la mayoría mexicoamericanos- que colocan a marchas forzadas mil 300 paneles de concreto, de seis metros de ancho cada uno, del muro que reside en los límites entre Chihuahua y Nuevo México.

Mientras tanto, residentes aledaños a la Sierra de Anapra, y de otros puntos de la ciudad, llegan y se acercan a ser testigos del muro de Trump. Todos tienen una opinión: “Tiene apuro por cumplir su promesa”, “el cabeza de calabaza nos quiere encerrar con una barda” y un escueto “me la pela”.
Entre hondonadas, chamizos y fallas geológicas, profundas, una kilométrica zanja se va rellenando con concreto a lo largo de la línea limítrofe a lo largo del terreno accidentado
Desde arriba, se observa como si fuera una enorme herida, que cruza la panza de una misma comunidad con las raíces históricas: la paseña y la juarense. Y el río Bravo (o río Grande, depende de a quien se le pregunte) como un ombligo que une a las dos ciudades.

En la zona, decenas de trabajadores maniobran varias máquinas, entre trascabos, revolvedoras de concreto y gigantescos montacargas mueven pilotes de hierro.
La defensa de la soberanía
A menos de un metro de la raya, del lado mexicano, un niño montado arriba de una mula se acerca a los obreros. La bestia husmea y echa para atrás la enorme cabeza. Al capataz de LCB Concrete le gana su segundo ataque de rabia: «¡Vete! ¡No pasen a este lado!».

“Ustedes tienen las mochilas de este lado. Échalas del lado gringo”, responde el chamaco irreverente. Es una defensa sui géneris de la soberanía nacional, entre un niño y un albañil sesentón.
Posteriormente, un hombre, alto, con un español “champurrado”, metros delante de la valla, detiene su pick-up y pregunta: «¿Cómo les fue?», se refiere al trabajo fotográfico.
Trabajar 24/7 para terminar el muro de Trump
Y el hombre se pone accesible: “Estamos trabajando las 24 horas. Tenemos la orden acabar poner los mil 300 paneles, antes de que se termine enero. Andamos como unos 200 haciendo el trabajo”, informa.
Conforme a información de la Patrulla Fronteriza, ingenieros y trabajadores iniciaron la sustitución de la malla por una estructura metálica de seis metros de altura, en cuatro kilómetros de la línea fronteriza.

“El Departamento de Seguridad Interna de los Estados Unidos, intensificó los trabajos para la instalación de alambre de púas en lo alto del muro, de la región de Juárez y El Paso, Texas”, menciona en su sitio digital, sobre el reforzamiento de otra sección de la malla.
El capataz gruñón se aleja. Juanito y su mula continúan al trote, sobre la vereda, paralela a la línea divisoria. Llegan al monolito que indica el punto exacto donde se ubica México. Descansan.

El rugido de las máquinas gringas se esparce por la sierra. También se escucha, desde lejos, el ruido frente a la sierra de Anapra, del lado norteamericano está el cerro de Cristo Rey, donde juarenses y paseños peregrinan cada año.


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