La cultura expresa la teología de la gente. Todos somos personas religiosas y todo lo que hacemos es con base a nuestra percepción teológica, aún la de los ateos.
La reciente ceremonia de entrega del bastón de mando en la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha sido presentada como un gesto cultural, de respeto a los pueblos originarios. Pero vamos a llamarle a lo blanco, blanco, y a lo negro, negro: no es cultura, es religión.
El bastón de mando no es un palo pintado con listones que se entrega como souvenir. No. Es un símbolo sagrado para las comunidades indígenas. Representa la autoridad conferida por la Madre Tierra, los cuatro rumbos del universo, el sol, el fuego, el agua y el viento. Y eso se consagra en un ritual: humo de copal, palabras ceremoniales, invocaciones, música de caracol y tambores. Un rito en toda regla.
¿De qué religión hablamos? De la cosmovisión animista y politeísta de los pueblos mesoamericanos. Una espiritualidad que diviniza la creación y le otorga el poder de guiar a los hombres. Es decir, se ora, se pide permiso, se bendice en nombre de los elementos naturales.
Es una creencia religiosa que atribuye a todos los seres, objetos y fenómenos de la naturaleza un alma o principio vital. “El animismo es una creencia muy arraigada en culturas y pueblos primitivos”.
Para un cristiano o católico, la contradicción es evidente. La fe bíblica señala que la autoridad viene de Dios y no de la creación. Rendir culto a los elementos es idolatría. Así de simple. Por tanto, lo que vimos en la SCJN fue un acto que contradice los principios del cristianismo y del catolicismo que, al menos en el papel, son parte de la raíz cultural de México.
El recuerdo de Fox
Pero conviene recordar: cuando Vicente Fox, el primer presidente panista, acudió en 2000 a la Basílica de Guadalupe a dar gracias por su triunfo, la izquierda de entonces —el PRD, hoy transformado en Morena— puso el grito en el cielo. Lo acusaron de violar el Estado laico, de mezclar gobierno con religión, de retroceder a tiempos previos a la separación Iglesia-Estado.
A Fox se le cuestionó que, como presidente, representaba a todos los mexicanos y no solo a los católicos. Y que su visita pública a la Basílica era un acto oficial que favorecía a una religión sobre las demás.
La hipocresía del presente
Lo que ayer fue denunciado como “inaceptable violación al laicismo” hoy se celebra como “respeto cultural a los pueblos originarios”. ¿Cuál es la diferencia? Ninguna. En ambos casos se trata de rituales religiosos practicados en la esfera pública y política.
Fox, con el catolicismo. Morena, con el animismo indígena.
La diferencia es de simpatías políticas, no de principios. Y es ahí donde la incongruencia salta: quienes ayer exigían pureza laica, hoy se arropan en rituales religiosos bajo el disfraz de inclusión cultural.
El bastón de mando es, en su origen, un símbolo respetable de los pueblos indígenas. Nadie lo niega. Pero en la SCJN no se respetó ni el laicismo ni la congruencia. Fue, en toda su extensión, una liturgia pública, un acto religioso encubierto como cultural. Y eso, en un Estado que presume de laicidad, es pura contradicción. Ahí, El Meollo del Asunto.
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