A veces el problema no es quién eres, a veces el problema es con quién te juntas.
Dice el dicho, “crea fama y échate a dormir”. Esta fama puede ser buena o puede ser mala. Si en algún lado eres nuevo y osas equivocarte en algo o evidenciar alguna manía, jamás te lo perdonarán.
En la primaria un niño de nombre Carlos se zurró en el salón de clases, pasaron los años, y Carlos ya era un hombre casado, pero aún le decían “El Cagao”; sus propios amigos le asignaron el mote. Es decir, a veces con quien te juntas define tu destino.
Sinceramente no sé por qué al presidente de la República le apodan “El Cacas”, a veces lo abrevian con doble K, –es una seria falta de respeto–, sin embargo, él mismo se la pasa siendo el amiguito incómodo, poniendo apodos, así que como haya sido como haya sido, entró en el juego de el que se ríe, se lleva.
Decía que no le hicieron ningún favor a Carlos, como tampoco al “Calce”, le decían así porque su aroma natural era a orina humana. Calce hacía referencia a calcetín, pero para ahorrar letras, decir dos sílabas era mucho más práctico y pegajoso. El Calce, creció. Se fue de casa, hizo su hogar, pero le seguían diciendo Calce los amigos, y también los que no eran sus amigos. Hubo tanta identidad con el apodo que nadie recordaba su nombre.
A las dos de la madrugada que arribábamos al centro de la ciudad, directo de la maquila, había un silencio sepulcral. Paty, una de mis conocidas, recorría casi tres cuadras para tomar otro camión; Gera, que era su pretendiente y solía encaminarla, iba a paso rápido acompañándola, ya que el transbordo corría el peligro de dejarla.
Un día Paty subió una banqueta al tiempo que se le escapó una flatulencia. Ella preguntó, ¿oíste?, pero Gera se hizo el occiso y respondió en forma negativa. Al siguiente día en la maquiladora, todo mundo conocía a Paty ya no por su nombre,sino por “la pedorra”. ¡Qué bueno aún no había Facebook!
Sin embargo, a veces las cosas no son como las pintan, el hecho de que te equivoques o algo te salga mal, no significa que eso defina tu vida. Por ejemplo, 32 borracheras en un año, no definen la personalidad de mi cuate Kiko. Que nadie diga nada, porque no es un borracho, lo que pasa es que el año ya se hizo muy angosto.
Un arquitecto recién egresado de la facultad, llegó al área de los ingenieros, necesitaba una cinta de medir, pero a aquel, de manera muy propia y siendo muy académico, se le ocurrió pedir un “flexómetro”, además, la petición se hizo acompañar de una voz baja y al parecer muy suavecita para el gusto de los ingenieros, que más bien juntos parecían la porra del Querétaro. Aquel arquitecto consiguió lo que quería, pero también se le quedó el apodo del “flexómetro”. Además, al pronunciarlo lo adornaban con una prosodia tipo Juan Gabriel, lo que hacía que aquello se viera más ridículo. Les digo que siempre importa mucho con quien te juntes, si eso pasara en casa, nadie diría nada. “¿Quién te trae en la calle?”, diría mi mamá.
Sucedió que hubo elecciones en la Asociación de Periodistas de Juárez; se candidatearon dos prospectos: Lidia Gallardo, periodista de larga carrera y Eduardo Borunda, doctor y profesor de la UACH con un amplio recorrido.
La primera se rodeó de gente más o menos nueva, personas que tienen poco en la asociación y que creen que ya es tiempo de que una mujer puede hacer más que estar levantando actas. Además, esta institución nunca ha tenido una presidenta.
El contrincante es un hombre inteligente, pero se rodeó de algunos nombres que, ¡Dios guarde ´lora! Esta vez no hubo un apodo que definiera la personalidad de alguno de los contendientes, ni de los acompañantes, sin embargo, la dama participante tomó el micrófono y dijo que fue “un cochinero”.
Los tiempos pasarán, algunos morirán y otros crecerán y se casarán, pero las elecciones de este año se recordarán por el año del “cochinero”. Y no lo digo yo, ya quedó grabado en la historia del periodismo en Juárez.
*Los comentarios del autor son responsabilidad suya y no necesariamente reflejan la visión del medio.
