• 23 de Diciembre 2025

Norte de Ciudad Juárez

Norte de Ciudad Juárez

Más que noticias, hacemos periodismo

  • Don Mirone
  • Especiales
  • Investigaciones
  • Frontera
  • Estado
  • Política
  • Seguridad
  • Economía
  • Panorama
Crematorio del horror

Cobertura especial de Norte Digital: Donde la verdad arde… pero no se consume

Don Mirone
Don Mirone

El día que el Centro de Convenciones engendró un nuevo fideicomiso… y nadie se dio cuenta

ENTREVISTA

El amor no permite ver el tiempo: Anita Cuéllar, madre buscadora por 11 años

Fotografía: Diego Villa

Su hija desapareció el 8 de julio de 2011 en el centro de Juárez, desde entonces se mantiene fuerte, no se quiebra

Por Diego Villa | Norte Digital | 11:13 am 16 septiembre, 2022

Hay mujeres en Juárez que se han forjado inquebrantables ante los dolores de la violencia, la inseguridad y la incertidumbre. Anita Cuéllar Figueroa, de 56 años, es una de ellas. Jamás por sus ojos pasó ni un atisbo de tristeza o lágrimas mientras hablaba de su hija, Jessica Ivonne Padilla Cuéllar, desaparecida desde el 8 de julio de 2011.

Durante 11 años se ha enfrentado a la revictimización por parte de autoridades estatales; ha esperado a su hija mientras su hogar, una casa que Anita construyó con su dinero, su esfuerzo y sus manos, se deteriora por el paso de los años, las lluvias, las olas de calor y de frío y demás inclemencias, platica.

Jessica Ivonne Padilla Cuéllar tenía 16 años cuando desapareció. Estaba a casi dos meses de cumplir los 17. Recién había terminado el cuarto semestre de preparatoria en la escuela Río Grande, una escuela privada que ya no está en funcionamiento.

En esa escuela les cobraban mil pesos mensuales, incluso en vacaciones, de acuerdo con Anita. La inscripción era de dos mil pesos. Para julio de 2011, Anita debía algunos meses de colegiatura, y Jessica se ofreció a trabajar para apoyar con los gastos familiares.

“Si no consigues trabajo no hay problema. El sábado te mando de vacaciones con tus abuelos”, recuerda Anita que le dijo a su hija. La quería mandar a Durango a pasar el verano, mientras Anita trabajaba para que Jessica siguiera con su educación.

Eso se lo dijo el viernes 8 de julio por la mañana. Anita iba a salir a comprar tortillas; Jessica se preparaba para ir a entregar solicitudes de empleo a locales comerciales en el Centro Histórico de la ciudad. Jessica le pidió 15 pesos a su mamá, para la ruta. Ella le dejó 20 y se fue a la tortillería. Al regresar, había una moneda de cinco pesos en la mesa. Jessica sólo tomó los 15.

Anita no supo cómo fue vestida su hija, pero sabía que iría al Centro con una carpeta llena de solicitudes de empleo con su información y un bolso pequeño negro.


Jessica no tenía necesidad para trabajar, según Anita, pero quiso hacerlo de todos modos, o intentar hacerlo, porque alguien decidió que no volvería a su hogar.

Dieron las 8:30 de la noche y Jessica no volvía. Llegó el momento de salir a buscarla, recuerda Anita. Fueron al Centro, a las rutas que salían de noche desde allá hasta la colonia Adolfo López Mateos.

Fueron a salones de baile, a la Cruz Roja, a las instalaciones del Servicio Médico Forense… y nada. Jessica no estaba embriagándose, ni bailando, ni herida ni muerta. Fue desaparecida.

Por último, Anita y su familia llegaron a la Fiscalía de Distrito Zona Norte, por si acaso estaba detenida, pero tampoco había registro de Jessica. Ni detenida, ni en un albergue, ni en servicios de protección de niñas.

Estaban por dar las cinco de la madrugada y no tuvieron éxito en hallarla o saber algo sobre ella. Le restó, a Anita, prender una veladora y orar, como la católica practicante que es.

En Fiscalía les hicieron ir hasta el día siguiente a partir de las 10:30 de la mañana para levantar una denuncia. 14 horas después de que empezaron a buscarla.

Ahí, antes de pasar a los Ministerios Públicos, un hombre intentó amedrentarla, recuerda. Le dijo que si estaba segura de hacer su denuncia porque, de hallarla, Jessica podría denunciarla por omisión de cuidados.

“Consciente o no, tómeme la denuncia. Búsquela, encuéntrela, tráigamela y que sea ella la que ponga una denuncia en contra mía. Vemos si a todo lo que ella diga, todavía procede o no”, recuerda que respondió entonces.


La voz de protesta que no se quiebra

Anita es una mujer fuerte, de baja estatura. El día de su entrevista llegó tarde, con unas cuantas pesquisas de su hija en mano que pegó o repartió en el Centro. Llegó pisando firme en sus zapatos negros con poca plataforma, su pantalón azul y una playera blanca con la cara de Jessica plasmada, para que la gente identifique ese rostro como uno más de los que faltan en esta frontera.

Durante toda la plática no se rompió. Si vivió un duelo, no ha sido en público ni le contará a las cámaras.

Por el contrario, ha sido desde el 8 de julio de 2011 una voz de protesta que no rompe, que no se quiebra.

“Mi hija no necesita mis lágrimas. No me necesita encerrada en cuatro paredes llorándola, [porque] no está muerta. Me necesita en mis cinco sentidos y de pie y afuera”, dice con firmeza.



El miércoles de la semana siguiente, tras la desaparición de Jessica, se perdió también Nancy Iveth Navarro Muñoz, y en la Zona Centro.

La voz de Anita ya tenía eco en la voz de la mamá de Nancy. Esta lucha suya ya era de, al menos, dos, y luego se convertiría en todo un grupo que cubre las calles, mamás, familiares y personas solidarias que caminan calles completas para que la gente los vea y no se olvide que faltan juarenses en sus hogares.

Anita no reconoce tristeza, dolor o enojo en todo este tiempo. “Mmmhhh… No. Lo que hay en mí es esperanza, hay fe, y si hay eso, ahí no se cansa uno, ahí no tiene hambre, ahí no tiene sueño, ahí no tiene nada”, apunta.

Son 11 años de alzar la voz y “no me siento cansada”, dice Anita, “. El tiempo [ha sido] mucho, pero no me pesa sobre los hombros”.

Hay mucha esperanza y se le nota en la voz. Es una voz firme con un discurso claro, sin palabras pretenciosas, pero tampoco duda ni trastabillea. La esperanza le ha dado fortaleza y las redes en que se ha abrigado, un entendimiento de la situación por la que pasa y el camino que ha de llevar.

“¿Qué sigue? La esperanza de tenerla. Ese amor que no me permite ver el tiempo que no la tengo. Ese amor, ese inmenso amor de madre, que no es contar el tiempo que no la tengo, sino ese amor de espera, de decir “ahorita yo la puedo encontrar”. Eso es lo que yo creo que ha estado más firme en mí y es lo que ha hecho que yo tenga esperanza, que tenga fe y que esté fuerte, y que esté aquí esperándola”, dice.


El hogar de Jessica está donde va Anita

Anita vive en una casa que construyó desde hace 30 años en terreno de la colonia Adolfo López Mateos, cerca de la Parroquia San Vicente de Paul.

Su casa tiene un barranco a sus espaldas y de frente vegetación abundante por el arroyo que corre ahí. No hay viento que la afecte porque los árboles lo atajan. No hay calor que pase porque los árboles refrescan. Unicamente las lluvias han hecho de las suyas en su vivienda. Los muros son de block, pero el techo de madera, y cuando ha sido de lámina, los ladrones aprovechan y lo desprenden para revenderlo.

Ha intentado repararla, pero tras dos años de un robo sustancial a su hogar (“se robaron hasta las cucharas”, asegura), no ha podido recuperarse del todo.

La casa de Anita tiene un barranco a sus espaldas y de frente vegetación abundante por el arroyo que corre ahí. La Dirección General de Protección Civil le ha dicho que está en zona de riesgo. Fotos: Diego Villa

Dice que la Dirección General de Protección Civil le ha dicho que está en zona de riesgo, por lo que rodea su casa. Ella los escucha aunque disfruta su casa. Hay silencio y tranquilidad mayormente, y la naturaleza que le rodea abona a esto.

Pero en cierta forma vivir ahí se ha vuelto inviable. Anita reconoce que requiere reubicarse, y la opción que le dan desde el Municipio es una vivienda hasta el suroriente de la ciudad. Aunque eso “no le preocupa”. No le preocupa irse de casa y que si Jessica vuelve no la encuentre.

Es su territorio, dice, y lo conoce. Si Anita no está ahí cuando Jessica vuelva, ella sabrá a quién preguntarle para reunirse al fin. “No habría problema, ni siquiera en mudarme de Juárez”, afirma.

“A la mejor sería hasta algo más sano para ella al regresar, porque no vendría a vivir lo que vino a vivir aquí; las consecuencias en que se haya dado su desaparición. [Regresaría] porque sabe que aquí estamos nosotros”, agrega.

En su reflexión, Anita no se permite descomponerse. Los ojos abiertos, la garganta despejada y los brazos expectantes por si su hija aparece.

“Ella no necesita mis pedazos morales. Me necesita completa, porque ella es la que puede venir en pedazos y tengo que estar yo. Si tengo que pegar pedazo a pedazo de mi hija para que esté bien, tengo que estar yo bien para poder volver a reconstruir su vida y reconstruirla a ella”, agrega.


La ilusión de San Luis Potosí

El 10 de febrero de 2022, la página de Facebook “Ayudemos a estas personas desaparecidas” hizo una publicación con tres fotografías:

“Nos envían, son todo los datos que pasan, alguien podría estar buscándola

Hola Buenas Tardes está Jovencita está aquí en San Luis Potosí Ojalá Alguien la. Conozca esta desubicada y llora mucho quiere regresar a su casa pero no recuerda de donde es ayúdenla porfa”.

En las fotografías se ve una joven delgada, de piel morena, con cabello oscuro. Un anillo en el dedo medio de la mano izquierda, blusa y tenis blancos, pantalón café claro. Atrás de ella, una pequeña con un vestido rojo y sandalias blancas. Ambas usan cubrebocas. La chica se encuentra hincada en el suelo con las manos como si fuese a suplicar.

“Yo como mamá dije ‘esta es Jessie’”, confiesa Anita. Y se fue a San Luis Potosí, sola, únicamente con la ayuda de la sociedad civil, porque de Fiscalía no quisieron ofrecerle ningún apoyo. Se fue el 29 de abril, por una semana.

Cuenta que la Fiscalía se convirtió, más que en un aliado, en “una piedrita en el zapato”, que no le permitía avanzar.

Ya en San Luis Potosí, fue la Fiscalía de allá la que le negó el acceso a la joven de la publicación. Le mostraron, no obstante, a otra chica, y solo en una fotografía. Desde luego, esa tercera persona no era Jessie.

Con esa chica aún tiene contacto. Se llaman y envían mensajes. “Me dio gusto escuchar su voz, a la mejor un poquito. Es al menos una esperanza de que puedo yo encontrar a Jessie”.


El Mural de Jessie y 18 chicas más que da pokebolas

En 2016, a cinco años de la desaparición de Jessica, Anita costeó la reparación de un muro grande a las espaldas de la Parroquia San Vicente de Paul. Mide al menos tres metros de alto por 12 de ancho.

En él, se plasmaron los rostros de 18 chicas desaparecidas, cuyas madres exigen codo a codo con Anita su derecho a la verdad y a la justicia, y el derecho de sus hijas a ser buscadas.

Y había un décimo noveno rostro, el de Jessica. Ella estaba al centro, aunque no solo su rostro. Era ella, con una tiara y su vestido de quinceañera, rodeada por el Santo Niño y la Virgen de Guadalupe, los tres al centro de un corazón hecho de rosas.

Anita pagó cerca de 18 mil pesos en aquel momento para que esos rostros jóvenes fueran vistos por todas las personas que pasaran por ahí. Sus madres aún las buscan y sus rostros merecen ser visibles.

Fue un mural pintado por Mario y Julián, dos jóvenes del barrio que convocaron a más para realizarlo. Esto hizo que nunca lo vandalizaran. “Me lo destruyó el tiempo, el clima, pero nunca me lo grafitearon, porque este mural lo hizo el barrio”, asegura Anita.

El mural con los rostros de 18 chicas desaparecidas fue realizado en 2016. Foto: Internet
Anita posa frente a los restos de mural que mandó hacer 6 años atrás. Foto: Diego Villa

Ciertamente, a seis años de haber sido realizado, apenas si se reconocen los rostros de la parte superior. La barda está ya sin el mural ni la capa de cemento que debería cubrir los bloques que la conforman.

Llegó a ser, y aún lo es, según Anita, una “pokeparada”, en el videojuego móvil de realidad aumentada “Pokemon Go”. Este juego es de la franquicia japonesa Pokemon. En él, debes atrapar criaturas ficticias que tienen distintos poderes. Para atraparlos necesitas recursos que esa “pokeparada” provee. Por eso, se ha vuelto más famoso, cuenta.

El mural, para Anita, es un “reclamo a la ley de ser buscadas, un reclamo espiritual de mi hija”, y tiene la sospecha de que su hija sabe sobre ese mural, donde quiera que esté.

El rostro de Jessica y 18 chicas más está en ese mural, pero su presencia física le falta a 19 familias juarenses aún, y no hay explicaciones ni avances en las investigaciones.

Sus familias han gritado, han tocado puertas, han pegado pesquisas, pero tras la marcha del 30 de agosto, Día Internacional de las Víctimas de Desaparición Forzada, que fue en silencio, Anita cree que “ya es momento de callarnos. Ya alzamos la voz por años y no conseguimos nada. A ver si así nos voltean a ver”.

Contenido Relacionado

Footer

Transmedia Comunicaciones S.A. de C.V.
Bulevar Tomás Fernández #8587
Suite 201
Plaza Olivos, Edificio A
Col. Parque Industrial Antonio J. Bermúdez
Teléfono 656-682-72-92
C.P. 32470

+52-656-383-25-28

buzon@nortedigital.mx

Aviso de Privacidad

® TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS DE NORTE DIGITAL  2025  CIUDAD JUÁREZ, CHIH. MEX.

  • Don Mirone
  • Crematorio del horror
  • Caso Siniestro
  • Juárez Abandonada
  • Especiales
  • Investigaciones
  • Videos
  • Juarenses eXcepcionales
  • Tragedia en Migración
  • Secciones
  • Frontera
  • Estado
  • Política
  • Seguridad
  • Economía
  • Panorama
  • Análisis y opinión
  • Mundo Raro
  • Fama
  • Cancha