Los altos índices de criminalidad comprueban que en Juárez llevamos 2 años y medio de fracasos en la política municipal, estatal y federal para acabar con la inseguridad y la violencia.
Es fácil identificar el origen del fracaso: los responsables de garantizar la paz y la seguridad de los ciudadanos no trabajan en pro de un objetivo común, carecen de metas claras, no hay transparencia y están divididos, se mueven cada quién por su lado.
Todo es consecuencia de la incapacidad del Ejecutivo, en sus tres niveles de gobierno, por no sentarse y alinearse en esa visión común. No se integran, entre ellos sigue privando la desconfianza pese a que ante la opinión pública intentan demostrar, en el caso de la relación Municipio-Estado, que las diferencias quedaron superadas.
Nos han engañado, en el fondo no es así y quedó demostrado en el último evento en que el gobernador y los empresarios locales se fueron a la capital del país a entrevistarse con Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores de México, para tratar el tema de la afectación de la migración en la ciudad, sin convocar a Armando Cabada, el líder municipal. Es evidente la falta de comunicación y coordinación entre ellos.
Juárez no puede más con tanta muerte. Demanda estrategias emergentes para salir del “estado de sitio” en que la tiene el crimen organizado.
Necesita gobiernos comprometidos, que trabajen juntos en un objetivo único.
Necesita también sociedad civil independiente, que empuje, que presione, que obligue a la unidad a aquellos que solo atienden a sus intereses particulares o de grupo, así como ocurrió en el pasado, cuando la participación ciudadana apareció para obligar a los tres niveles de gobierno a sentarse y diseñar una estrategia integral para SALVAR a Juárez.
Esa presión los hizo a trazarse metas y objetivos claros que en el transcurso de 5 años permitieron recuperar la ciudad y la reducción de la violencia. De ser la ciudad más violenta del mundo hasta salir de la lista de las más violentas, en un tiempo récord.
No obstante demanda líderes que sea un verdadero contrapeso, no los de antaño porque actualmente enfrentan conflicto de interés por haberse pasado al bando del Gobierno.
Requiere de un sector empresarial cuyos integrantes respondan al interés público y no al de grupo o personal, que se movilicen porque la inseguridad está afectando al otro y no solo porque ellos son víctima de extorsiones y secuestros. Líderes que no estén alejados de sus orígenes, que verdaderamente empujen por su ciudad.
El saldo de 153 muertos que nos deja abril y el acumulado de 2019 de 460 homicidios habla de meses y meses de estrategias fallidas, de un gobernador y un alcalde que se mueven mediáticamente en una aparente reconciliación, aunque en el fondo continúan confrontados; porque no se soportan, no se tienen confianza, ni la intención de trabajar unidos por el bienestar de los juarenses.
Tanto el gobernador como el alcalde siguen sin demostrar capacidad para anteponer el interés de Juárez por encima de sus rencores e intereses personales.
A todas estas situaciones que enmarcan el fracaso de la política de seguridad se suman los desatinos de la administración federal, rebasada por la criminalidad que afecta a todo el país.
La Federación ha permanecido como simple espectadora ante las circunstancias de violencia y rivalidad política Cabada-Corral.
Con la violencia exacerbada Juárez demanda atención urgente y coordinada de los tres poderes de Gobierno, especialmente del federal, quien tiene la fuerza para jalar a los otros dos (Estado y Municipio) a trabajar unidos en una estrategia ordenada y eficaz. También para obligarlos a alinearse en un objetivo común, a fomentar el trabajo conjunto y la inclusión en pro del interés público.
De consolidar un solo mando –porque nuestros gobiernos locales no se alinean– y ya nos han demostrado que sus estrategias están herradas.
También de una coordinación única que involucre a verdaderos ciudadanos independientes que se aseguren de garantizar la unión e integración de los diferentes entes de gobierno. Que sean responsables de observar el desempeño y que obliguen a la transparencia y medición los objetivos, mismos que tendrían la obligación de relevar a aquellos que se dicen ciudadanos pero que hoy son parte del gobierno.
La ciudad lo que demanda es una coordinación eficaz porque a cinco meses de la llegada de un nuevo gobierno aún no hay claridad en la visión para atacar el vertiginoso crecimiento de la inseguridad.
Ante la ausencia de liderazgos gubernamentales y sociales comprometidos,
¿Qué alternativa nos dejan a los ciudadanos?
¿Acaso pactar con las organizaciones criminales, regirnos por el Gobierno de la mafia?
¿En dónde está nuestra salida?
Es momento de dejar de lado las resistencias, de apostarle a la pacificación, reconocer que la estrategia vigente fracasó, de dejar de lado las simulaciones y los intereses políticos políticos y económicos.
Por el bien de Juárez todos debemos trabajar bajo una coordinación única que apunte hacia un objetivo común: la paz.


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