El gozo está yéndose al pozo entre los integrantes de la Alianza Ciudadana, que formaron buena parte de la estructura sobre la que Javier Corral descansó su proyecto por la gubernatura desde la precampaña electoral.
Hugo Almada, José Luis Flores y cientos más de líderes de las organizaciones no gubernamentales afiliadas a la Alianza Ciudadana redujeron las tareas sustanciales de sus agrupaciones para concentrarse en la aventura político electoral del panista.
Javier debió echar mano de la alianza para constituir una estructura paralela al Partido Acción Nacional (PAN), que en esta frontera estaba literalmente desaparecido, al grado de que dicho partido debió buscar entre los liderazgos externos su candidatura a la Presidencia municipal. La encontraron en la persona de Vicky Caraveo Vallina que, vaya ingratitud, hoy no aparece en ningún equipo de transición ni entrega–recepción ni nada parecido.
Los aliancistas le pegaron al gordo bajo la mismas posibilidades estadísticas que hay al momento de comprar un boleto de lotería. Una en más de un millón. En esa ganó su ganó su candidato, ratificado ayer por el Tribunal Estatal Electoral.
Almada, Flores, y todos ellos que básicamente han mantenido su centro de operaciones en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), inflaron sus pechos de alegría y se colocaron en posición de listos para administrar la abundancia que vendría durante los siguientes cuatro años once meses que será gobernador Javier Corral Jurado.
Las esperanzas eran iguales al sueño ufólogo de encontrar la Antártida de Platón, o de los darwinistas al chango del eslabón perdido, y de los juarenses que el termómetro disminuya por debajo de los 30 grados en mediodía de julio. El milagro cayó de alguna parte pero cayó.
Efectivamente, en Juárez Corral ganó por un pelo de rana calva, pero su diferencia de casi 10 puntos sobre Enrique Serrano le fue entregada por el profundo descontento y malestar de los habitantes de la ciudad de Chihuahua y otras ciudades del interior del estado con la administración estatal de origen priista.
Allá en la capital estatal sus habitantes han sufrido los nueve círculos del infierno de Dante por pecados no cometidos (aunque la omisión también es pecado); de ahí que el 5 de junio hayan cobrado caro el infinito castigo al que fueron sometidos durante seis años con falta de agua potable, calles estranguladas, falta de transporte masivo, Sodoma y Gomorra en su Gobierno. Sufrieron su fin del mundo antes del anunciado para el 30 de julio.
No pasaron ni tres semanas después del Waterloo duartista para que los aliancistas fronterizos empezaran a conocer la realidad distante entre el Corral de campaña y el Corral en el poder.
El gobernador electo presentó en la ciudad de Chihuahua a su equipo de transición. No fueron convocados aliancistas de Juárez, pero sí fueron presentados algunos hermanos suyos de Chihuahua capital, como Víctor Quintana y Lucha Castro, ella inclusive maternalmente colgada del brazo del flamante ganador y hasta portando una quemante bandera del derechista Acción Nacional.
Almada, Flores y compañía, sin embargo, levantaron cejas y pestañas en señal de sorpresa y alarma cuando vieron destacar como integrantes del equipo de transición a los empresarios Alejandra de la Vega y Pablo Cuarón Galindo. Tampoco les agradó Pancho Barrio porque lo consideran objeto más que de oportuna jubilación tras 21 años en la burocracia como alcalde (tres), gubernatura (seis) y Gobierno federal (12), pero admiten resignados su vinculación casi genética con Javier.
De Pablo mantienen la clasificación de oportunista irredento que salta de grupo según soplen los vientos de sus intereses estrictamente particulares.
Se fue el empresario con Chacho Barraza al observar que el PAN juarense estaba convertido en un montón de escombros imposibles de regenerar. Seis años antes brincó también del blanquiazul; traicionó al entonces candidato Carlos Borruel y se apostó con el priista César Duarte, que nomás lo usó en la campaña y lo desechó. Ahora traicionó a Barraza horas antes del Día D. Su primer premio es haber sido contemplado para el equipo de transición estatal. ¿Qué hace? No se ha vuelto a saber, pero ahí fue colocado.
Ahora entienden los aliancistas que Alejandra de la Vega y su imperio heredado de venta de alcohol en esta frontera debió formar parte del patrocinio de la campaña de Corral; de otra forma no se entendería que también haya aparecido en el equipo de transición y ahora Javier en los juegos del equipo Bravos.
El desasosiego mayor de todos ellos no es por esa razón del dinero; es porque la familia De la Vega, desde su patriarca Freddy (q.e.p.d.) ha representado el rostro más oscuro de los empresarios inmersos en la política electoral: fraudes, corrupción, franco desinterés por la comunidad…
El telón del desaliento aliancista ha caído como losa en sus espaldas al reaparecer Corral Jurado en Juárez, primero presentando al equipo de transición local, con Ramón Galindo al frente, y después encabezando una audiencia VIP, estrictamente privada, en la que ellos tampoco fueron contemplados. La alarma chilla hasta casi reventar sus oídos. Están perdiendo la esperanza de al menos recibir un trato decente durante la siguiente administración estatal.
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Posiblemente las cosas se compongan para los integrantes de la Alianza Ciudadana, al menos por la intervención que tengan a su favor Quintana y los miembros de otras agrupaciones afines de otras latitudes del estado. Ya no le apuestan al “pago” por trabajo en campaña electoral, sino a la necesaria reciprocidad porque en muchos años de priismo rudo ellos hicieron lo posible por mantener a varios de sus colegas allende Juárez en la nómina de la UACJ: Dizán Vázquez, Jaime García Chávez y el propio Víctor Quintana.
No específicamente Almada o José Luis Flores, pero sí otros miembros destacados de la Alianza Ciudadana interpretan ante Mirone que la conducta apática y nada agradecida de Corral hacia ellos tienen que ver con la “influencia fundamental precisamente de ayatola” que estaría ejerciendo Francisco Barrio Terrazas sobre el gobernador electo.
Consideran que Pancho Barrio mantiene un rechazo grado alérgico hacia la izquierda desde los tiempos que le hicieron mosca los cebolleros de la escuela Hermanos Escobar.
Es cierto el antiizquierdismo de Barrio, pero su influencia sobre Corral no tiene qué ver con asuntos políticos, porque el ahijado ha superado con creces al maestro. Es el electo rudo e inflexible. Ahí está su triunfo sobre Duarte, con las buenas o males artes que hayan sido pero triunfo mondo y lirondo. A maestro de espada, aprendiz de pistola, dice la expresión clásica.
Corral está hecho de pedacitos, sí, de Barrio y Talamás Camandari, pero también de grandes trozos de Bartlett, Córdoba Montoya, en algún tiempo algo del Peje, Salinas de Gortari y ahora de Gustavo Madero, quien lo hizo candidato a gobernador. Ya sabemos quién es Madero: en un descuido fue derrotado el también empresario por la increíble traición de Ricardo Anaya, pero antes y ahora es miembro del círculo más estrecho de Enrique Peña Nieto, y acusado de mantener en su equipo a diputados pidemoches, relacionados con el narcotráfico, etc., Hoy indudablemente maneja las riendas políticas del gobernador electo.
Madero hizo en Corral con Peña Nieto lo que César Jáuregui en Maru Campos con César Duarte, tranquilizarlos al momento que se iban a las yugulares, porque luego se convertirían en piezas fundamentales del triunfo electoral. Apuestas de infarto, pero al fin ganadoras.
La influencia de Barrio sobre Javier, entonces, es más de chicotito en asuntos de orden moral que otra cosa. Ahí sí no hay duda que el exgobernador le saca “la cuarta” al ahijado y la recuerda por dónde es el camino cuando hay intentos de desviación voluntaria o involuntaria.
Es Barrio una especie de guía espiritual también en Corral, aunque nada ha podido hacer para evitar los chistes del electo a costa de la Iglesia, como aquel del encuentro de dos parientes en una mañana de misa en catedral. Uno de los hombres, medio chueco, bizco y con algunos detalles más en su anatomía:
– Quiúbole, primo, ¿qué andas haciendo?–, preguntó uno.
– Pues aquí, dando gracias a Dios, primo.
– Lo que debieras es reclamarle, ’caón.
Tiene otras perlas similares muy divertidas, hilarantes, pero no es el momento ni el espacio para narrarlas; se las dejamos al asesor mironiano principal que las convierta en librito si es que antes no le pega urticaria.
Total que los aliancistas creen que Barrio les ha puesto obstáculos en su relación con Corral, y también que fue un factor importante para que el gobernador electo le pusiera distancia a la Unión Ciudadana de Chihuahua capital y a su principal exponente, don Jaime García Chávez.
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Javier Corral ganó por muchos miles de votos de diferencia. Ello le da crédito para impulsar grandes transformaciones en el estado, pero su primera radiografía como gobernador electo aparece con manchas de alerta por sus grandes diferencias en el interior del PAN, por las gentes de las que ahora se ha rodeado, incluido su jefe de escoltas, el capital Juan Manuel Escamilla, cuyo historial penal no requiere de mayor prueba que los archivos de la Fiscalía General del Estado y la Comisión Estatal de Derechos Humanos… si no quieren hacer caso a las hemerotecas periodísticas.
Mirone no tiene la menor duda de que Escamilla no ha pertenecido ni pertenece al equipo ni estrecho ni ampliado de Corral, pero alguien se lo impuso y tendrá que defenderlo como lo ha hecho hasta ahora.
Algunos aliancistas aumentan su temor sobre las formas que usará Corral para gobernar, no únicamente porque los margine desde ahora, sino justo por esos datos acumulados desde el triunfo que los lleva a desconfiar si realmente estamos ante la antesala de un régimen amable, cálido, unificador, plural, decente, honesto, comprometido con las principales causas de toda la comunidad, de todo el estado, de todos los estratos sociales, o si estamos en la víspera de una antítesis de todo ello.
La clase política y líderes de opinión conocen más que bien al señor gobernador electo. Ellos irán sumando sus respuestas a los comentarios de gentes de la Alianza Ciudadana y de la propia sociedad en general. Con ellos será revisado precisamente lo mismo: si los nuevos vientos que soplan para la entidad son frescos y sanos o llegan más cargados de contaminación que el proverbial esmog chilango que por más de dos décadas viene respirando el nuevo jefe de Palacio de Gobierno.