Siguen las malas noticias para el PAN en Ciudad Juárez. La paliza que se llevó en su alianza con el PRI y el PRD, no es la única piedrota que deberá cargar a cuestas. Se quedarán los blanquiazules nada más con la tercera parte de la representación que habían obtenido hace tres años en el Ayuntamiento.
En otros tiempos, otro tipo de elección y con otras reglas electorales, hasta la derrota apabullante solía beneficiar a las minorías políticas con más espacios “pluris”, pero al PAN de plano le salió muy mal su apuesta electoral de este año en Juárez.
Ahora, todo pinta para que únicamente se quede con dos regidores de representación proporcional. En el actual periodo, empezaron con seis, aunque hay que recordar que la regidora panista Alma Arredondo, brincó del barco azul en pleno proceso electoral, antes de que se hundiera.
La complicación para los azules viene de distintos frentes. Por un lado, los considerados partidos chicos que corrieron por cuenta propia, como el Partido Verde Ecologista de México y Movimiento Ciudadano, obtuvieron suficientes votos para entrar el reparto de las nueve regidurías plurinominales.
Para ello se requiere alcanzar nada más el 2 por ciento de la votación válida emitida.
Está también el tema de los partidos nuevos o emergentes, como Pueblo y Partido Republicano Chihuahua. El segundo ya quedó fuera del reparto y es seguro que pierda el registro estatal, pero el primero anda rozando el 6 por ciento de la votación, prácticamente en empate con Movimiento Ciudadano.
La otra complicación tiene que ver con la última reforma electoral que incluyó al partido ganador o a las coaliciones en el reparto de esos espacios. Ya pegó en esta frontera esa reforma que impulsó el PAN a nivel estatal, pensando más bien en la ciudad de Chihuahua, donde quisieron darle una especie de gobernabilidad a su alcalde, con más control en el Ayuntamiento.
No quedó muy claro para qué era necesario incluir en los “pluris” al ganador que ya tiene 11 espacios en la planilla registrada junto con el candidato a la alcaldía, pero así ocurrió.
Por lo tanto, la alianza Morena-PT, también debe entrar a la representación proporcional y por lo menos cada partido se quedará con una posición más. Y mencionamos a los dos partidos coaligados porque el PT trae su propio cómputo y el umbral lo pasó sin ningún problema.
Como los ganadores ya tendrían dos de los nueve asientos, entonces vendrá la rebatiña por las únicas siete “pluris” que quedarían. En una primera ronda se irían cinco, una para cada partido que son PAN, PRI, MC, Pueblo y Verde. Las otras dos, se distribuirían para el PAN y el PRI, partido que se quedaría igual de chico que ahora.
Como la reforma apenas se estrena, no le queda tan claro a Mirone cómo se aplicaría, pero es claro que el PAN difícilmente podrá llegar a una tercera ronda.
En todo caso, primero estarían en posición de recibir su segunda tanda, Movimiento Ciudadano y Partido Pueblo, si es que el reparto de los espacios a los integrantes de la coalición ganadora, tendría que dejarse para otro momento.
Por lo visto, el PAN en Juárez, ya será parte de la “chiquillada” política, después de haber sido Gobierno en otros tiempos o, al menos, una clara primera minoría en el Ayuntamiento.
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En este proceso electoral, el más grande de la historia, dicen, ocurrió un antimilagro, porque desaparecieron más de dos millones de votos de la elección federal, y al menos 25 mil de la local.
De acuerdo con las cifras del Programa de Resultados Electorales Preliminares, el PREP, los electores de todo el país emitieron 55 millones 976 mil 881 votos para elegir a la persona que ocupará la Presidencia de la República a partir del 1 de octubre.
Todo un récord, dicen las versiones oficiales. Pues récord también es la diferencia entre los sufragios para presidente y los que se emitieron para elegir a los 300 diputados federales.
Ese total fue de 53 millones 891 mil 624 sufragios. La diferencia entre una elección y otra es de 2 millones 85 mil 257 boletas. ¿En dónde quedaron?
Especialistas en temas electorales nos cometan que esa disparidad entre una votación y otra es recurrente en cada proceso, sea local o federal, y que a la fecha no han encontrado una explicación que pueda sustentarse de manera sólida, irrebatible.
La diferencia de votos entre una elección y otra no tiene más explicación, pues ambas se llevan a cabo el mismo día, en el mismo lugar y, sí, en el mismo momento. Vaya, hasta las boletas las entrega la misma persona y se depositan en urnas formadas una enseguida de la otra en la mesa de la misma casilla.
¿Dónde se escondieron pues, esos 2 millones y tantos de votos? Nadie nos ha podido decir, ni tiene a la mano una explicación convincente.
Lo curioso del caso es que, si se cruzan los datos entre las otras elecciones federales, también salen las cuentas mochas.
Por ejemplo, hubo 55 millones 120 mil 705 votos a senador, esto es, 856 mil 176 menos que la que se emitió para elegir presidenta de la República.
Ahora que tampoco cuadran los datos entre la elección para el Senado y para la Cámara de Diputados, pues existe una diferencia entre ambas de 1 millón 229 mil 81 boletas.
Lo peor del caso es que, como decíamos al inicio, no es ni la primera ni la única vez que pasa ese descuadre. Ahora que, si se sumaran esos votos “desaparecidos”, o se le quitan a la elección presidencial, el resultado no cambia en gran medida.
Algo se hace mal y no nos han querido decir en qué estriba esa diferencia. Lo cierto es que, si esos votos fueran dinero, el órgano electoral no pasaría una auditoría forense y ya habría denuncias ante las autoridades competentes.
Ya no nos cuenten cuentos, mejor cuenten bien los votos.
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El señor Juan Carlos Loera de la Rosa todavía no recibe su constancia que lo acredite como senador de la República, en carácter de electo, y ya empezó con sus ocurrencias.
Al menos, espérese a tener el papelito que le van a dar en el INE en el que hace constar que, en efecto, ganó la elección, junto con su compañera de partido, Andrea Chávez, y entonces sí, láncese al ruedo de las ofertas incumplibles.
El aún aspirante a senador –hasta que el INE lo declare como tal– dice que va con todo por el dinero de las casetas de peaje.
Son nueve, en total, y la recaudación en ellas suma 4 mil 800 millones de pesos, según lo contempla la Ley de Ingresos para el año 2024.
Mucho dinero y a cualquiera se le puede hacer agua la boca o darle cosquillas en los dedos, pero la gran mayoría de esa cantidad ya está comprometida, y se los han explicado una y diez veces a quienes caen en la tentación de echarles la mano encima.
El dinero que se recauda en las casetas se destina al pago de la deuda carretera que adquirió el Gobierno del Estado de Chihuahua en el año 2013, y que actualmente suma 16 mil 283 millones de pesos.
Durante la administración del gobernador César Duarte, que es cuando se emitieron esos bonos carreteros, se insistió en que no eran deuda, ya que tenían su propia fuente de pago, que eran justamente los ingresos que se obtienen en las casetas.
Pasados 11 años desde aquel entonces, ahora el virtual senador advierte que va a proponer un “nuevo pacto carretero” para que se haga una distribución más equitativa de ese recurso y le quede para dar mantenimiento a los tramos de la Carretera Panamericana que comunican a Chihuahua con Juárez.
Dice, no sin razón, que los usuarios pagan elevadas cuotas: 130 pesos de ida por pasar por Villa Ahumada, pese a que se cruza por una zona urbana, y otra cantidad igual, de regreso, y que la de Sacramento, en realidad, va a dar al centro de la capital y no a la red carretera del país.
Eso no se le discute, pero de ahí a quitar las casetas, le falta un buen tramo. Mejor que, desde ahora, le queme las pestañas al presupuesto 2025 y pida que le den a Chihuahua recurso federal suficiente para reparar esa carretera Juárez-Jiménez, que es una verdadera vergüenza.
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Cuando se habla de una política migratoria efectiva, no solo se refiere al apoyo humanitario que las personas en movilidad requieren para solventar sus necesidades básicas, también se trata de garantizar que el tráfico de migrantes no impacte en materia de criminalidad y seguridad pública.
En el municipio se alcanzó ya la cifra de 500 homicidios en lo que va del año. Es decir, se han registrado un promedio de 100 asesinatos mensuales, sin que haya signos de una disminución real de este delito que por décadas ha lacerado la tranquilidad de los juarenses.
Y no es que sorprenda la cifra de los lamentables asesinatos, sino que llama la atención que no sea ya el principal móvil el narcotráfico, sino la disputa que mantienen grupos del crimen organizado por el control del tráfico de migrantes.
En años anteriores, la causa de muerte entre bandas delincuenciales era derivada del trasiego de drogas y la guerra territorial entre narcomenudistas; sin embargo, este fenómeno ha sido superado ya por el tráfico humano, que alcanza ganancias superiores a los 100 millones de dólares mensuales en esta ciudad.
Según declaraciones recientes de César Omar Muñoz, titular de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal (SSPM), se estima que un 60 por ciento de los asesinatos en el municipio, están ligados al tráfico de migrantes.
Hace unos días, el propio fiscal de Distrito en la Zona Norte, Carlos Manuel Salas, daba a conocer una cifra poco alentadora: en el estado se estima que hay 12 mil personas que se encuentran en las filas de al menos cinco grupos antagónicos del crimen organizado.
La cifra de involucrados en actividades criminales es escalofriante y su actuar impune sigue reflejándose en las calles, donde los homicidios y la localización de cadáveres se vuelve cada vez más cotidiano para los juarenses.
Entre tanto, las autoridades continúan realizando sus Mesas de Seguridad, buscándole la cuadratura al círculo, sin que se logre ver al menos una pequeña luz al final del túnel.