Qué pesado se están llevando estos del PAN. Decimos “del PAN” porque, quiéranlo o no, Javier Corral sigue siendo panista hasta que no anuncie lo contrario o de plano lo corran de ahí.
Primero, Corral acusó a la entonces presidenta municipal de Chihuahua, Maru Campos, de recibir sobornos—llamémosle a las cosas por su nombre—del exgobernador César Duarte. De pasada, también le dio un “llegue” a César Jáuregui Moreno, secretario de aquel Ayuntamiento y jefe de operaciones políticas del “Maruquismo”.
“Duartistas” es lo más suavecito que les dijo. Lo más duro fue que les integró expedientes y hasta los llevó a juicio. Si no se le hubiera acabado el tiempo, es decir, si Corral hubiera cumplido seis años y no cuatro años y 11 meses como fue su gestión, quién sabe en qué hubiera acabado ese dime-direte.
Ahora, esa parte del panismo que está ahora en el poder no deja día sin referirse de una manera o de otra a Corral y a su gobierno. Lo dicen de diversas formas. Lo más suavecito fue que dio “al traste” con las finanzas del estado, como dijo el serio y circunspecto secretario de Hacienda, José Granillo.
Mario Vázquez Robles, el ahora diputado que fuera presidente estatal del PAN cuando ese partido registró a Javier Corral como su candidato a gobernador, le ha pedido que “se retire de Chihuahua”, como si fuera una película de vaqueros: “Hey Corral, vete del pueblo, Jesse James Vázquez Robles ya está aquí”.
Pero todavía el duelo a media calle al estilo de viejo oeste suena a discusión entre ínclitos caballeros comparado con las expresiones que se han aventado cuadros panistas que uno consideraría de mayor altura discursiva.
Hace días, el hoy magistrado del Consejo de la Judicatura, Luis Villegas Montes, le llamó “perro” al exgobernador. Ahora, César Jáuregui, licenciado en Derecho, ex diputado local, tres veces secretario general de tres diferentes ayuntamientos, la dejó peor: “perro muerto”. O sea, que ahora hasta lo mató.
Así de finas están las relaciones entre la clase política panista. Sí, panista, porque el maruquismo no debe olvidar que, entre los ahora exfuncionarios del gobierno de Corral hay varios consejeros y exconsejeros del PAN, tanto estatal como nacional. Son panistas, pues, y con ellos tendrán que arreglárselas para definir candidaturas, si es que quieren intentar sacar a Morena de San Lázaro.
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Y si en las filas locales de Morena las aguas andan muy revueltas por el pleito que traen los morenistas pura sangre (Mopusa, por sus siglas en español mexicano) con los arribistas y chapulines, en las del PAN no cantan mal las rancheras, pues el corralista Ulises Pacheco ya izó la bandera de la rebelión, porque quiere ser el sucesor de Joob Quintín en la presidencia del Comité Municipal de ese partido.
Ulises Pacheco se enteró que no está considerado en la lista de los palomeados por Palacio para buscar la dirigencia local del PAN, y se pintó la cara como apache que va a la guerra, para pelear por la posición que dice merecer, después de un año de permanecer en la banca en espera de un hueso del gobierno marucampista que nunca llegó.
Hasta ayer, los nominados para suceder a Quintín eran la diputada local Marisela Terrazas, la regidora Amparo Beltrán, el empresario hierbero Isaí Arámbula y el exlíder juvenil del PAN Ricardo Vega.
De acuerdo con la convocatoria para la renovación de los comités municipales en el estado, en 21 municipios, las dirigencias tendrán que ser exclusivamente para mujeres, mientras que en el de Juárez serán mixtas, o sea que, participarán candidatos de los dos sexos para ocupar Presidencia y Secretaría General, según los votos que obtengan.
Esta condición había hecho que Ulises albergará esperanzas de ser elegido, pero sus filias corralistas y sus torpes grillas contra funcionarios del actual gabinete, lo dejaron fuera de la competencia.
Por eso decidió irse por la libre, tope donde tope, porque dice que, si lo han mantenido congelado durante todo un año, entonces ya le vale madre la línea de palacio.
Ya no se acuerda o quiere acordarse el pupilo de Javier Corral, que, durante el proceso de transición del gobierno, participó en la mesa de seguridad, donde grilló al que ya apuntaba como fiscal general, Roberto Fierro Duarte, porque se sentía con la capacidad y el nivel para esa posición.
Para ese propósito, Ulises soltó el rumor de que Fierro Duarte había sido escolta del controvertido empresario juarense de discotecas y antros Willy Moya, y ese fue su debut y despedida en el gabinete de Maru.
Ya olvidó que su amigocha Leticia Corral, le pidió a su hermano el gobernador que lo hiciera coordinador de Ministerios Públicos en la zona norte, posición que calentó a tal grado que, en marzo del 2018, fueron asesinados su escolta Arturo Ledezma y el agente Saúl Flores, mientras él acompañaba al Javier Corral a un evento social.
Por ese atentado, que iba dirigido a su persona, Corral lo protegió llevándoselo a Chihuahua, donde lo puso como el encargado de las compras de equipo de seguridad pública para todos los municipios, con un sueldo de 130 mil pesos mensuales, más los extras que un puesto de esta naturaleza le dejaban por obra y gracia de la generosidad de los proveedores.
Ahora que la amnesia le favorece, Ulises anda buscando simpatías entre la militancia panista para llegar a la elección interna del 11 de septiembre, con una bolsa segura de votos, que lo más seguro es que llegue vacía, pues se le olvida también que no se puede ganar en el ajedrez jugando a las damas chinas. Elemental mi querido Watson.
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Ya salió el peine sobre el origen de las denuncias que ante los medios de comunicación hizo en días pasados el diputado morenista Oscar Castrejón Rivas, quien, en su calidad de maestro de la facultad de Derecho de la UACH, se quejó de que le quitaron materias de su carga laboral y dejaron fuera de la nómina a su hijo, también maestro de dicha escuela.
En su lamento borincano, el presidente de la Comisión de Seguridad Pública del Congreso del Estado, acusó al director de la Facultad de Derecho, Luis Rivera Campos, como responsable de dichas medidas, pero ayer llegó a los correos y redes sociales de los medios, una carta de una cuenta de presuntos alumnos de Derecho, donde lo ponen como palo de gallinero.
La misiva, dirigida a las autoridades universitarias, a la defensoría de los derechos universitarios, a los medios y a la opinión pública, comienza por mencionar que un grupo de alumnas de la carrera de Derecho solicitaron formalmente que le fueran retiradas todas las materias impartidas por Castrejón Rivas, por sus conductas acosadores y por utilizar sus cátedras con fines políticos partidistas.
Revelan que, en la evaluación semestral, de la cual adjuntan el documento solicitado en la Plataforma Nacional de Transparencia, según folio 080143322000219, varias alumnas lo acusaron de acosador, de misógino y de ejercer malos tratos contra sus alumnos.
En esa misma solicitud de información, donde se dan a conocer las evaluaciones de cada uno de los docentes que imparten clases en la mencionada institución, se informa que Oscar Castrejón Rivas es el cuarto catedrático peor evaluado de la facultad, ocupando el lugar 340 de un total de 343 maestros y maestras, con una calificación de apenas 2.9 sobre 5, lo cual es un fiel reflejo de la desaprobación que el este tiene alumnado tiene sobre él.
Entre otras linduras que los alumnos y alumnas exponen del diputado catedrático de la 4T, dicen que es un maestro flojo, déspota, gritón, incompetente, sin técnica pedagógica, que no brinda confianza y que además es muy faltista, que condiciona las calificaciones con la asistencia a los mítines y eventos de Morena.
Los presuntos alumnos y alumnas que suscriben la carta, que nadie firma por el lógico temor a las represalias, piden que, con base en las quejas de acoso y a los pobres resultados que obtuvo en las evaluaciones, que lo describen como un mal docente, sea retirado en definitiva de las aulas, donde más ayuda el que no estorba.